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Conociendo Córdoba. 3. Colonia Patricia; del anfiteatro al circo

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Templo Romano y Ayuntamiento.
INTRODUCCIÓN A LA SERIE:

La serie "Conociendo Córdoba" la componen varios artículos que describen el urbanismo, el caserío y los hitos que uno se puede encontrar paseando por las calles y plazas de esta milenaria ciudad. No se trata de una guía turística propiamente dicha, y de hecho, no está dirigida al turista en sí, a quien emplazo, por otro lado, a contactar con agentes y empresas profesionalizadas del sector, que le darán más cumplida información que esta que aquí se encuentra; sino más bien a aquellos autóctonos y residentes que suelen "pasear y pasar" por estas calles sin detenerse a contemplar con más detenimiento y con más curiosidad el entorno que les rodea. He pretendido dar una información muy sucinta, simplemente interesante, para no caer en la pesadez del exceso de datos, para lo cual procuro colocar algún enlace que lo complete, si el lector considera oportuno. Para un mejor desarrollo de los paseos o rutas, he cuarteado el recinto histórico de la ciudad en tantos cuarteles como paseos he considerado para una mejor comprensión, siendo cada uno de ellos una ruta "circular" con inicio y fin en el mismo punto. Por último, me he permitido la osadía de clasificar con una estrella (*) algunos lugares o sitios concretos donde he creído que merece la pena llamar la atención del lector por su importancia histórica o artística, y siempre bajo mi propio criterio, que no deja de ser un criterio más dentro del mundo de los gustos. No trae esta serie de artículos nada nuevo de lo que ya se conoce, pero pretende ser una herramienta útil y práctica para un mejor conocimiento del entorno histórico-artístico que compone el enorme "casco viejo" de esta ciudad mía, y suya. Espero que les guste.

Capítulo 1: Al-Ándalus, Sefarad y Castilla.
Capítulo 2: La zona comercial medieval

INTRODUCCIÓN AL CAPÍTULO 3:

En este tercer capítulo, el recorrido propuesto invade las calles y plazas que en la ciudad actual se les conoce como "centro", por ser la zona del casco histórico donde se proyecta, desde finales del siglo XIX, la apertura de nuevas calles, alineaciones y ensanches, con la intención de favorecer la actividad comercial y crear un núcleo donde la floreciente burguesía demuestre su poder. Calles y plazas nuevas como Claudio Marcelo, José Cruz Conde o Tendillas, con las tendencias arquitectónicas modernistas como dominadoras, comparten espacios con otros rincones recoletos y callejuelas quebradas y edificios medievales, renacentistas y barrocos, que retrotraen a otras sensaciones. Pero, como el propio título del capítulo sugiere, quiero resaltar que es precisamente este el lugar donde se produjo en el siglo II antes de nuestra era, la fundación del campamento-ciudadela de Corduba en la época republicana romana, aprovechando el altozano que aquí se forma. De esta "urbs quadrata" la ciudad pasará en época imperial, por medio de Julio César, a convertirse en Colonia Patricia, ampliando el caserío por el sur hasta el río, y construyendo los edificios públicos habituales. Aquí, partiendo de uno de ellos ubicado en el suburbio occidental, el anfiteatro, recorremos esta parte norte penetrando en la Ciudadela romana, Madinat andalusí o Villa castellana, para llegar a tocar las arenas del circo, en el entonces cercano suburbio oriental, y regresar de nuevo al punto de partida.

3.- COLONIA PATRICIA; DEL ANFITEATRO AL CIRCO.

En la parte más a levante de la Avenida de Medina Azahara, en la acera sur, se encuentra el edificio que probablemente más destaque en la ciudad dentro del grupo de construcciones de estilo regionalista, por su grandeza y espectacularidad. Diseñado por el arquitecto Gonzalo Domínguez Espúñez en 1914, y acabado en el aciago año de 1936, fue sede de la antigua y prestigiosa Facultad de Veterinaria de Córdoba (*), y hoy lo es del Rectorado. En la decoración de su fachada, a la que anteceden unos hermosos jardines muy del mismo estilo, destaca lo neomudéjar, con referencias califales que se mezclan con algunos elementos goticistas o incluso renacentistas.

Facultad de Veterinaria (1914) actual Rectorado.
Dentro de los jardines se halla la estatua dedicada al humanista Rafael Castejón, obra de Juan Polo Velasco, de 1985.

Monumento a Rafael Castejón, en los jardines del Rectorado.
Esta joya arquitectónica esconde debajo de ella, y en sus alrededores, los restos de otra joya mucho más antigua, esta del siglo I: el Anfiteatro de Corduba, actualmente en estudio y puesta en valor, y del que se conserva solo una parte, pero que da una idea de la grandeza que debió tener el edificio. Con capacidad para un mínimo de 30.000 espectadores, alojados en una grada de unos veinte metros de altura, fue el centro de un "vicus", o barriada, donde vivió una población relacionada directamente con las necesidades y vivencias de este edificio público.

Restos de cloacas de una calle perteneciente al vicus romano cercano al Anfiteatro de Corduba.
Tomando la dirección hacia la ciudad, hacia el casco antiguo, hacia oriente o levante, cruzamos la avenida que Córdoba dedica al país hermano de la República Argentina, donde se encuentra una de las otras Córdoba que hay por el mundo; la que cuadruplica en habitantes a la que en este artículo nos ocupa, y que fuera fundada dieciocho siglos después que la primera por un sevillano casado con una cordobesa.

Atravesando una calzada de varios carriles para vehículos a motor, saltamos a un paseo peatonal con kioskos portátiles de venta a ambos lados, que separa los jardines de la Victoria a la derecha, que veremos al final del recorrido, y los del Duque de Rivas a la izquierda, en el que nos introducimos para disfrutarlos. Fueron diseñados en 1892. En el centro de los mismos se levanta una bien conseguida estatua dedicada al escritor cordobés Ángel de Saavedra, el Duque de Rivas, obra del afamado escultor Mariano Benlliure, fechada en 1928, y en la que se adivina su reconocido estilo. Completando el escenario se levanta al año siguiente una pérgola de estilo neoclásico como fondo a la propia estatua.

Monumento al Duque de Rivas (1928) con parte de la Pérgola (1929) al fondo.
Hacia el norte saltamos ahora a los Jardines de la Agricultura (*), conocido por los cordobeses como de los Patos, inaugurados en plena ocupación francesa, en 1811, siendo los primeros jardines públicos que tuvo la ciudad, y en los que encontraremos bastantes estatuas e hitos interesantes donde dirigir nuestra mirada.

Jardines de la Agricultura, o de Los Patos (1811)
Si nos desviamos un poco hasta el lado oriental de los jardines, en la Avenida de Cervantes, veremos el chalé que el famoso torero cordobés, Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete, tenía en este lado de la ciudad desde 1942, construido por Juan Tejón y Marín en 1890.

Chalet del torero Manolete.
En su extremo sur, junto al antiguo Bar Playa, destaca (por los motivos estéticos que el lector quiera subrayar) el monumento dedicado al pintor Julio Romero de Torres, obra fechada en 1940 y firmada por el escultor Juan Cristóbal González.

Monumento a Julio Romero de Torres (Juan Cristóbal González, 1940)
De regreso a los Jardines del Duque de Rivas por su lateral oriental, llegaremos al parque arqueológico integrado de los Mausoleos Romanos de la Puerta de Gallegos (*). Se trata de dos monumentos funerarios situados en las afueras de la puerta desde donde salía la calzada, aún visible, que llevaba hasta Híspalis (Sevilla). Una acertada puesta en valor permite hoy darnos una idea de cómo era la zona que, rodeada de tumbas, llegaba hasta el antes comentado anfiteatro.

Mausoleos y calzada a Híspalis. Al fondo, la entrada a la ciudad por Puerta de Gallegos.
Cruzando la Avenida de la Victoria, nos introducimos ahora en la ciudad antigua por la que fuera la Porta Sinistra en época romana, tanto republicana como imperial, y que daba acceso al decumanus maximus, o calle principal que cruzaba la población de oeste a este. La dicha puerta se llamó desde época medieval de Gallegos (quizás porque por ella entraron las tropas de gallegos que acompañaban al Rey Fernando III en 1236 cuando la conquista de la ciudad), y fue derribada en 1863, después de más de un siglo de resistir tras los desperfectos que le ocasionó el terremoto de 1755. Hoy solo nos queda alguna foto de aquella época o su reconstrucción virtual.

Puerta de Gallegos poco antes de su derribo (foto de internet)
Penetramos pues en la Urbs romana a través de su Porta Sinistra para acceder a su Decumanus, por la actual Calle Concepción, llamada así por el hoy desaparecido convento que allí hubo. Ya aquí se nota esa influencia modernista de los primeros años del siglo XX en algunos de los edificios, como el de la Casa Hoces Losada, del arquitecto Félix Hernández, que hace esquina con la Calle Uceda, por la que precisamente nos escapamos. La callejuela se tuerce, a derecha primero y después a izquierda, como los azucaques y azonaicas de época andalusí, para luego, a la derecha, encontrase con la que Córdoba dedica al filósofo e historiador Menéndez Pelayo. Aquí primero se halla la Ermita de la Alegría, construida en 1703, atribuida al arquitecto Francisco Hurtado Izquierdo, y en cuyo interior cabe resaltar una hermosa decoración barroca, y en especial la cúpula elíptica.

Cúpula de la Ermita de la Alegría (1703)
Hacia la izquierda, unos pasos más adelante, se abre la Plaza de San Ignacio de Loyola, también conocida antaño como del Ángel (por tener en el rincón un Triunfo de San Rafael, hoy en la Plaza del Potro), y por la de San Hipólito, pues precisamente nos encontramos a las puertas de la Colegiata de San Hipólito, un edificio que comenzó a construirse en 1343, y que acabó en 1773, es decir, 430 años después, aunque parece ser que su torre aún está pendiente de finalizar. Fue el Rey Alfonso XI quien la mandó a construir como acto de agradecimiento por su victoria sobre los benimerines norteafricanos en la batalla del Salado. Hoy solo la cabecera y el crucero, que sirve de enterramiento para los reyes Alfonso XI y su padre Fernando IV son de la época medieval, mientras que el resto es del siglo XVIII. Destaca de esta época la portada principal, de estilo barroco, edificada en 1730.

Portada principal de la Iglesia de San Hipólito (1730)
Bordeamos la iglesia por la Calle de Don Alonso de Aguilar, singular y destacado personaje de la época medieval, y allí encontraremos la torre y parte del exterior norte de la iglesia y del claustro de la Colegiata.

Torre de la Iglesia de San Hipólito (1773, inacabada)
Seguimos bordeando la construcción para observar la portada barroca trasera de la Colegiata que da al claustro y donde se encuentra el sepulcro, de obra anónima de 1620, del historiador Ambrosio de Morales.

Portada barroca trasera de la Colegiata de San Hipólito.
Hemos salido al Paseo del Gran Capitán, pero como lo comentaremos luego, continuamos bordeando la Iglesia de San Hipólito para volver a introducirnos en la Calle de Menéndez Pelayo, y encontrarnos con la entrada principal del Gran Teatro de Córdoba, que es la fachada que menos luce de este edificio ecléctico, por estar más escondida, en cuyo interior resalta la típica sala de influencia italiana, en forma de herradura, ideada por Amadeo Rodríguez en 1873.

Interior del Gran Teatro de Córdoba (Amadeo Rodríguez, 1873)
A la izquierda, la Calle de José Zorrilla, donde da el lateral occidental del Gran Teatro, nos lleva hasta una de las parroquias que Fernando III fundara en la ciudad en 1236, tras su conquista, y nuestra vista se deja llevar por el atractivo de su torre, que se asoma allá al fondo. Es obra singular del siglo XV, y el primer cuerpo corresponde al alminar de la que fuera mezquita, mientras que el segundo es poligonal, rematado por moldura de arquillos ciegos coronados por crestería floral. La corona un campanario barroco. Se trata de la torre de la Iglesia de San Nicolás, a quien se le da el apellido de la Villa para diferenciarla de aquella del mismo nombre que en el barrio de San Pedro se apellida de la Axerquía, y de la que hoy solo quedan sus restos.

La Iglesia de San Nicolás de la Villa (*) fue transformada en su orientación de tal forma que hoy, la que fuera portada principal, está cegada, convirtiendo a una de las laterales, la que da al Paseo del Gran Capitán, en la de ingreso habitual. Todo, tanto su interior como su exterior, obra del siglo XVI, tiene la impronta de los grandes arquitectos de la época, como los famosos de su saga, Hernán Ruíz el Joven (portada norte y capilla bautismal) y su hijo Hernán Ruíz III (sacristía) El templo merece una detenida visita para observar y disfrutar de su edificación y decoración, muy particular y bien conservada.

Torre y portada norte de la Iglesia de San Nicolás de la Villa.
Por la Calle Torre de San Nicolás, llegamos a la portada sur de la iglesia, la más antigua, de estilo gótico-mudéjar, procedente de la época de su construcción, con arco apuntado, abocinado, y bajo un pórtico con arcos de medio punto y columnas y capiteles de acarreo, es decir, aprovechados de edificios más antiguos.

Portada sur de la iglesia de San Nicolás de la Villa.
Vamos a darle la vuelta a la iglesia de San Nicolás desde el recoleto jardín donde ahora nos encontramos, pero antes habremos de observar una portada manierista que nos llama la atención desde el testero oriental de la plazuela. Pertenece al que fuera Hospital de Antón Cabrera, o de la Concepción, creado en 1505 y modificado posteriormente, que en su interior aún conserva los arcos mudéjares de ladrillo sobre columnas de acarreo en el primer patio.

Hospital de Antón Cabrera.
Dejando atrás la Calle de San Felipe, y a nuestra izquierda la fachada de la cegada puerta principal de San Nicolás, entramos de lleno ya en el Paseo del Gran Capitán, también llamado Boulevard, que es consecuencia de la antedicha nueva situación social de revalorización de la zona. En 1862, el arquitecto Pedro Nolasco Meléndez diseña la apertura de esta nueva calle, rompiendo el entramado urbano medieval, y creando un ancho paseo lineal que apunta hacia la nueva estación del ferrocarril, instalada desde 1859.

Unas obras para un aparcamiento subterráneo realizadas en 1985, quedan paralizadas tras el descubrimiento de unos restos arqueológicos de una edificación de época romana, que son posteriormente cubiertos para ser protegidos, y la construcción del aparcamiento cancelada "sine die".

Restos romanos del Paseo Gran Capitán (1985). Foto de internet.
De aquel momento decimonónico solo nos queda la fachada más vistosa del Gran Teatro de Córdoba. Del resto de edificios, que en su mayoría son modernos, cabrían destacar por su peculiaridad y antigüedad, el número 6, en la acera de enfrente a aquel, que pertenece al ayuntamiento, y cuya portada nos muestra el estilo regionalista en el que lo construyó Antonio Ferreras; el Antiguo Banco de España (*) de estilo neoclasicista realizado por Secundino Zuazo en 1935, con una fantástica composición en la fachada, y entrada en recodo que se basa en la arquitectura andalusí; y casi frente a él el conocido como Edificio del Sindicato, porque fue sede del Sindicato Vertical, y que fue levantado en los años 40 sobre un antiguo palacete, del cual quedan las dos primeras plantas.

Edificio regionalista del Ayuntamiento (Antonio Ferreras)

Banco de España (Secundino Zuazo, 1935)

Edificio de los Sindicatos
Haciendo esquina con la Ronda de los Tejares, en el lado occidental del Paseo del Gran Capitán, se encuentra el moderno edificio que el estudio del arquitecto Rafael de la Hoz diseñara para la desaparecida Caja de Ahorros Provincial de Córdoba en 1987, y que a través de sus cristales expone la cimentación de parte de la muralla romana que por aquí cerraba la urbs quadrata de Corduba. Rompemos virtualmente dicha muralla y salimos de la urbe romana para observarla desde fuera.

Muralla romana, integrada en el edificio de Cajasur.
En dirección norte, entramos en lo que fuera el suburbium romano, y que en 1908 se convierte en el primer ensanche de la ciudad. En la acera de enfrente de la Ronda de los Tejares (llamada así por ser el lugar donde tuvieran históricamente sus fábricas los de este gremio) un conocido centro comercial ocupa el lugar de la hoy desaparecida Plaza de Toros de los Tejares. Es el inicio de la "conversión" en Avenida del antes comentado Paseo del Gran Capitán. En esta zona queda clara la presencia de las construcciones modernistas de la época, cabiendo destacar el edificio del número 22 (Café Gaudí), 20, 26 ó 28, entre otras, pero sobre todo, el hermoso palacete de Teófilo Álvarez Cid, hoy Colegio de Arquitectos (*), y diseñado en 1907 por Adolfo de Castineyra, responsable de la urbanización de todo el ensanche.

Palacio de Teófilo Álvarez Cid (Adolfo de Castineyra, 1907)
Hacia la derecha por la Calle Reyes Católicos nos desviamos deleitándonos con la fachada sur del edificio, buscando el pasaje que nos devuelva de nuevo a la Ronda de los Tejares, donde cruzaremos para volver a penetrar en la Ciudadela romana de Corduba "rompiendo" otra vez su muralla.

La de Cruz Conde, en la que entramos, es otra de las calles que se abren de manera lineal en el entramado urbano de esta histórica ciudad. Sus numerosas callejuelas y barreras sin salida quedaron anuladas con esta ancha calle rectilínea, y de ellas solo quedan sus nombres y marcas en el pavimento tras su acertadísima peatonalización, que nos va a permitir observar los edificios que antes el tráfico de vehículos no nos dejaba disfrutar. Precisamente la primera marca que se encuentra señalada en el suelo al entrar desde el norte a la Calle Cruz Conde es la del lugar donde se encontraba (y sus cimientos aún se encuentran enterrados) la muralla norte de la urbe romana de la Corduba republicana.

Marca de la muralla romana en el pavimento de la Calle Cruz Conde
A diferencia de la Avenida del Gran Capitán, en la Calle Cruz Conde sí que nos han llegado la mayoría de las construcciones originales, casi todas ellas de estilo modernista, por lo que conviene levantar la vista y observarlas detenidamente, pues muchas de ellas son hermosos edificios obras de afamados y prestigiosos arquitectos como Víctor Escribano Ucelay, Enrique Tienda Pesquero, Francisco Azorín Izquierdo, Félix Hernández, Manuel López Mora, Aurelio Gómez Millán, Rafael de la Hoz, Enrique García Sanz o Juan Bautista Caballero. Por destacar alguno, los números 22, 20, 17, 16 (obra de gran majestuosidad),15 (Edificio de Correos, 1945) ó 9.

Casa de la Calle José Cruz Conde, nº 16
Edificio de Correos (1945)
Abandonaremos la Calle Cruz Conde girando a la izquierda por la Calle Góngora para llegar al cruce que esta hace con la que la ciudad dedica al historiador y cronista Teodomiro Ramírez de Arellano. Es pertinente detenerse un momento aquí, pues estamos dentro del que fuera el Foro Romano de Corduba, en un punto donde desembocaba el cardo maximus desde el norte. La gran plaza donde se impartía justicia, se celebraban audiencias, se hacían proclamas o se hablaba de filosofía. El corazón de la urbe romana cordubensis.

Situación Foro colonial Corduba (foto Google Earth y posterior modificación)
Continuando hacia el este por la Calle Góngora desembocaremos en una confluencia de calles que podrían formar una plaza si no fuese porque su parte central lo ocupa, de manera exenta, una de las construcciones religiosas más auténticas y hermosas de esta ciudad: la Iglesia de San Miguel (*). Sobre la cimentación de una mezquita andalusí se construye en el siglo XIII esta bien conservada iglesia gótico-mudéjar. De su fachada resaltar el elaborado rosetón y el arco apuntado cubierto por tejaroz. En el lado derecho se abre una hermosa puerta mudéjar con arco de herradura apuntado, enmarcado por un alfiz y cubierto también por un tejaroz. La torre es de 1749, y del interior conviene observar el artesonado con bóvedas de crucería, la Capilla de los Vargas, obra mudéjar del siglo XV, y el retablo mayor, de mármol, realizado en 1701.

Iglesia de San Miguel (siglo XIII)
Rosetón mudéjar de la Iglesia de San Miguel.
Vamos a bordear la iglesia por su lado izquierdo, y aquí veremos una pequeña placita que corresponde al que fuera cementerio de la parroquia, algo que ocurre en todas las de la ciudad hasta la llegada de los franceses en 1808, que lo prohíben por motivos sanitarios y promueven la construcción de cementerios en el extrarradio. A este lado, la iglesia nos presenta una arcaica portada de los inicios del gótico, con capiteles vegetales.

Justo detrás de la iglesia, una callejuela lleva el nombre de la ermita de un antiguo hospital que allí hubo durante muchos años, y de la que hoy queda aún en pie su fachada. Están dedicadas ambas (ermita y calle) al mártir católico San Zoilo. La portada que queda es de estilo barroco, construida en 1740.

Portada barroca de la Ermita de San Zoylo (1740)
Volvemos a la espalda de San Miguel, pasando por delante de la antigua Taberna del Pisto, para torcer por la Calle Barqueros, que nos lleva hasta la Plaza del Mármol de Bañuelos, donde un tiempo hubo una columna romana que se supone fue en la que estuvo amarrado el antes comentado mártir católico San Zoilo mientras lo torturaban, de ahí el nombre de "mármol". Lo de "Bañuelos" viene del apellido de los que habitaban una hermosa casa que fue derribada en 1917 para ampliar precisamente la plaza.

Si unos metros más atrás estuvimos en la desembocadura del cardo maximus en su confluencia con el foro romano colonial de Corduba, ahora giramos hacia oriente tomando de nuevo la vía principal del decumanus de la urbe cordubensis (o al menos una de las que se documentan como principales), y que es la actual Calle de Alfonso XIII. Al poco de entrar en ella, a nuestra izquierda se ve una recoleta placita en la que se puede ver la estatua del Obispo Osio, realizada por Lorenzo Coullant Valera en 1925.

Estatua del Obispo Osio (256-357), de Coullant Valera (1925)
Una portada barroca de arco de medio punto coronada por frontón mixtilíneo, da acceso a la iglesia del Convento de las Capuchinas, edificio que se encuentra situado en el que fuera uno de los palacios del Duque de Sessa y Baena, y Condes de Cabra, y cuyos restos mudéjares aún se pueden ver en sus dependencias. Destacan el compás, el claustro, con materiales de acarreo, la galería occidental y sobre todo el salón del conde, con influencias andalusíes, que posee portada geminada con arcos de herradura y artesonado mudéjar con escudos familiares. La iglesia tiene también, entre otros elementos del mismo estilo, el retablo barroco.

Iglesia de las Capuchinas
Algo más al este se sitúa el Círculo de la Amistad (*), edificio levantado entre 1850 y 1853 en el lugar donde estuvo el Convento de las Nieves, fundado en 1532, y del que aún se mantiene el claustro, obra atribuible a Hernán Ruíz III. La fachada, ecléctica, es del año 1928, y de su interior habría que destacar la escalera imperial, decorada con cuadros de Julio Romero de Torres, y sobre todo el Salón Liceo, de 1867, de influencia francesa, y en el que se ven cuadros románticos dentro del historicismo tan de moda por aquel tiempo, y realizados por José Rodríguez Losada, salvo el techo, pintado por los hermanos Fernández Alvarado, y que representan a la Danza, la Música, la Pintura, la Poesía y la Escultura. Cabe recordar que fue en este salón donde el Rey Alfonso XIII dio aquel famoso discurso en 1921 que levantó tantas ampollas, y que acabó con el golpe militar de Primo de Rivera dos años después.

Antiguo claustro renacentista del Círculo de la Amistad (1532)
Salón Liceo del Círculo de la Amistad (1867)
Unos metros más adelante llama la atención el potente balcón que sobresale de la portada del hoy Instituto Politécnico Maimónides, un edificio construido en 1907 por Adolfo Castiñeyra en su estilo modernista, en el solar del que fuera Palacio del Duque de Almodóvar, para instalar en él el Gobierno Civil y Diputación Provincial, algo que ocurre hasta el año 1985. La de la Calle Carbonell y Morand presenta fachada unificada con detalles decorativos eclécticos muy típicos del autor.

Antiguo Gobierno Civil y Diputación (Adolfo Castiñeyra, 1907)
Precisamente en esa misma calle, en la parte más al norte, pero en la acera de la derecha, está el Convento del Císter, cuya iglesia, construida en 1725 muestra fachada barroca a su exterior, y en su interior, con retablo y pinturas barrocas, destaca la cúpula oval del crucero.

Iglesia del Císter (1725)
La Plaza del Cardenal Toledo, donde un tiempo estuvo el Convento de las Dueñas, se crea en 1869 el que hoy es un hermoso jardín con una fuente en el centro, obra esta de Víctor Escribano, de 1945. Merece la pena una parada aquí y disfrutar del lugar antes de volver por el mismo camino, dirección de nuevo a la Calle Alfonso XIII.

Jardín de las Dueñas (1869)
Al llegar de nuevo a la Calle Alfonso XIII, giraremos a la izquierda para llegar a un lugar donde estuvo una de las puertas de la ciudad donde moría el decumano. Se trata de la Puerta de Roma, en la época de la Corduba romana, y que luego se llamaría también Puerta de Hierro o Puerta del Salvador, y era desde donde partía la Via Augusta (hoy calle de San Pablo), una de las calzadas más importantes del imperio, que unía Roma con Cádiz.

Estamos en un lateral del Ayuntamiento de Córdoba, por eso la calle a la que llegamos se llama de Capitulares. Enfrente se encuentra la portada barroca con columnas salomónicas, de 1706, que da acceso al compás del que fuera convento, hoy ya solo Iglesia de San Pablo (*), fundado en 1237, y del que queda también algún que otro digno resto para observar, que veremos más adelante.

Portada del Compás de San Pablo (1706)
De la iglesia, de dimensiones casi catedralicias, más por su exterior, que queda embutido por las construcciones aledañas, sino por su interior, caben destacar la portada manierista; el artesonado mudéjar de la cubierta de la nave central, de 1536; las capillas de las Ánimas y de San José, en el lado izquierdo, de 1405, con cúpula octogonal sobre trompas y elementos mudéjares; la sala capitular, construcción almohade aún no muy clara su función, con cúpula de arcos entrecruzados; la capilla del Rosario, de 1409, aunque en el siglo XVIII se construye el suntuoso camarín circular, recubierto de mármoles de colores; y la capilla del Cristo de la Expiración, de 1484, muy restaurada por Adolfo Castiñeyra y Mateo Inurria a principios del siglo XX. Precisamente el titular de la capilla es obra de calidad atribuible al escultor Pedro de Mena o su entorno.

Portada de la Iglesia de San Pablo (S. XVI)
Saliendo por la puerta lateral llegamos a la Calle de San Pablo, la que antes hemos identificado como la Via Augusta. Hemos salido de la ciudadela fundacional romana y pisamos una de las calzadas más importantes del imperio. Nos alejamos de la ciudad, y mientras lo hacemos nos es difícil imaginar el aspecto que entonces tendría la zona por muchos esfuerzos que los arqueólogos e historiadores hagan por hacérnoslo más fácil. Entre la antes comentada Puerta de Roma, con sus murallas y torres, la posible presencia del acueducto Aqua Nova Domitiana Augusta que abastecía la ciudad, ya sea en altura o de modo subterráneo, y que podría correr en dirección de la Calle de la Feria, la propia calzada de grandes piedras, con las tumbas y mausoleos a los laterales de la misma, y sobre todo la fachada del Circo Romano de Corduba, al sur de la calzada. Ya la comentada Iglesia de San Pablo ocupa una parte de este impresionante circo del que tanto nos queda por conocer. Por ahora, habrá que imaginarse, mientras recorremos la calle de San Pablo hacia el este, cómo sería esta fachada norte de este circo, que se presentaba a nuestro lado derecho.

Lateral del acceso a la Iglesia de San Pablo. Arranque de la antigua Vía Augusta.
Volviendo a la ciudad actual, al poco de bajar por la calle se abre a nuestra izquierda una callejuela en la que nos habremos de introducir, pues nos lleva hasta el Convento de Santa Marta (*), edificio fundado en la segunda mitad del siglo XV, del que queda un sencillo claustro al que se accede por una hermosa portada con un arco angrelado decorado con cintas entrelazadas y atauriques. Si el exterior presenta muro totalmente ciego, encalado y con algún azulejo conmemorativo, en el interior, y tras el compás, se ve la hermosa portada gótico-renacentista de acceso a la iglesia que Hernán Ruíz el Viejo inventa en 1505. El interesantísimo retablo manierista es obra de Andrés de Ocampo, y las pinturas de Baltasar del Águila.

Compás del Convento de Santa Marta, con la iglesia al fondo.
Volvemos a la calle de San Pablo para continuar nuestro camino hacia el este por la antigua Via Augusta, y al poco, a la derecha una plazuela donde luce con razón la bella portada de la Casa-Palacio de los Orive-Villalones (*), considerada el mejor ejemplo de la arquitectura renacentista de la ciudad. Es obra de Hernán Ruíz el Joven, de 1560, y la compone un dintel con un medallón con una figura femenina, entre acanaladas columnas dóricas, y sobre él ventana a modo de templete decorada con "candelieri". Lo corona un mirador con tres arcos y antepecho ornamentado con espirales. De su interior, la escalera y patios renacentistas. Mantiene este edificio una popular historia de misterio, conocida como la Leyenda de Doña Blanca.

Portada de la Casa-Palacio de los Orive-Villalones (1560)
Por la puerta de uno de sus lados pasamos a unos jardines que se forman en los interiores de las viviendas de toda la manzana. Es el antiguo huerto del convento de San Pablo, pero aún más antiguo es el lugar, pues se trata del punto donde se encontraban las arenas del ya relatado Circo Romano de Corduba, donde se situaría la "spina" que lo partiría en dos de manera longitudinal. En su lado occidental, a la derecha según entramos, que corresponde con la parte trasera de la Iglesia de San Pablo, se encuentra, hoy felizmente recuperada como espacio cultural, la antigua sacristía mayor del convento, obrada en 1580 por Hernán Ruíz III, sin que llegara a terminarla.

Sacristía Mayor de San Pablo, hoy espacio cultural Sala Orive.
Jardines de Orive. Las arenas del Circo de Corduba.
Al salir por la Calle Huerto de Orive, lo estamos probablemente haciendo por una de las puertas principales del Circo de Corduba (¿por qué no?). En la Calle de Pedro López, giramos a la derecha para subir el repecho hasta la altura del edificio que da acceso a la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, edificación segregada del Convento de San Pablo y que era la que acogía la biblioteca y la casa de novicios, y en la que aún se puede observar alguna que otra portada. Fue Ayuntamiento de la ciudad en los años 80 del siglo XX, mientras se construía el actual.

Antigua portada de la biblioteca y casa de novicios del convento de San Pablo.
Si continuamos por el pasaje peatonal creado en las inmediaciones, nos encontraremos con más restos del antiguo convento.

Restos del antiguo convento de San Pablo en la actual Delegación de Cultura.
Algunos de estos restos continúan siendo utilizados, como las dependencias que a finales del siglo XIX habilitan para su uso los misioneros Hijos del Corazón de María, quienes lo reedifican siguiendo el nuevo estilo neomudéjar imperante.

Edificio neomudéjar de los Hijos del Corazón de María (finales del siglo XIX)
Desde aquí, las vistas son bastante sugerentes, pues ya vemos desde lejos el templo que habremos de encontrar cuando con nuestros pasos dirigidos hacia occidente salgamos de nuevo a la Calle Capitulares para enfrentarnos a la impresionante mole del Templo Romano.

Vistas del Templo Romano desde algún lugar en el que estuvo el Circo Romano.
El Templo Romano (*) que hoy se medio levanta en el centro de la ciudad, fue el resultado de una gran escenificación planificada conjuntamente con el Circo, la Puerta de Roma y la Via Augusta como decorados excepcionales de gran impacto, especialmente para todo aquel que entraba a Córdoba desde el este de la urbe. Hoy la reconstrucción no es fácil, pero ya hay elementos en los que los investigadores y profesionales se pueden basar para ir formando una idea de cómo pudo estar configurada la zona.

Reconstrucción virtual del Templo, Circo y zonas de alrededor.
El Templo Romano de Córdoba, en plena puesta en valor, es un magnífico ejemplo de construcción religiosa dedicada a los dioses mitológicos de época imperial romana. Aunque el alzado de las columnas pertenece a una reconstrucción del siglo XX, lo cierto es que lo que se mantiene originalmente da una idea de unas dimensiones bastante grandes, como la cimentación, la cella y los contrafuertes que lo aguantan al borde de la colina donde comenzaba el Circo. Se trata de un templo hexástilo (con seis columnas en el pórtico) y pseudoperíptero  (con columnas submitidas en los paramentos laterales) de claras intenciones monumentales y estéticas.

Templo Romano de la Calle Claudio Marcelo.
Dejamos atrás el Templo Romano para dirigirnos hacia el sur, por la calle Diario Córdoba, antiguamente llamada de Librerías, por las imprentas y tiendas de libros que en ella hubo, entre ellas las del propio diario que da nombre a la calle, y haciendo esquina con la escalinata de la Calle Tundidores vemos un llamativo edificio regionalista, con su torreón con templete, obra de Azorín Izquierdo.

Edificio de Francisco Azorín Izquierdo.
Continuando por la parte exterior de la muralla romana a la derecha, hoy desaparecida, al menos su parte visible, al poco entramos por ella para subir por las escaleras de la Cuesta de Luján. Se llamó así por ser de nueva apertura en la cerca defensiva y haberla culminado el corregidor Hernando Pérez de Luján en 1537. Sirvió para abrir un nuevo paso entre la Villa (Ciudadela romana y Medina andalusí) y la Ajerquía (Suburbium romano y Al Janib al-Sharquiya andalusí)

Placa conmemorativa de la apertura de la Cuesta de Luján (1537)
Giramos ahora a la izquierda para afrontar el inicio de la Calle Ambrosio de Morales, cuyo suelo ya hemos pisado en recorridos anteriores, hasta llegar a una portada que si nos dejásemos llevar por su aspecto actual no seríamos capaces de ni siquiera intuir que un día fue el Ayuntamiento de la ciudad y que hasta no hace mucho perteneció a la Real Academia de Córdoba. Su portada es del siglo XVI, así como el patio porticado interior y unas ventanas mudéjares que se abren en la muralla romana.

Real Academia de Córdoba (Antiguo Ayuntamiento)
Dejamos atrás el edificio de la Academia llevando nuestros pasos hacia el oeste por la estrecha Calle del Reloj, llamada así por una torreta con reloj que hubo en ella y que tuvieron que trasladar a la Compañía porque era parte de los continuos juegos de pedradas de los chiquillos. Al poco, a la derecha, incluso quizás más estrecha, está la calle que la ciudad dedica a una de las batallas más importantes ocurridas en la época romana, entre Julio César y los hijos de Pompeyo; la Batalla de Munda, un encuentro militar de suma importancia cuya ubicación aún no se conoce, pero que hay quien defiende que ocurrió en los campos de la actual ciudad de Montilla, en la campiña cordobesa.

Al salir de esta estrecha callejuela volveremos a girar a la derecha y otra vez a la izquierda para desembocar de nuevo en una zona cercana al antes comentado Templo Romano. Aquí, una ancha calle nos vuelve a recordar los años finales del siglo XIX y principios del XX en los que la nueva burguesía buscaba espacios urbanos donde desarrollar sus negocios y ubicar sus viviendas. Y se abre esta calle que Córdoba dedica a Marco Claudio Marcelo, el cónsul y pretor fundador del castrum romano en el año 169 antes de nuestra era, y que posteriormente quedaría como ciudadela con el nombre de Corduba.

Sin embargo, y precisamente por ese carácter de novedoso, la Calle de Claudio Marcelo aún la conocen los cordobeses como la Calle Nueva, a pesar de que las primeras obras de apertura, que por cierto rompieron el viario de la ciudad medieval, comenzaron en 1877. De todas formas, las nuevas edificaciones no acaban de levantarse, en algunos casos, hasta casi los años 30 del siglo XX. En esta hermosa calle, eminentemente comercial, se encuentran unas de las mejores muestras del modernismo cordobés, con obras de arquitectos tan aclamados como Adolfo Castiñeyra, Enrique Tienda, Félix Hernández, López Mora o Gonzalo de Quintana. Conviene, al pasear por ella, estar pendiente y alzar la vista para observarlas. De todas ellas cabrían destacar los números 4, 6, 7, 10, 13, 15, 17 y 19, todas ellas realizadas entre 1910 y 1928.

Casas números 4 y 6 de la Calle Claudio Marcelo.
Claudio Marcelo, esquina con García Lovera.
Al final de la Calle Nueva, o de Claudio Marcelo, se llega a la gran plaza que marca el centro sociológico de la ciudad: La Plaza de las Tendillas (*) posee por sí misma elementos suficientes para dedicarle bastantes más líneas que las que aquí van a encontrar. Aunque su existencia se remonta al siglo XV, la actual alineación se debe a la ya comentada reforma interior de recomposición urbanística con fines comerciales y sociales. Acabada de formalizar en 1930, destacan de ella los edificios con soluciones redondeadas en sus esquinas, que le dan carácter propio. El edificio más antiguo es el Instituto Góngora, creado en 1574, pero muy reformado, con capilla barroca de 1714 en su interior y fachada ecléctica que da a la plaza, de 1868, diseñada por Pedro Nolasco Meléndez. Del resto de edificios habría que avisar a la vista las de la Unión y el Fénix, de Benjamín Gutiérrez Prieto (1926); el edificio del Siena, de Aníbal González (1928); la Casa Colomera de Félix Hernández (1928) de influencia borrominesca; o la sede de Telefónica (1926) de Ramón A. Álvarez.

Instituto Góngora (Pedro Nolasco, 1868)
La Unión y el Fénix (Benjamín Gutiérrez, 1926)
Plaza de las Tendillas, vista hacia el oeste.
Dos hitos destacan en esta plaza: por un lado, la estatua ecuestre del Gran Capitán, obra de Mateo Inurria, y por otro el famoso reloj, inaugurado en 1961, y que es parte del patrimonio de esta ciudad, tanto por su estética como por su sonido.

Estatua del Gran Capitán y Reloj de las Tendillas.
Vamos ahora a penetrar unos metros de ida y vuelta por Gondomar, una calle que podría relacionarse con parte del decumano máximo que viniera desde la Puerta de Gallegos, y en esta vía tan comercial, tendríamos que destacar tres edificios: por un lado el modernista edificio la Cafetería la Perla, restaurado en 1992, que hace esquina con la Calle Sevilla, y que al parecer tenía un viejo loro que dio pie a una expresión muy cordobesa para comparar la edad de alguien; el Colegio de la Milagrosa, obra de 1903 del que destaca un relieve también del escultor Inurria, y más adelante la portada del antiguo Palacio del Marqués del Boil, de finales del siglo XVIII y hoy (2016) sede de la Delegación de Hacienda de la Junta de Andalucía. Volvamos a las Tendillas para atravesarla.

Fachada del Palacio del Marqués del Boil (1781)

Abandonamos la Plaza de las Tendillas por la Calle de Duque de Hornachuelos para llegar a la hermosa Plaza de la Compañía (*). Aquí hay varios puntos que son de interés. En una parte más o menos central se colocó en 1736, hecho por Juan Jiménez, un nuevo Triunfo dedicado al Arcángel San Rafael, Custodio católico de la ciudad. En el lado oriental de la plaza, la antigua iglesia de Santo Domingo de Silos es hoy el Archivo Histórico Provincial. De la iglesia medieval, fundada por Fernando III en el siglo XIII solo queda la Capilla de la Concepción, del siglo XIV, con bóveda de crucería gótica, y también la torre exterior, construida en 1762, veinte años antes de la desaparición de la iglesia como parroquia.

Torre de la antigua Iglesia de Santo Domingo y Triunfo de San Rafael.
Justo al otro lado de la plaza se levanta el conjunto de Iglesia y Colegio de la Compañía, cuyas obras comienzan en 1564, aunque luego todo es muy transformado en el siglo XVIII. La sobria fachada de la iglesia es obra de Francisco de Villalpando, y en el interior barroco destacan la bóveda semiesférica con linterna del crucero, los diversos retablos y la imagen yacente del Santo Sepulcro, obra manierista de principios del siglo XVII. En cuanto al colegio sobresalen la ordenada fachada, el patio renacentista y la espectacular escalera barroca (*) de Francisco Hurtado Izquierdo (1701), considerada como el mejor ejemplar barroco de la ciudad.

Fachada de la iglesia y parte del colegio de la Compañía.
En el lado sur, hacia el cual nos dirigimos, se muestra el pórtico hexástilo con frontón triangular de acceso a la Iglesia y Colegio de la Victoria (*), posiblemente la más significativa construcción de arquitectura neoclásica en Córdoba, obra de Baltasar Dreveton. Es uno de los iconos que destacan con claridad en la línea de horizonte que marca la ciudad desde lo lejos, compitiendo con la mismísima Mezquita-Catedral, asomando su impresionante cúpula. El interior es circular, con columnas pareadas sosteniendo un entablamento del que arranca el tambor de la cúpula. Tiene retablo mayor (1780) de Alonso Gómez de Sandoval, y las pinturas que adornan los intercolumnios son de Francisco Agustín Grande y Antonio Monroy.

Al fondo, iglesia de Santa Victoria y a la derecha portada del Colegio de la Compañía.
Por la calle de Santa Victoria, mártir católica de la ciudad, se puede observar mejor la fachada del colegio, que es solo rota por la portada de acceso, con pilastras y balcón con el escudo obispal.

Puerta principal del Colegio de Santa Victoria
La parte final de la calle transforma su nombre para dárselo al político y escritor romántico egabrense Juan Valera. En el encuentro con la calle dedicada a otro político y escritor cordobés, Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, del que al principio del recorrido vimos su estatua, una plazuela se ensancha para ofrecer en ella la portada plateresca de la que fuera Casa del Marqués de la Fuensanta del Valle (1551), antigua Casa de Rodrigo Méndez de Sotomayor, y hoy Conservatorio Superior de Música (*). Es una bonita composición con portada adintelada y decoración de galleta y ventana con columnas abalaustradas y decoración de candelieri bajo frontón curvo en forma de venera. Del interior no queda nada antiguo.

Portada plateresca de la Casa del Marqués de la Fuensanta del Valle (1551)
Vamos a subir hacia el norte solo unos metros por la Calle de Jesús y María para encontrarnos con el modernista edificio del Teatro Góngora (*), levantado en 1929 por Luis Gutiérrez Soto, en el solar del antiguo convento de Jesús y María, en un estilo racionalista y regionalista que guarda en su interior una sobria y elegante sala. Su última restauración llama la atención pues muestra su fachada como si estuviera abandonada y con aspecto desaliñado.

Teatro Góngora
Volvemos a la Calle Ángel de Saavedra, dirección sur, para pasar por delante de la Iglesia de Santa Ana y el Palacio Carbonell, comentados en otro recorrido. Dejándolos atrás, giramos a la derecha por la Calle Barroso, llamada hace años de la Pierna por los restos de una estatua romana que hubo en la pared de una casa, y que hoy da nombre a una sin salida que queda a nuestra derecha. Al cabo de unos metros llegaremos a una especie de plazuela donde se ven dos edificios que tienen interés. En la acera norte, la Bodega San Rafael ocupa la antaño Casa de los Velasco, de la que solo quedan los escudos de armas sobre el dintel de la puerta principal y un ajimez de estilo plateresco, muy deteriorado y con sus vanos macizados.

Casa de los Velasco.
En el otro lado de la calle, donde se forma una plazuelilla, en su lateral sur presenta su fachada manierista la conocida como Casa del Aceite, que fuera solariega de los Valenzuela. Es un excelente ejemplo de las casas tardorrenacentistas en la ciudad.

Casa de los Valenzuela (Casa del Aceite)
Avanzando por la Calle Barroso llegaremos a la recoleta Plaza de San Juan, donde la principal construcción que merece resaltar es el alminar califal (*), que perteneció a una antigua mezquita, y que a duras penas sobrevive. Fue construido en el siglo X y en su interior se encuentra una escalera circular en torno a un machón central. Está adosado a la Iglesia de San Juan de los Caballeros y Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón.

Alminar califal (siglo X) y portada de San Juan
Al otro lado de la plaza, frente a la principal de la iglesia de San Juan, una elegante y discreta portada antigua conocida como Casa de los Gramedo.

Casa de los Gramedo.
Continuamos hacia el oeste por la Calle Argote, que por su quebrada fisionomía hubo un tiempo en que se le llamó del Cuerno. Al final de esta estrecha calle desembocaremos en la Plaza de Ramón y Cajal. En ella, unos jardines parecen proteger la estatua del músico Eduardo Lucena, obra de 1926, pero que no fue colocada en su lugar hasta el año 1981: las cosas de Córdoba.

Estatua de Eduardo Lucena (1926)
En el lado norte de la plaza, disfrutamos de la vista de una hermosa fachada manierista de 1589, correspondiente al antiguo Palacio de los Venegas de Henestrosa (*), hoy en día (2016) sede del Gobierno Militar de la provincia. Destacan dos portadas gemelas y los torreones que flanquean el conjunto.

Fachada del Palacio de los Venegas de Henestrosa (1589), hoy Gobierno Militar
Detalle de una de las portadas gemelas del palacio.
En un lateral del edificio, por la calle de San Felipe, se accede a la iglesia u Oratorio de San Felipe Neri, hoy sala de exposiciones, con planta de cruz latina y cúpula en el crucero, con figuras recostadas en los frontones.

Iglesia de San Felipe Neri.
Dejamos la plaza atrás tomando en su lado sur la calle del Tesoro para desembocar en la Plaza de la Trinidad. En esta plaza se hallan dos edificios históricos importantes que merecen la pena comentar. En primer lugar, en su lado oeste, se levanta la fachada de la Iglesia del antiguo convento de la Trinidad. Aunque fuera fundado como convento por Fernando III en el siglo XIII, lo que nos ha llegado es todo obra barroca de principios del siglo XVIII, atribuible a Francisco Hurtado Izquierdo. Destaca la portada de la fachada principal, hecha en 1703, donde por primera vez en Córdoba se usa la columna salomónica, aquí en el segundo cuerpo. Del interior merecen ser nombrados sus retablos barrocos y la manierista imagen del Cristo de la Salud, de 1590.

Iglesia de la Trinidad.
Frente a la iglesia, el edificio de la Escuela de Arte ocupa el Palacio de los Hoces, construido por Pedro Nolasco Meléndez en el siglo XIX sobre un antiguo palacio medieval. Delante de él se encuentra la estatua que el escultor Amadeo Ruíz Olmos realiza en 1967 al poeta cordobés Luis de Góngora y Argote.

Estatua de Luis de Góngora (1967)
Hacia el sur llevaremos nuestros pasos ahora por la Calle de Sánchez de Feria donde pronto nos encontraremos, frente a unos recoletos jardines, con la arcaica puerta de la que fuera Casa de los Guzmán, hoy Archivo Municipal. Su exterior muestra un alfiz de tipo mudéjar, y en su interior, patio con arcos enmarcados y pilares de ladrillo, y en una de sus galerías dos ajimeces (*) de arcos lobulados y decoración de azulejos policromados. La escalera, de 1609, es también muy atractiva.

Portada mudéjar de los Guzmán.
Continuando por la Calle de Sánchez de Feria se llega a una confluencia de calles, la de Fernández Ruano y la Puerta de Almodóvar, ya comentadas en un recorrido anterior. Salimos de la zona hacia el norte por la Calle de Tejón y Marín, teniendo en cuenta que a nuestra izquierda se levantaba la muralla romana, y que parte de la misma muy probablemente se encuentre, en su cimentación al menos, debajo de las construcciones que actualmente la ocultan.

Hemos llegado a la Calle Lope de Hoces, y a nuestra derecha, los restos del antiguo Convento de la Trinidad, y después edificio militar conocido como "La Zona", aún parecen querer permanecer en pie, a pesar de su abandono. Por la izquierda, salimos de la ciudad antigua a través de la que en 1861 se denominó la Puerta de Tetuán, que la formaba una puerta enrejada que hoy no existe, para llegar a los Jardines de la Victoria, que fueron diseñados en 1891 por el arquitecto Pedro Alonso y Gutiérrez. En ellos se encuentran la Caseta del Círculo de la Amistad, levantada en 1918 para que sus socios celebraran en ella la Feria de Mayo, y hoy convertida en mercado gastronómico, y el Kiosko de la Música, para la banda municipal, de Felipe Sainz de Varanda, que lo edifica en 1877. Cercano a él hay una pequeña fuente de principios del siglo XX decorada de estilo modernista, que da un toque casi infantil.

Caseta de Círculo de la Amistad al fondo, Kiosko de la Música a la izquierda y fuente modernista en primer plano.
Fin del tercer capítulo (Colonia Patricia; del anfiteatro al circo), de la serie Conociendo Córdoba.

Recorrido propuesto.
Todas las fotos son del autor, salvo las que oportunamente se indican.

Conociendo Córdoba. 4. El Trascastillo y al norte de la castiza Axerquía.

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Calle de los Moriscos
INTRODUCCIÓN A LA SERIE:

La serie "Conociendo Córdoba" la componen varios artículos que describen el urbanismo, el caserío y los hitos que uno se puede encontrar paseando por las calles y plazas de esta milenaria ciudad. No se trata de una guía turística propiamente dicha, y de hecho, no está dirigida al turista en sí, a quien emplazo, por otro lado, a contactar con agentes y empresas profesionalizadas del sector, que le darán más cumplida información que esta que aquí se encuentra; sino más bien a aquellos autóctonos y residentes que suelen "pasear y pasar" por estas calles sin detenerse a contemplar con más detenimiento y con más curiosidad el entorno que les rodea. He pretendido dar una información muy sucinta, simplemente interesante, para no caer en la pesadez del exceso de datos, para lo cual procuro colocar algún enlace que lo complete, si el lector considera oportuno. Para un mejor desarrollo de los paseos o rutas, he cuarteado el recinto histórico de la ciudad en tantos cuarteles como paseos he considerado para una mejor comprensión, siendo cada uno de ellos una ruta "circular" con inicio y fin en el mismo punto. Por último, me he permitido la osadía de clasificar con una estrella (*) algunos lugares o sitios concretos donde he creído que merece la pena llamar la atención del lector por su importancia histórica o artística, y siempre bajo mi propio criterio, que no deja de ser un criterio más dentro del mundo de los gustos. No trae esta serie de artículos nada nuevo de lo que ya se conoce, pero pretende ser una herramienta útil y práctica para un mejor conocimiento del entorno histórico-artístico que compone el enorme "casco viejo" de esta ciudad mía, y suya. Espero que les guste.

Capítulo 1: Al-Ándalus, Sefarad y Castilla.
Capítulo 2: La zona comercial medieval.
Capítulo 3: Colonia Patricia; del anfiteatro al circo.

INTRODUCCIÓN AL CAPÍTULO 4:

Se conoce como Axerquía a toda la zona amurallada oriental del casco histórico de la ciudad de Córdoba (entonces Qurtuba), que fue cercada en época almorávide, a finales del siglo XI, para proteger a la población que habitaba este arrabal, y que fue refugio de las miles de personas que tuvieron que agazaparse en él para protegerse del hostil ambiente que la fitna, o guerra civil, provocó la caída del califato cordobés. En ella, el caserío y la trama urbana combina el trazado de callejuelas retorcidas y barreras sin salida, propias de la época andalusí con las rectilíneas, y con las manzanas de casas de los momentos posteriores a la conquista castellana. Pero sobre todo, en esta parte norte de la que cabe ahora hablar, hay dos cosas que habría que resaltar; por un lado su carácter semi-industrial, con expansión extramuros, al norte, y con especial incidencia en el aceite, la alfarería y la fundición de metal; y en segundo lugar, y lógicamente ligado al primero por su correlación, el ser habitación de la clase trabajadora y popular que le ha dado carácter propio tanto en el aspecto de sus calles, plazas y caserío, como en la histórica forma de ser de sus gentes. Muy pocos cordobeses no conocen calles tan castizas como Moriscos, Costanillas, Montero, Huerto Hundido o Pozanco. Pero antes de introducirnos en su idiosincrasia popular, el capítulo propone una llegada desde el Pretorio, penetrando en la parte antiguamente conocida como Trascastillo, y bajando por la noble zona de Capuchinos, La Fuenseca, el Palacio de Viana y San Andrés, donde se hace palpable la influencia aristocrática y clerical, muy propia de los momentos posteriores a la conquista castellana. Una combinación de sensaciones que confluyen en cada esquina de esta ciudad plagada de contrastes.

4.- EL TRASCASTILLO Y AL NORTE DE LA CASTIZA AXERQUÍA.

Situada discretamente en la esquina sureste de los jardines creados en los espacios liberados tras el soterramiento de las vías férreas, y trasladada allí entonces piedra a piedra, a finales del siglo XX, la Ermita del Pretorio fue construida en estilo neogótico en 1872 por el arquitecto Rafael Luque y Lubián en otro lugar donde hoy se ven las marcas de sus cimientos, más hacia el sureste, junto al monumento que se hizo para recordar el asesinato de dos policías locales en el lugar, en acto de servicio.

Ermita del Pretorio (1872)
Dirección sur, pronto nos encontramos con un gran edificio que es una de las mejores representaciones de la arquitectura barroca de esta ciudad. El Convento de la Merced (*), hoy (2016) sede de la Diputación Provincial, tiene su origen en la fundación que se realiza en el siglo XIII, y bajo su subsuelo se encuentran los restos de una basílica paleocristiana que tradicionalmente se le relaciona con la de Santa Eulalia. Sin embargo, lo que hoy se conserva del convento es obra barroca, de una calidad excepcional, atribuida en gran parte al arquitecto lucentino Francisco Hurtado Izquierdo.

Fachada del Convento de la Merced (siglo XVIII)
Del conjunto caben destacar la fachada, con placas en forma de trampantojo en algunas zonas, la portada de la iglesia y su reconstruido interior, con el flamante retablo (incendiado en 1978), las galerías y su magnífica escalera, así como sus claustros, especialmente el principal, con arcos de medio punto sobre columnas pareadas que soportan el piso superior decorado con pilastras y estípites.

Portada de la iglesia

Claustro del convento
Justo enfrente, en el centro de la Plaza de Colón, se encuentran los Jardines de la Merced, proyectados en 1905 en el solar que durante algunos años fue usado para corridas de toros, y que hoy se han convertido en un vergel rodeado de asfalto y protegido por una verja de forja. En la misma entrada a la puerta occidental está el Monumento a la Mujer Cordobesa, de José Manuel Belmonte (2003), una obra que más bien representa tiempos pasados, y que se desarrolla a modo de fuente.

Monumento a la Belleza de la Mujer Cordobesa (2003)
Dentro de los jardines, además de la variedad floral, destacan la fuente modernista de 1920, el Grupo Escolar Colón, obra de 1929 del arquitecto Rafael de la Hoz Saldaña, pero diseñado en 1919 por Francisco Azorín Izquierdo, el Colegio Ferroviario, de Francisco Alonso y Martos de 1932, y el Morabito, mezquita y pabellón de reuniones, realizado en 1948 por Víctor Escribano Ucelay.

Colegio Ferroviario (1932)
Grupo Escolar Colón (1929)

Fuente Central (1920)

Morabito (1948)
Al otro lado de la calle, hacia el sur, una apertura en forma de plazuela nos indica el lugar por donde se penetraba a la ciudad amurallada desde los tiempos de la República de Roma, accediendo a su cardo máximo a través de la hasta hoy conocida como Puerta de Osario. En funcionamiento hasta su demolición en 1905, hoy solo quedan unos restos de la muralla que se adosaba a ella, escondidos entre las modernas construcciones. Su nombre se debe a la cantidad de restos óseos encontrados en su exterior, probablemente por los cementerios que desde entonces solían encontrarse a las puertas de las ciudades. También se llamó Puerta de los Judíos, al estar en su extrarradio el barrio judío, y del que hoy no se adivinan restos conocidos.

Puerta Osario actual. A la derecha restos de la muralla.

Antigua foto de la Puerta de Osario (fotografía tomada de http://osarioo.blogspot.com.es/)
Como se ha dicho, comienza aquí el antiguo cardo maximus de la Corduba romana, que llevaba desde el suburbium hasta el mismísimo foro. Hoy es la actual Calle Osario, y hacia su mitad, donde se abre una pequeña placita dedicada al médico del siglo XVII Enrique Vaca de Alfaro, se encontraron restos de un arco romano, probablemente de triunfo. En esta plaza se puede ver el busto del torero Rafael Molina Sánchez, Lagartijo, obra de Mateo Inurria. En un lateral, la puerta de entrada al Colegio de la Divina Pastora.

Busto de Lagartijo y entrada al Colegio de la Divina Pastora.
Aunque muy pocos actualmente lo llaman así, quizás por desconocimiento, lo cierto es que a esta zona se le nombró durante mucho tiempo el Barrio del Trascastillo, que según Teodomiro Ramírez de Arellano, en sus Paseos por Córdoba (1873), nos dice que el motivo de este nombre viene por estar ubicado detrás de la antes comentada Puerta de Osario, que tiene aspecto de castillo, y de otro que supuestamente había detrás de las casas de los Tejares. Según este autor del siglo XIX "De muy antiguo tiene fama este barrio de vivir en él muchas mujeres de mala conducta, ocasionadas a toda clase de escándalos, los que aún se promueven con frecuencia."

Giraremos más adelante a nuestra izquierda por la Calle Domingo Muñoz, dedicada a uno de los adalides que conquistaron Córdoba para los castellanos en 1236. En el cruce con la de Conde de Torres Cabrera, al salir a la derecha, se encuentran enfrentadas dos casas que pueden merecer nuestra atención. Una de ellas es la casa donde nació el torero Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete, de la que solo queda una placa conmemorativa, y justo enfrente, la hoy (2016) Taberna de los Berengueles, ubicada en un antiguo palacio con artesonados de madera y antiguos azulejos en las paredes.

Tomaremos, sin embargo, la izquierda, hacia el norte para buscar un bonito palacio decimonónico de influencia italiana. El Palacio del Conde de Torres Cabrera fue construido en 1847 y, a pesar de la importación estética europea, mantiene elementos decorativos mudéjares y, por supuesto, el patio. Fue residencia del rey Alfonso XII durante su visita a Córdoba en 1877.

Casa-Palacio de los Condes de Torres Cabrera (1847)
Algo más adelante, formando esquina, aún se puede ver la portada de la ermita del Hospital de los Desamparados, conocida también como Los Dolores Chicos, para distinguirla de la de Los Dolores, que luego veremos. Es de decoración austera, de finales del siglo XVII.

Ermita de los Dolores Chicos (Hospital de los Desamparados)
Casi al final de la Calle de Torres Cabrera se encuentra la bonita Plaza de las Doblas, en la que precediendo al recoleto jardín se levantan dos columnas procedentes del Templo Romano de la Calle Claudio Marcelo, que antes estaban al fondo, y no se veían, y ahora se muestran en primer plano, pudiéndose disfrutar mejor.

Columnas romanas en el Jardín de las Doblas.
En el otro lado de la misma plaza destaca haciendo esquina el frontón triangular, de planta curva del neoclásico Palacio de Valdefloro, construido en 1890. Tiene zaguán elíptico para carruajes y distribuidor interior circular.

Palacio de Valdefloro (1890)
Hacia el este, penetramos ahora en uno de esos lugares que aún quedan en esta ciudad donde el tiempo parece haberse detenido, y donde se conjugan estética, perspectiva, mística y arquitectura. En la Plaza de Capuchinos (*) los edificios, los hitos y el pavimento parecen haberse aliado para conformar un paisaje urbano sin igual, digno de ser estudiado por los aspirantes a arquitecto e historiadores del arte (La Proporción Cordobesa) El Cristo de los Desagravios y Misericordia, conocido como Cristo de los Faroles, obrada por Juan Navarro León en 1794, ocupa un lugar estratégico dando perspectiva a la imagen, tomando protagonismo al tener como telón de fondo la fachada casi ciega del testero norte de la plaza. Los otros dos edificios completan la escena de una manera magistral, cerrando los laterales y frontales, y creando un ambiente intimista y ascético. Ninguno de los millones de fotografías que se han hecho en este lugar terminan jamás de captar la sensación de recogimiento que se nota al estar en esta plaza, especialmente a primeras horas de la mañana y a última hora de la tarde-noche, cuando los bullicios que la rodean por las calles colindantes van desapareciendo.

Plaza de Capuchinos, vista hacia el este.
Plaza de Capuchinos, vista hacia el oeste.
En el lado más oriental, la fachada de la Iglesia del Convento de los Capuchinos brilla por su sobriedad y su remate en hastial. Junto a ella, y ocupando el testero norte de la plaza, los restos del propio convento, del que solo queda un claustro cuadriforme y la huerta. El conjunto fue construido en 1633, y en su interior la decoración es barroca.

Convento de los Capuchinos (1633)
El lado sur lo ocupa todo el Hospital de San Jacinto e Iglesia de los Dolores, construido en 1730. Del exterior destacan las dos portadas en una fachada con la misma sobriedad del resto de edificios de la plaza. Y del interior, el claustro que puede pertenecer al anterior edificio, la Casa del Marqués de Almunia, que tiene arcos de medio punto y columnas renacentistas en el primer cuerpo, y arcos carpaneles en el segundo; y la iglesia, con cúpula semiesférica sobre pechinas en el crucero, y el camarín donde se encuentra la destacable imagen barroca de la Virgen de los Dolores, hecha por Juan Prieto en 1719.

Portadas de ingreso a la Iglesia de los Dolores, a la derecha.
Siguiendo la dirección hacia el este, a través de una calle que más parece por su intimismo el pasillo de una casa, asomamos a una apertura que corresponde al altozano de la conocida como Cuesta del Bailío (*). Su nombre se debe a que en la casa de más arriba de la cuesta vivió durante la primera mitad del siglo XVI un bailío, o representante del rey. Hoy, en este lugar la magnífica Casa del Bailío (*), una parte perteneciente a la Biblioteca Viva de al-Ándalus, y otra al Hotel Palacio del Bailío, luce su fachada principal, atribuible a Hernán Ruíz II, y es considerada un magnífico ejemplo del primer renacimiento de la ciudad, con un tímpano recubierto con candelieri. Del interior de la casa, las pinturas al fresco de las galerías, la decoración neocalifal, el jardín y la villa romana de su sótano. Como colofón la estampa se corona en su exterior con la atractiva espadaña de la antes comentada Iglesia de los Dolores.

Cuesta del Bailío.
La fuente de mármol negro marca el inicio de la propia cuesta, realizada en escalones de "paso y medio" decorados con el llamado chino cordobés. Al bajar por ella estamos atravesando la antigua muralla romana que se abrió aquí para comunicar la Medina o Villa, la ciudad alta, con la Axerquía, o ciudad baja. El arco que existió en la parte más baja de la cuesta fue derribado en 1711, y se llamaba Portillo de Corbacho.

Saliendo de la Cuesta del Bailío, a la derecha comienza el arranque de la calle Alfaros, donde la muralla antes comentada se esconde detrás de las construcciones que dan a ella por el lado occidental y la recorre por toda ella. Aquí se ensancha en una plaza que da entrada a la calle que Córdoba dedica al jurado y escritor Juan Rufo, y que nos introduce ya en el viario perteneciente a la Axerquía. A los pocos metros una cuadrada plaza a nuestra derecha permite una mejor visión de la fuente de la Fuenseca, apoyada en el testero oriental y construida en 1808, en el mismo lado en el que está la puerta de uno de los cines de verano que aún quedan, y que lleva el mismo nombre que la fuente y la plaza. Es curioso porque la fuente de la Fuenseca, aunque en anteriores ubicaciones era escasa, fue desde el año de su construcción en esta plaza una de las fuentes más caudalosas de Córdoba, a pesar de su nombre. Otra de las contradicciones de esta ciudad.

Fuente de la Fuenseca en obras (12/03/16)
Continuando por la de Juan Rufo quedaremos a partir de aquí pendientes de la posibilidad, durante todo el trayecto, de que alguna puerta se encuentre medio abierta mostrando alguno de los muchos patios que existen en las casas de esta ciudad, en todo su casco histórico, aunque no sea el momento del Concurso de Patios, Rejas y Balcones que Córdoba celebra cada año por mayo. Pero siempre siendo respetuoso a la intimidad de sus moradores.

El caserío de toda esta zona suele ser de casas antiguas restauradas, o de nueva construcción manteniendo la tipología, con patios y azoteas practicables, pocas aperturas al exterior, enrejadas las ventanas o con balconcillos de poca anchura y habitualmente decorados con macetas de flores. Históricamente han sido habitadas por las clases más populares, en muchos casos como casas de vecinos, pero en los últimos tiempos, sin dejar de pertenecer en el fondo a ese estrato social del todo, han pasado a formar parte de ellas una clase media más acomodada, más ilustrada y culturizada, y crecen las viviendas unifamiliares.

Un hermoso ejemplo puede ser la calle Imágenes, por donde ahora nos introducimos, en la que los vecinos se unen por mayo para hacer de su calle una exposición de sus ideas, creando en ella una obra común con la aportación de todos.

Exposición "Transparencia" año 2013, Calle Imágenes.
Por la derecha, la calle Jurado Aguilar nos va a llevar hasta la Plaza de Don Gome, lugar aristocrático donde nos encontraremos con la portada renacentista que el arquitecto Juan de Ochoa construye en la segunda mitad del siglo XVI para el Palacio de Viana (*) De este palacio, cuyos orígenes se remontan al siglo XIV, y con una extensión de casi 7.000 m2, caben destacar sus doce patios y jardín de distintos estilos y procedencia, puesto que la vivienda se fue formando con la adquisición de casas colindantes a lo largo de los años, y no como una construcción ex novo. Del interior, las caballerizas, la escalera con artesonado y barandilla renacentista, las dependencias con un rico mobiliario, pinturas y tapices, y las colecciones de guarniciones de caballería, de vajillas y de cordobanes y guadamecíes, así como la biblioteca.


Portada principal del Palacio de Viana (Juan de Ochoa, siglo XVI)

Uno de los patios del Palacio de Viana (al fondo la espadaña de San Agustín)
Hacia el sur seguiremos por la calle dedicada al poeta de finales del siglo XIX Enrique Redel, y casi a su final, en la acera izquierda, en el número 4, la casa neomudéjar obra de Adolfo Castiñeyra atrae entre las demás. Hoy, 2016, es la Panadería San Francisco, por lo que la belleza arquitectónica se le deberá sumar el agradable aroma a pan recién hecho al llegar a su altura.

Casa regionalista, Horno de San Francisco (Calle Enrique Redel, 4)
Siguiendo la calle hacia el sur llegaremos pronto ante la portada principal de la Iglesia de San Andrés (*), un templo cuyo origen se remonta a la conquista castellana de la ciudad en 1236, levantado sobre la basílica mozárabe de San Zoylo, y muy reformado en el siglo XVIII, tanto que cambiaron incluso su orientación, pasando uno de sus laterales a ser la fachada principal, que en este momento observamos y de la que resaltan sus dos grandes volutas, la portada barroca y el frontón triangular con que se corona.

Fachada principal de la Iglesia de San Andrés.
La que fuera portada principal del templo antiguo se puede ver en su lado oriental, aunque no es del siglo XIII, sino del año 1489, y su decoración es gótica con arco abocinado, columnillas y esculturas. La torre, en el lado occidental es obra de Hernán Ruíz II, y tiene el segundo cuerpo girado, recurso habitual de este autor. Del interior, los restos del ábside central de la iglesia primitiva en la capilla del Sagrario, el retablo mayor de Pedro Duque Cornejo (1753) aunque tallado por Teodosio Sánchez Cañada, y varias pinturas de interés de Antonio del Castillo, Antonio Acisclo Palomino y Juan de Peñalosa.

Portada gótica, antigua principal, (1489) de la Iglesia de San Andrés.
En la Plaza de San Andrés un pequeño jardín abraza a una fuente barroca realizada en 1664 para la Plaza del Salvador, delante de la Iglesia de San Pablo, y trasladada aquí en 1813. En ese año le pusieron el escudo de la Francia napoleónica, que luego fue destruido tras la Guerra de la Independencia.



Haciendo esquina en la misma plaza, en el testero sur, la Casa de los Luna (*) (1544) es atribuida a Hernán Ruíz el Viejo, y su decoración es renacentista, destacando los ajimeces de la esquina y la portada decorada con guirnaldas y ventana con antepecho o petril.

Ajimeces de la esquina de la Casa de los Luna (1544)
Andando en dirección a levante, lo estamos haciendo por la que en época antigua romana era la Via Augusta, que nos unía con la capital, Roma. La calle se ensancha, tomando aquí el nombre del Realejo, llamada así por ser este el lugar donde el rey Fernando III de Castilla instaló su campamento durante la conquista de la ciudad en 1236, una vez tomado el arrabal de la Axerquía, donde nos encontramos. En la acera de la derecha, en el número 6, se alza una sencilla fachada barroca adintelada con frontón partido, balcón y remate en escudo,convertida en entrada a un pasaje. Fue donde estuvo una de las casas del mayorazgo de los Hoces, y es lo único que queda de ella.

Portada de una de las casas de los Hoces.
A la izquierda, la Casa de los Guzmanes fue muy reformada en el siglo XVIII. El palacio, ampliado en el siglo XIX al haber comprado el Marqués de Santa Marta, dueño de la casa entonces, el antiguo edificio del Hospital de los Locos, hace esquina y tiene tres patios, uno de ellos mudéjar y un enorme jardín interior. Su escalera destaca por su influencia francesa y la fachada sigue patrones manieristas.

Fachada de la Casa de los Guzmanes, en el Realejo.
Abandonamos el Realejo por la izquierda, hacia el norte, por la calle dedicada al científico Isaac Peral, y a los pocos metros, en el número 5, una antigua portada renacentista con la fecha de 1547 grabada en el dintel, y sobre él una ventana enmarcada, nos indica dónde estuvo el palacio de la familia de los Argote, linaje de donde procedía el insigne poeta Luis de Góngora. Solo queda la portada.

Portada de la Casa de los Argote (1547)
En el cruce del Buen Suceso, giramos a la izquierda por la del Arroyo de San Andrés, denominada así por ser por aquí por donde pasaba el arroyo, posteriormente canalizado, de su nombre. Dejamos a nuestra derecha las calles de Hinojo y Parras, donde hay muy hermosos patios, para coger la siguiente, la de Muñoz Capilla, y allí, a su final, la llamada Casa Azul, que fuera Casa-museo del artista Salvador Morera, y casi frente a ella el Monumento a la Paz, obra suya.

Monumento a la Paz, de Salvador Morera.
Enfrente, hacia el norte, las rejas de uno de los patios del antes comentado Palacio de Viana, con ventanas con cornisas de potentes modillones, dan nombre a la calle por la que ahora nos introducimos. Se trata de una reforma de 1624, de estilo manierista, que se concibe a modo de escenario de demostración al exterior, en combinación con el patio que guarda.

Patio de las Rejas, del Palacio de Viana .
Continuando por esta calle, dirección levante, entraremos unos metros por la calle Zarco hasta encontrarnos con la fachada del que un día fue, allá por los años 50 del siglo XX, piscina de mujeres, y hoy es el cine de verano Olimpia, uno de los que aún quedan en la ciudad, y donde se respira el aroma y el frescor de las noches del verano andaluz. Es toda una delicia disfrutar de este lugar.

Cine Olimpia. Sobre él, la torre de Santa Marina.
De regreso a la Calle Rejas de Don Gome, y retomando la dirección hacia levante, pronto a nuestra derecha se abrirá una placita cuadrada, en cuyo lado oriental aún pervive la Taberna de las Beatillas, una de las tantas que hacen válido aquel dicho: "Córdoba, ciudad bravía, que entre viejas y modernas, tiene más de trescientas tabernas y una sola librería".

Solo un salto más allá por el camino que estamos llevando, la Plaza de San Agustín es lugar de encuentro de los vecinos, y donde se celebran desde antaño las verbenas de disfraces por el Carnaval. La plaza, hoy recién inaugurada su necesitada remodelación, fue palmeral interior de hermoso porte (hoy ya no), y aún mantiene la estatua que Córdoba le levantó al compositor Ramón Medina, autor de muchas canciones populares locales.

Plaza de San Agustín.
Pero lo más destacado de la plaza es, sin duda, la Iglesia de San Agustín (*), una de las mejores muestras del manierismo andaluz. Aunque la construcción original data de 1328, casi todo lo que actualmente se ve es de los primeros años del siglo XVII. Destacan la portada, con vestigios del siglo XV, la bóveda ovoide, de la época medieval pero decorada, la bóveda central, de cañón, y las laterales, con magnífica pinturas al fresco, obras del pintor Juan Luis Zambrano. Toda la ornamentación está compuesta por yeserías, lunetos y crestería barroca formando un espectacular conjunto artístico. Como colofón, y desde 2014, se encuentra de nuevo en esta iglesia la que es considerada como obra cumbre de la imaginería andaluza, creación del escultor cordobés Juan de Mesa y Velasco; la Virgen de las Angustias (*), una auténtica maravilla escultórica, última obra del artista, de 1627, después de varias decenas de años en la Iglesia de San Pablo.

Iglesia de San Agustín
La espadaña de esta iglesia, que se puede ver desde muchos puntos de la ciudad, nos marca el lugar de este castizo barrio, padre de los mejores carnavales que se recuerdan, en los tiempos en los que la represión política, allá por los años 40, 50, 60 y 70 del siglo XX, hacía aún más deseada la fiesta. Si la Chicharito y la Paquera volvieran a nacer, probablemente lo harían muy cerca de este lugar, donde más libres se sintieron.

Giramos ahora a la derecha, hacia el sur, por la Calle de Jesús Nazareno hasta la Plaza del Padre Cristóbal de Santa Catalina, personaje católico del XVII con estatua propia in situ obra de Antonio Gallardo en 1989, y que fue el fundador del Hospital de Jesús Nazareno, cuya portada de piedra da a un lado de la plaza. Del edificio, muy reformado, aunque con origen en el siglo XVI, del que queda poco, habría que dar importancia sobre todo a su patrimonio pictórico, con obras de Antonio del Castillo (Coronación de la Virgen, 1651), Cristóbal Vela, Antonio Palomino, Antonio Torrado o Van Dick, y la imaginería, en especial las imágenes anónimas de Jesús Nazareno (*), del siglo XVI, y María Santísima Nazarena (*), del XVIII, de estética italiana.

Plaza del Padre Cristóbal, con su estatua, y portada neoclásica de Jesús Nazareno.
Damos la vuelta a deshacer nuestros pasos para meternos ahora por la primera calleja a nuestra derecha, dedicada al sacerdote católico Mariano Amaya Castellano, muerto en 1921, y salimos al rincón del Pozanco, lugar de Cruz de Mayo y Patio, presidido por un pozo, dando al conjunto un peculiar aspecto.

El Pozanco
La calle se va, poco a poco, transformando en plazuela, en cuyo lado oriental, en el número 13, se ve una antigua fachada que fuera la de las Escuelas Pías, y algo más adelante, en un quiebro extraño, se sale de nuevo a San Agustín, pero a la parte que es calle, y no ya plaza. Un toma y daca constante de callejas y plazuelas.

Escuelas Pías del Pozanco.
Hacia el norte, dejando por ahora a la derecha la Calle Montero, la del Obispo López Criado se llamó antiguamente del Dormitorio, porque era a este lado adonde daban los dormitorios de los monjes de San Agustín, aunque ya del convento solo queda la iglesia, antes descrita. Siempre ha sido una calle muy bulliciosa y comercial, y una de las principales de este popular barrio. Al llegar al final de ella, el cruce con las calles de los Moriscos, de Cárcamo y de Costanillas, tiene su sello muy particular con una coqueta fuente en la pared frente a nuestros pasos. Se trata de la Fuente de la Piedra Escrita, que data de 1721, y que se concibe a modo de retablo barroco, con estípites apoyados en figuras de león que salen de la taza, forman arco mixtilíneo y sujetan frontón con uno de los escudos de la ciudad y la placa con la inscripción por la que se le denomina así.

Fuente de la Piedra Escrita, al final de la Calle Obispo López Criado.
Hacia el este, la Calle de las Costanillas da nombre también a todo el conjunto urbano que la rodea, como una especie de barrio dentro de otro barrio. "Es por las Costanillas..." se suele decir cuando se quiere ubicar un punto concreto de la zona. La calle es una de las más reconocidas, aunque durante muchos siglos haya sido lugar donde habitara la pobreza, y sus casas fueran las menos favorecidas. Afortunadamente, hoy las casas, sin dejar perder ese aspecto popular y castizo, guardan frescos y vistosos patios, las construcciones son de mejor calidad y en las calles no se ven "...las gallinas, las bestias, y aún algunas veces los cerdos..." como nos cuenta Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba (1873).

Calle de las Costanillas.
Antes de girar a la derecha por la Calle Hornillo, vamos a avanzar un poco hasta la Calle de Juan Tocino, para ver, hacia su mitad la conocida como Torre de los Perdigones, que es lo que queda de una fundición de plomo que hacía precisamente esa munición. El proceso consistía en dejar caer el metal líquido por un tamiz, creando una lluvia de bolitas de plomo que se solidificaban al llegar abajo. Las ventanas laterales hacían la función de refresco del metal que caía.

Torre de los Perdigones (siglo XIX)
Regresamos para continuar callejeando por este barrio de tanto sabor, penetrando primero por la Calle del Hornillo y tomando después la primera a la derecha, la de Simancas, que nos lleva hasta la Plaza del Huerto Hundido, lugar de encuentro de celebraciones, en especial la Cruz de Mayo, y llamado así por uno que hubo, cuyas tapias se derrumbaron allá por el siglo XVIII. Abandonamos la plazuela por el sur, girando a la izquierda ya dentro de la Calle Humosa, y luego a la derecha por la de Montañas, nombrada así porque hasta ella llegaba el Hospital de San Martín, del que hoy queda solo una discreta ermita dedicada a la Virgen de las Montañas y que se encuentra, en no muy buen estado, unos metros más arriba dando fachada a la Calle Montero, que es donde desembocamos. Desde aquí, la vista de la espadaña de la Iglesia de San Agustín, antes comentada, es hermosa.

Calle Montero. Espadaña de San Agustín al fondo y a la derecha la Ermita de la Virgen de las Montañas.
Al llegar a la Calle Montero no queda más remedio que volver a acordarnos del Carnaval de Córdoba, ya que esta calle es su "espina dorsal", la pasarela en la que lucen sus disfraces los amantes de esta fiesta. En dirección este, tomaremos ahora la primera a la izquierda, la Calle Rivas y Palma. Por toda la zona, por todo el barrio, o mejor, por todo el Casco Histórico de Córdoba, podemos encontrar algún patio encerrado tras una cancela, así que habremos de tener ojo avizor en todo momento. Al final de la calle giramos a la derecha para entrar de nuevo, ahora por el segundo tramo de la Calle de las Costanillas, término que al parecer significa "cuestezuelas", pero que no da la impresión de que estas existan. Pocas casas antiguas quedan ya en esta parte, pero las nuevas mantienen más o menos una uniformidad estética.

Al final de la calle, antes de girar a la izquierda por unas casas nuevas ajardinadas, vamos a rebordear por la derecha, al fondo, para entrar unos metros en la siguiente e intentar acceder a uno de los patios más emblemáticos de la ciudad, situado en el número 11 de la Calle San Juan de Palomares (*). Hoy en día ya no es un patio privado, y pertenece a la Asociación de Cuidadores de Patios, Rejas y Balcones "Claveles y Gitanillas", que lo mantienen tal como siempre fue.

Patio de San Juan de Palomares, 11
Volvamos de nuevo a las Costanillas para, a través de alguno de los pasajes de las casas adosadas de la acera norte, dedicados a famosos piconeros del barrio, llegar hasta el Jardín de los Poetas (1992) con un diseño neomudéjar, cuyo lado oriental lo cierra el interior del extenso lienzo de las murallas almorávides, que vamos a observar primero saliendo por una puertezuela abierta con la intención de unir peatonalmente la zona con la Ronda del Marrubial.

Muralla almorávide desde el interior (siglo XI)
Una vez fuera, la Ronda del Marrubial fue llamada así por haber sido extenso campo de marrubios, y a la zona se le conoce como la Fuensantilla porque en el lugar hubo una fuente romana que se abastecía del Acueducto Aqua Nova Domitiana Augusta, y a ella cuenta la leyenda que iban a por agua los patronos mártires católicos Acisclo y Victoria, por lo que la nombraron "santa". Luego del descubrimiento de la Virgen de la Fuensanta, que veremos en otro capítulo, pasó a llamársele de la Fuensantilla. De todo ello nada queda, al menos a la vista. A la zona que ocupó el Cuartel de Alfonso XII, de Lepanto o de la Reina, en la parte más al sur, hoy Biblioteca Municipal y otros edificios públicos, se le llamó el Quemadero del Marrubial, pues fue usado por la Inquisición para sus "actividades".

En todo el lado occidental de la calle se levantan las conocidas como Murallas del Marrubial (*), construidas en el siglo XI. Son casi 400 metros de longitud que quedan en este lado de la muralla andalusí de la que cercaba todo el arrabal de la Axerquía. Está fabricada en tapial, presenta torreones adosados y pudo estar coronada por almenas, además de tener foso y barbacana, que hoy no conserva, al menos a la vista. Quizás una adecuada intervención arqueológica pudiera recuperarla.

Parte del la muralla almorávide del Marrubial (necesitada de restauración, hoy 2016)
Volviendo al Jardín de los Poetas, es hora, quizás, de detener los pasos y deleitarse con el sonido del agua y el aroma y frescor de las plantas. Diseñados, como se ha dicho antes, en estilo neomudéjar, se componen por una parte baja con estanque central, y otra alta con asiento corrido y baranda de hierro. En un lado, la pintura mural de José Duarte Montilla, que perteneció al grupo de artistas de la ciudad conocido como el Equipo 57.

Jardín de los Poetas.
Por la parte alta del jardín salimos a un espacio donde se juntan en el cruce llamado de la Fuensantilla las grandes avenidas de las rondas que un tiempo fueron las que circunvalaban la ciudad, entonces amurallada, y hoy han quedado como arterias de flujo de tráfico rápido. Nosotros, sin embargo, huimos de ellas y nos adentramos a nuestra izquierda, por la Calle de Fernando de Lara, que corresponde con la trasera del antiguo Hospital de la Misericordia, o de los Locos, que se adosaba desde el exterior con la muralla almorávide, que comienza aquí su desarrollo por la parte norte hacia poniente, en un incansable zigzag para amoldarse al terreno. Hoy, en el solar de dicho hospital se alzan unos edificios con jardín que allí se encuentran, y los restos de muralla los podemos ver en la calle que vamos recorriendo.

Muralla de la Calle Fernando de Lara.
Dirección a poniente, se llega al encuentro entre la calle que recorremos, la de Cárcamo, la de Muro de la Misericordia y el Jardín de Cristo, lugar donde estaba una de las puertas que tuvo la ciudad, llamada Excusada, Quemada, de Alquerque o de la Misericordia, cuya situación y forma exactas aún no se conocen a ciencia cierta hoy en día, en espera de algún estudio arqueológico que en el futuro nos lo pueda aclarar.

Lugar donde pudo estar la Puerta Excusada, y muralla almorávide de la Calle Muro de la Misericordia.
En la Calle Muro de la Misericordia, siguiendo hacia poniente, se ven aparejos de la antigua muralla almorávide en la acera de la derecha, siguiendo los mismos patrones constructivos de toda la fortaleza del barrio. Continúa la muralla por ese lado, amoldándose al terreno, de la que hoy en día solo quedarán sus cimientos tras las casas, muy pocas de las cuales aún guardan la tipología de casa humilde de barrio industrial.

Casas de la Calle Muro de la Misercordia (a la derecha una de las pocas antiguas que quedan).
Seguimos por la calle Muro de la Misericordia en dirección oeste, en el borde más al norte del barrio de la Axerquía, hasta su final, donde giraremos a la derecha por la estrecha Calle Valencia, hasta arribar a un recoleto jardín de moderna apertura, en el que volvemos a encontrarnos con la inquieta línea de muralla norte, medio escondida tras las construcciones de nueva factura.

Muralla norte de la Axerquía.
Por el pasaje que se abre al norte de la calle dedicada al escritor y pensador Vicente Blasco Ibáñez, saldremos del antiguo recinto amurallado a la Avenida de las Ollerías, llamada así por ser el lugar donde se encontraban, desde época medieval, las más importantes industrias de elaboración de ollas de barro y demás enseres, entre otros centros productivos. Desde aquí, al otro lado de la calle se observa el principio de los románticos jardines de la Cuesta de San Cayetano, hacia donde procuraremos cruzar.

Cuesta de San Cayetano
Subiendo por la Cuesta de San Cayetano, habremos de acordarnos de que aquello fue cementerio provisional en el siglo XIX, mientras se terminaban de construir los de la Salud y San Rafael, y que incluso antes ya lo fue en época romana. En la parte alta de la cuesta, y aprovechándose de su privilegiada situación, la Iglesia de San Cayetano (*), que es lo que queda del antiguo convento carmelitano de San José (1613), presenta una atractiva fachada de composición serliana, remate en hastial y espadaña barroca. En su interior, unas espectaculares pinturas murales, datadas en 1725, cubren completamente la bóveda de cañón con lunetos, el crucero con cúpula sobre pechinas, y las capillas laterales, dando lugar a un efecto decorativo cargado de motivos vegetales, conchas, cartelas, figurillas,... muy del gusto de la época en que se construyó. A destacar también son algunas pinturas y esculturas de finales del siglo XVII, el retablo, de la misma época, y la obra anónima, del taller del afamado escultor Pedro de Mena, de la imagen de Jesús Caído (1670).

Iglesia de San Cayetano
De vuelta por el mismo camino, penetraremos de nuevo en el viario del arrabal de la Axerquía por una cuesta abajo donde encontraremos los restos de la antigua puerta medieval llamada del Colodro, en honor al almogávar Alvar Colodro, quien el 24 de enero de 1236 fue el primero en asaltar la muralla de la ciudad por esta puerta, comenzando así la conquista castellana de la ciudad a los andalusíes, que acabaría el 29 de junio.

Restos de la Puerta del Colodro (torre adosada y vano de entrada)
Casi dejándonos caer por las fuerzas de la gravedad y de la inercia, al igual que hacían las aguas que aquí se remansaban dando lugar al motivo principal de su nombre, desembocaremos en una interesante plaza, casi regular, presidida por el busto de Manolete (Juan de Ávalos, 1948), pues en ella vivió el tan recordado diestro cordobés, y un interesante jardín, rodeado de pavimento de bolo del Guadalquivir y con seis altivas palmeras colocadas a modo de custodia. Se trata de la Plaza de la Lagunilla, lugar de solera en este hermoso barrio de Santa Marina, que en su rincón suroccidental tiene la puerta de entrada a prácticamente la única casa de paso que queda en Córdoba, de las tantas que había, que unían dos calles, y que combinaban lo privado con lo público, sirviendo de paso de una a otra, pues la casa se situaba justo entre las dos calles.

Plaza de la Lagunilla.
Monumento a Manolete. Plaza de la Lagunilla.
Al salir de la plaza, en la esquina con la Calle Mayor de Santa Marina, una pequeña portada barroca supone el ingreso a la Ermita de Acisclo y Victoria, patronos católicos de la ciudad, siendo, supuestamente, la que fuera casa de los denominados mártires, aunque todo el conjunto es obra reconstruida en el siglo XVIII sobre la ermita original del siglo XVI. El altar mayor aloja las pinturas de los titulares que Cristóbal Vela hiciera en 1645 para el altar mayor de la catedral, pero que trajeron aquí en 1713.


Ermita de Acisclo y Victoria (Siglo XVIII)
Si por casualidad nos encontramos en primavera, el paseo hacia el sur por la Calle Mayor de Santa Marina, al igual que otras muchas calles de la ciudad, estará empalagado por el sabor, tanto o más que olor, del azahar, flor del naranjo y limonero que aquí inunda de forma especial el ambiente.

Hacia la mitad de la calle, a la derecha, entrando en la Calle Marroquíes, en el número 6 (*), se encuentra uno de los patios más premiados a lo largo de la historia del Concurso anual, construido en 1928. Se trata de una especie de casa de vecinos en forma de urbanización interior, donde se organizan calles alrededor de una construcción central, y estas a su vez se ven rodeadas por una crujía perimetral, donde se encuentran lavaderos y otros lugares comunes.

Patio-urbanización Calle Marroquíes, 6 (1928)
Volviendo a la Calle Mayor de Santa Marina, continuaremos hacia el sur hasta llegar al lateral noroccidental de la Iglesia de Santa Marina de Aguas Santas (*), que da nombre a toda la zona. En este lado podemos deleitarnos con una portada lateral de estilo gótico con cuerpo muy apuntado y agujas decoradas con puntas de diamante, que guardan una serie de arcos abocinados sobre los cuales se halla una hornacina con escultura. Una arcaica composición de mucho carácter.

Portada gótica de Santa Marina.
Un poco más al sur se encuentra la entrada principal, de cuya fachada destacan los potentes contrafuertes que enmarcan a la abocinada portada y sobre la que luce un rosetón. La iglesia fue una de las que fundaron los castellanos tras la conquista de la ciudad a los andalusíes en 1236, y en su interior cabría destacar su planta gótico-mudéjar, con peculiar artesonado en la nave principal y la hermosa Capilla de los Orozco (1419), hoy sacristía, con una portada de yeserías mudéjares en arco apuntado y angrelado, decoración inspirada en la Capilla Real de la Mezquita-Catedral, planta cuadrada y bóveda ochavada sobre trompas. La torre, de robusto aspecto, es obra de Hernán Ruíz el Joven.

Fachada principal de la Iglesia de Santa Marina de Aguas Santas (siglo XIII)
Iglesia de Santa Marina, y torre renacentista.
Frente a la fachada principal de Santa Marina, la Plaza del Conde de Priego cobija un nuevo monumento que Córdoba dedica al torero Manolete, obra esta de Manuel Álvarez Laviada (1956), y se sitúa donde un día estuvo el hoy ya desaparecido principal Palacio de los Conde de Priego, cuya leyenda de celos y asesinatos inspiró a Lope de Vega su novela Los Comendadores de Córdoba (1609). En el lado sur de la plaza podremos observar la fachada norte del Convento de Santa Isabel, que veremos más adelante.

Plaza del Conde de Priego y Monumento a Manolete (1956)
Salimos de la plaza para bordear el lateral sureste de la iglesia, cercano a la torre, para asomarnos a un grupo de calles que allí se encuentran y bifurcan. Por un lado, el ábside exterior de la propia iglesia, detrás de la base de la torre; por otro, hacia el sureste, las típicas calles Zarco y Morales, de las que ya hablamos anteriormente, con hermosos patios tras sus rejas y puertas; y al noreste por la calle Tafures, donde además de los omnipresentes patios, se suman las fachadas, rejas y balcones, repletas de flores casi todo el año, no solo en primavera. Dar un salto a este rincón es siempre una delicia. Volvemos hasta la portada de la iglesia de Santa Marina, para dirigirnos hacia el sur.

Calle Tafures
La calle que ahora cogemos toma nombre del Convento de Santa Isabel, que se nos queda a nuestra derecha, y cuya portada principal, de finales del siglo XVII, se abre a una plazuela que allí se forma. Da acceso al compás con galerías y portada de la propia iglesia, de 1576. Fundado en el siglo XV, de aquella época queda poco, pero sí tiene el edificio interés artístico, sobre todo con su bóveda esquilfada, obra de Juan de Ochoa, en 1583, y terminada en 1660 por Sebastián Vidal y Bernabé Gómez del Río, y el relieve del retablo mayor, obra de Pedro Roldán (1682)

Portada del Convento de Santa Isabel (siglo XVII)
Al poco subiremos ahora por la calle dedicada a la monja y doctora Isabel Losa (1473-1546), dejando a la derecha casas construidas en lo que fuera parte del convento anteriormente visitado, y a la izquierda la Calle Imágenes, también comentada con anterioridad, hasta llegar a una plaza que se forma en la confluencia de varias calles, y que fue donde estuvo la Puerta del Rincón, llamada así con buen criterio pues eso es lo que formaban las lineas de muralla que venían desde el Campo de la Merced, allá arriba, en la cuesta, para juntarse aquí. De aquella puerta medieval nada queda, pero de parte de la muralla sí, sobre todo la torre, de procedencia romana, aunque reformada posteriormente, que se sitúa en lo que fuera esquina de la Ciudadela, Medina o Villa, y que hoy es parte del Convento de los Capuchinos.

Torre y muralla romana de la Puerta del Rincón.
De reciente aparición es la estatua dedicada a Los Cuidadores de los Patios de Córdoba (2014), que se encuentra cercana a la torre, y que es obra del escultor José Manuel Belmonte.

Monumento a los Cuidadores de los Patios Cordobeses (2014)
Nos dirigiremos ahora hacia el norte por la callejuela que en el rincón de la plaza allí formada se abre y que tiene el nombre de Adarve, precisamente llamada así por encontrarse en ella parte de la muralla de la Axerquía, en su lado occidental.

Parte de la muralla almorávide de la Calle Adarve (siglo XI)
Al final de esta calle, en su extremo norte, se halla la conocida como Torre de la Malmuerta (*) Su nombre procede de una leyenda popular en la que el final de su protagonista es una injusta muerte, aunque lo cierto es que se trata de una torre defensiva albarrana, o sea unida a la muralla mediante un puente sobre arco, construida en 1408 sobre otra anterior de época andalusí. De planta octogonal, es maciza hasta el acceso a la única sala que tiene, que posee bóveda esquilfada. A lo largo de los siglos, esta sala ha sido utilizada como prisión de nobles, lugar de fumigación en época de epidemias, como observatorio astronómico en el siglo XVIII, como polvorín en el siglo XIX, y como sede de la Delegación Cordobesa de Ajedrez en el siglo XX.

Torre de la Malmuerta (1408)
Tras pasar por debajo del arco, donde se encuentra una inscripción de su inauguración (que por cierto si se es capaz de leer pasando a galope a caballo, la torre se derrumbará y se convertirá en un flamante tesoro para el que lo logre, según dice la leyenda), a la derecha aún se ve un lienzo de la muralla a la que se une, detrás de la cual se encuentra la Facultad de Ciencias del Trabajo, que se ha integrado en el entorno.

Facultad de Ciencias del Trabajo, junto a la Torre de la Malmuerta
Al otro lado de la Avenida de las Ollerías, donde nos encontramos, podemos ver cómo se alza desde el centro de la Plaza de la Flor del Olivo, el conocido como Chimeneón de Carbonell, resto de la antigua fábrica de aceites San Antonio, propiedad de la empresa Carbonell, que estaba situada en este mismo lugar. Vestigio de la expansión industrial en esta zona, la chimenea fue construida por el arquitecto Adolfo Castiñeyra en 1903, en estilo neomudéjar.

El Chimeneón
Acabando ya el recorrido, hacia poniente, por la Avenida de los Molinos, los actuales modernos y altos edificios parecen desafiar a la mismísima Torre de la Malmuerta, y aunque ya de aquello nada queda, la verdad es que estamos pasando por un antiguo barrio conocido desde hace siglos como el Barrio del Matadero, por situarse en él dicha instalación, y que ha tenido siempre mucha relación con la tauromaquia, pues aquí venían a practicar con las vacas antes de que fueran sacrificadas las reses. De hecho, dos calles aún hacen referencia a dos afamados toreros cordobeses: Lagartijo y Guerrita.

En el lugar llamado Los Llanos del Pretorio se encuentra en bronce la copia de la escultura que el zamorano Eduardo Barrón hizo en 1904, de Séneca y Nerón, y cuyo original estuvo en el Ayuntamiento de la ciudad durante muchos años hasta que se devolvió, y hoy se disfruta en el Museo de Zamora.

Miniatura de la copia en bronce de "Séneca y Nerón", de Eduardo Barrón (Museo de Zamora)
Fin del cuarto capítulo (El Trascastillo y al norte de la castiza Axerquía), de la serie Conociendo Córdoba.

Recorrido propuesto
Todas las fotos son del autor, salvo las que oportunamente se indican.

Conociendo Córdoba. 5. Santiago, el barrio mozárabe y al-Mugira.

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Iglesia de San Lorenzo, sobre los restos de la mezquita de al-Mugira.
INTRODUCCIÓN A LA SERIE:

La serie "Conociendo Córdoba" la componen varios artículos que describen el urbanismo, el caserío y los hitos que uno se puede encontrar paseando por las calles y plazas de esta milenaria ciudad. No se trata de una guía turística propiamente dicha, y de hecho, no está dirigida al turista en sí, a quien emplazo, por otro lado, a contactar con agentes y empresas profesionalizadas del sector, que le darán más cumplida información que esta que aquí se encuentra; sino más bien a aquellos autóctonos y residentes que suelen "pasear y pasar" por estas calles sin detenerse a contemplar con más detenimiento y con más curiosidad el entorno que les rodea. He pretendido dar una información muy sucinta, simplemente interesante, para no caer en la pesadez del exceso de datos, para lo cual procuro colocar algún enlace que lo complete, si el lector considera oportuno. Para un mejor desarrollo de los paseos o rutas, he cuarteado el recinto histórico de la ciudad en tantos cuarteles como paseos he considerado para una mejor comprensión, siendo cada uno de ellos una ruta "circular" con inicio y fin en el mismo punto. Por último, me he permitido la osadía de clasificar con una estrella (*) algunos lugares o sitios concretos donde he creído que merece la pena llamar la atención del lector por su importancia histórica o artística, y siempre bajo mi propio criterio, que no deja de ser un criterio más dentro del mundo de los gustos. No trae esta serie de artículos nada nuevo de lo que ya se conoce, pero pretende ser una herramienta útil y práctica para un mejor conocimiento del entorno histórico-artístico que compone el enorme "casco viejo" de esta ciudad mía, y suya. Espero que les guste.

Capítulo 1: Al-Ándalus, Sefarad y Castilla.
Capítulo 2: La zona comercial medieval.
Capítulo 3: Colonia Patricia; del anfiteatro al circo.
Capítulo 4: El Trascastillo y al norte de la castiza Axerquía

INTRODUCCIÓN AL CAPÍTULO 5:

Sugiere este capítulo un recorrido por el extremo sureste del extenso casco histórico de Córdoba, parte también del arrabal de la Axerquía que fuera amurallado por los almorávides en el siglo XI, tras la desmembración del Califato de Córdoba (entonces Qurtuba) y la guerra civil que conllevó. Desde el borde del Guadalquivir, entramos en la zona por Santiago, un barrio que estuvo tradicionalmente habitado por labradores y alfareros, y donde se hallaba el Convento de los Caballeros de su propio nombre, del que nos ha quedado algo. Al poco, seguimos por el de San Pedro, que fue el barrio mozárabe de la ciudad, donde tuvieron refugio los cristianos en la época andalusí, agrupados alrededor de su iglesia que bien podría ser su más reconocida catedral hoy en día. Por el de la Magdalena nos dirigiremos hasta el barrio andalusí de al-Mugira, actual San Lorenzo, sabiendo que los patios de las casas se esconden tras las fachadas blancas entre calles estrechas y recoletas plazas, y continuaremos hasta tocar la ya desaparecida Puerta de Plasencia, salida de la antigua Vía Augusta, para regresar bordeando la muralla hasta las hazas de la Fuensanta.

5.- SANTIAGO, EL BARRIO MOZÁRABE Y AL-MUGIRA.

Desde el Balcón del Guadalquivir, unos jardines creados en la margen derecha del río en el año 2004, las vistas de la zona monumental y del propio río son muy atractivas.

Vistas de la Mezquita-Catedral desde el Balcón del Guadalquivir.
En el centro de ellos, sobre un promontorio, destaca el avión Douglas DC-7 fabricado en 1958, y que fue cedido por su propietario y trasladado hasta aquí en 2011 desde el aeropuerto de Córdoba, donde estaba abandonado. A día de hoy, todavía está pendiente darle un uso más concreto.

Avión DC-7 en los Jardines del Balcón del Guadalquivir.
Hacia el norte, por la misma ribera, podemos observar las aguas del Baetis romano, Wad el-Kebir andalusí, y Guadalquivir actual (el río grande), con sus considerables diferencias de caudal a lo largo del año; ese que Luis de Góngora y Argote lo describiera como "...gran rey de Andalucía, de arenas nobles, ya que no doradas". Hubo un tiempo (entre los años 1950 y 1970) en que esta zona se convirtió en la playa de la ciudad, que a falta de mar, se conformó con sus frescas aguas.

Playa de Córdoba años 1960. Foto de Ladis (tomada de elmarginador.blogspot.com, subida por LoloCórdoba)
Algo más arriba, el Molino de Martos (Museo Hidráulico), es una magnífica representación del funcionamiento de las aceñas que se situaban en el Guadalquivir para aprovechar la fuerza de sus aguas en trabajos mecánicos. Posiblemente de época andalusí, está muy reformado posteriormente, pero aún mantiene elementos antiguos que merecen ser destacados. Durante un tiempo este edificio fue utilizado como acceso a la antes comentada playa del río, y como vestuario de la misma. Su nombre se debe a que estaba cercano a la Puerta mismo nombre, que a su vez se llamó así por ser por la que penetró el adalid Alvar Pérez de Castro con sus tropas procedentes de este pueblo jiennense en 1236 para conquistar a los andalusíes la ciudad. O al menos, eso dice la tradición.

Molino de Martos, actual Museo Hidráulico.
Justo enfrente, ya nos habrá llamado la atención antes con seguridad una pequeña construcción religiosa neogótica. Se trata de la Ermita de los Santos Mártires, construida en 1881 en el lugar que ocupó el convento de la misma advocación y que fue demolido por ruinoso en el siglo XIX. Está dedicada a los mártires católicos Acisclo y Victoria, que vivieron en la ciudad en el momento del cambio de siglo entre el III y el IV.

Ermita de los Mártires (siglo XIX)
En la otra acera, algo más hacia el este, penetramos en el callejero del Barrio de Santiago por la Calle del Tinte, llamada así muy probablemente por tener relación con los trabajos de teñir la ropa que se realizaban por la zona. Desembocamos en la antigua Calle del Sol, hoy dedicada al sacerdote católico Agustín Moreno (1810-1883), una de las vías más importantes de la ciudad en la Edad Media, que conectaba a los que venían desde la Meseta con el Puente Romano, para atravesar el Guadalquivir y dirigirse al valle y la campiña, o viceversa. Quizás por ese motivo, existen en esta calle varios lugares de interés que habremos de comentar.

En primer lugar, en la acera de la derecha, la Casa del Marqués de Benamejí (siglo XVIII), hoy Escuela de Artes y Oficios, es reformada en 1874 por Rafael de Luque y Lubián, dejando una sencilla fachada ecléctica que destaca dentro del conjunto de casas que la rodean. En el interior conserva jardines y patio de carruajes, entre otros elementos más antiguos. Como anécdota, sirvió de decorado virtual al escritor Pío Baroja (1872-1956) para su novela "La Feria de los Discretos" (1905), ambientada en Córdoba.

Casa del Marqués de Benamejí
Casa del Marqués de Benamejí. Detalle de la fachada, de 1874.
Frente a ella, la casa número 34 posee una decoración renacentista, a base del recurso típico llamado "de galleta", siendo original la ventana, y reconstruida la parte inferior de la portada siguiendo el modelo que tuvo en su momento. Se trata de otra casa perteneciente al mayorazgo del Marqués de la Vega Armijo, construida esta en el año 1520. En el siglo XIX fue fábrica de tejidos.

Casa del mayorazgo del Marqués de la Vega Armijo (1520)
Unos metros más hacia poniente se forma plaza regular cuyo principal edificio tiene fachada en su lado sur, en el que se ven dos portadas adinteladas con los escudos de los Condes de Valdelasgranas, que dan nombre a la plaza. Hoy es colegio. La puerta de la izquierda es la original y siendo colegio, un día fue por la que entraban los niños, mientras que la de la derecha, que es copia, lo hacían las niñas, estando también en su interior separadas las clases y los patios. Antes de colegio fue casa de vecinos, antes palacio de los Condes de Gavia, y antes lo fue de los de Valdelasgranas, ya comentados. Pero aún antes de aquello fue el Convento de los Caballeros de Santiago, instalados aquí en 1295. Lo más antiguo que se reconoce del edificio son unos arcos angrelados y apuntados sobre soportes ochavados, de estética mudéjar, que hay en sus patios, y que proceden de finales del siglo XIV.

Antiguo Convento de los Caballeros de Santiago.
En este barrio, como en los que vamos a visitar posteriormente, así como en el resto del casco histórico de la ciudad, y aún fuera de él, habrá que estar pendiente de la posibilidad de echar un vistazo a algún que otro patio típico que pueda verse, siempre con la complicidad del propietario y el respeto a su intimidad, aunque sea fuera del Concurso de Patios, Rejas y Balcones que cada año se celebra en la ciudad por el mes de mayo.

Siguiendo hacia poniente por la Calle Agustín Moreno, o del Sol (este último nombre se debe a que la calle se dirige apuntando hacia levante directamente), no daremos demasiados pasos hasta que nos topemos con la Iglesia de Santiago (*), que da nombre al barrio, y que estaba adosada al anteriormente comentado convento de la orden.

En 1990 finalizan las obras de restauración de la iglesia que tras el incendio de 1979 y el derrumbe de 1981 hizo que entrara en estado de ruina. En 1992 se adquirió el baldaquino que luce en el altar mayor, procedente del Pabellón de la Santa Sede de la Exposición Universal de Sevilla de 1992. La fachada que da a la calle Agustín Moreno no es la principal, sino la lateral, compuesta por un pórtico de tres arcos de medio punto, obra del siglo XIX, siendo la principal la que da a la Calle Ronquillo Briceño, del siglo XIV, con un arco apuntado rodeado de arquivoltas, sobre la cual se ve un precioso rosetón abocinado, decorado con puntas de diamante y arquillos de herradura, que no luce por la estrechez de la calle a la que da. La portada de la epístola, hoy de la sacristía, comunicaba la iglesia con el convento de los Caballeros de Santiago. De esta época, más concretamente del siglo XV, es el Cristo de las Penas, obra anónima considerada la más antigua imagen que procesiona en las calles de la ciudad por Semana Santa.

Iglesia de Santiago. Torre-campanario y portada norte (siglo XVIII)

Iglesia de Santiago, fachada principal (siglo XIV). Muy difícil ver sus cualidades desde el nivel del suelo.
La construcción de la iglesia comienza en 1260, y de aquel tiempo mantiene la planta rectangular con triple cabecera con ábsides poligonales, los arcos de medio punto de la nave central y las bóvedas de nervaduras de la sacristía y del ábside de la derecha. Hasta ese año el templo funciona como parroquia desde 1240 en el lugar donde estuviera una antigua mezquita, de la que aún se puede disfrutar parte del alminar del siglo IX (*), considerado el más antiguo de los alminares andalusíes. Destaca de él una ventana geminada de arcos ultrasemicirculares con parteluz.

Interior de Santiago, con el alminar en un lado y al fondo lado interior del rosetón.
Continuando dirección poniente tras la visita a la Iglesia de Santiago, a la derecha serpentea una calle típica del entramado andalusí, uno de sus azucaques y azonaicas, llamada de las Siete Revueltas. Justo al principio de ella, una discreta puerta con reja guarda tras de sí la conocida como Casa de las Campanas (*), construida a mediados del siglo XV en estilo mudéjar con influencia nazarí. Es llamada así por haber sido fundición, y antes palacio de los Duques de Alba y casa de vecinos. Tiene galería de arcos lobulados y de medio punto el central, tras la cual se ve una magnífica portada de arco angrelado decorado con preciosas yeserías de mocárabes y atauriques. Las ventanas geminadas laterales son obra del arquitecto Amadeo Rodríguez, que fue dueño de la vivienda en el siglo XIX.

Galería de la Casa de las Campanas (Siglo XV)

Detalle del arco angrelado de la Casa de las Campanas (Siglo XV)
Retornamos a la Calle del Sol, o de Agustín Moreno, para continuar dirección poniente. Llaman la atención algunas portadas de las casas que aquí se encuentran, algunas restauradas e incorporadas en edificios más contemporáneos, y otras no tanto. De entre ellas, merecen la pena pararse a observar la número 18, de estilo barroco, adintelada, con frontón partido y escudo; la número 9, del siglo XVI, perteneciente a la familia de los Benavides, cuyo escudo se ve en la clave de la portada; y la número 7, construida en 1807.

Casa barroca de la Calle Agustín Moreno, 18.
Casa de los Benavides, del siglo XVI.
Casa Calle Agustín Moreno número 7, del siglo XIX.
Casi frente a esta última casa está la puerta de entrada al antiguo Convento de la Santa Cruz (*), fundado en 1464. Su exterior está compuesto por un muro sin aperturas, roto por una portada de acceso con columnas y frontón triangular. Al fondo, el atrio de acceso a la iglesia medieval cubierta con bóvedas de crucería y decoración barroca. Destacan de la iglesia y de todo el conjunto conventual los originales azulejos del siglo XVII, los artesonados renacentistas y mudéjares de los coros y el mirador, el antiguo dormitorio, con claustro con columnas de acarreo, la capilla barroca, la antigua portería, de estilo gótico, y una serie de dependencias barrocas agregadas al convento, como corrales de vecinos, patios y restos de viviendas pintadas con murales, placas y decoración barroca, dando al edificio conventual una valía artística que va desde los siglos XV al XVIII.

Portada de ingreso al Convento de la Santa Cruz (siglos XV-XVIII)
Solo unos metros más adelante, pero en la acera de enfrente, sobrevive a duras penas la portada manierista obrada por Jerónimo Ordoñez en 1580 para el Hospital de los Ríos, fundado por Lope Gutiérrez de los Ríos en 1441 como Santa María de los Huérfanos. Se trata de un dintel con columnas jónicas, balcones laterales sobre pilastras y encima los escudos de los Ríos, y una interesante hornacina de media naranja encuadrada por medias columnillas jónicas que apoya sobre el frontón partido central. En el interior, hoy centro de día para personas mayores, el patio principal presenta arcos de medio punto y capiteles de acarreo en un lado, y en la planta alta, arcos rebajados sobre columnas con basa de finales del siglo XVI. El patio de acceso tiene arcos peraltados enmarcados por alfiz.

Portada del Hospital de los Ríos (Jerónimo Ordoñez, 1580)

Vamos a bordear ahora los muros del antiguo convento de la Santa Cruz, antes comentado, girando a la izquierda hacia la calle Valderrama, no sin antes deleitarnos con el hermoso rincón que aquí forma plazuela.

Calle Agustín Moreno, esquina con Calle Valderrama.
Al recorrer la Calle Valderrama, a la izquierda se extiende el muro ciego del antes comentado Convento de la Santa Cruz, siendo este un típico recurso de la arquitectura andalusí cordobesa, muy concienciada en la preservación de la intimidad y la diferenciación de lo público y lo privado.

Al final de la calle, si salimos hacia la Ribera, al frente, lo haremos en un lugar cercano a donde supuestamente se situaba la antigua Puerta de Martos o del Sol, hoy desaparecida, de época medieval y la zona de los pelambres, junto al río, donde se curtían los cueros. Giraremos, sin embargo antes, a la derecha, afrontando desde el este el principio de la Calle de Mucho Trigo, típica de la zona que estamos recorriendo. De ella, dentro de la sencillez de su caserío, quizás fuera conveniente resaltar la llamada como Casa de la Cruz, en el número 24, de la que solo queda su antigua portada, si no fuera porque a uno podrían tacharle de ególatra, pues no en vano fue la casa donde este que les escribe nació hace ya medio siglo. Está protegida por la normativa municipal del Casco Histórico de Córdoba. Así que tengo la excusa perfecta. Ustedes me sabrán disculpar.

Casa de la Cruz, número 24 de la Calle de Mucho Trigo.
Al final de la calle, el encuentro de varias vías forman plazuela denominada de las Cinco Calles, por ser tantas las que se unen en este lugar. Hubo un tiempo en el que, aunque parezca mentira, tuvo coches aparcados en sus lados.

Las Cinco Calles.
Antes de continuar por la ruta, vamos a hacer el esfuerzo de recorrer, ida y vuelta, por la Calle Consolación (a la izquierda, saliendo de Mucho Trigo a las Cinco Calles), hasta llegar a lo que queda de la antigua Iglesia de San Nicolás de la Axerquía, fundada por Fernando III en el siglo XIII sobre una antigua mezquita, reformada en el siglo XVIII, y abandonada en el XIX por ruinosa. Hoy se usa como aparcamiento, y para ver algún resto de ella, aparte de esperar un buen plan de estudio arqueológico, habrá que salirse a la Ribera para ver su portada sur.

Puerta sur de la iglesia de San Nicolás de la Axerquía, vista desde la Ribera.
Regresamos a las Cinco Calles para tomar a la derecha por la de Don Rodrigo, llamada así no por el rey visigodo que perdió su reino en el año 711 en la batalla de Guadalete contra los africanos, sino por un famoso letrado, llamado Rodrigo de la Reguera, que allí vivió. Y quizás su casa fuera, o no, la del número 12, donde actualmente tiene su taller la famosa diseñadora Juana Martín, cuya fachada demuestra su relativa antigüedad y grandeza.

Casa Calle Don Rodrigo, 12
Al llegar a la esquina, girando a la izquierda, estamos entrando en la Plaza de San Pedro, cuyo centro ocupa la pétrea imagen de la Iglesia de San Pedro, de la que hablaremos cuando lleguemos a su portada principal. Lo que ahora nos encontramos es su costado sur, donde se ha colocado la siempre estéticamente discutible estatua dedicada al imaginero cordobés Juan de Mesa y Velasco, bautizado en esta iglesia, y autor de la magnífica obra de la Virgen de las Angustias, considerada obra cumbre de la imaginería barroca andaluza, y a la derecha la parte más ancha de la plaza, donde se situaba el cementerio parroquial, y que hoy es plaza pública.

Escultura a Juan de Mesa junto a la fachada sur de la Iglesia de San Pedro.
Dando a esta plaza se adosan a la iglesia unas dependencias parroquiales que datan de 1864, y que son obra del arquitecto Pedro Nolasco Meléndez. También desde este lado se puede disfrutar de la vista del ábside principal y de la espadaña barroca.

Iglesia de San Pedro, vista trasera desde la plaza que fuera cementerio.
Continuamos bordeando la iglesia por su lado norte hasta llegar a otra plaza, esta de traza regular, que se abre a nuestra derecha, y que lleva el nombre de la Plaza de los Aguayos. En ella, pavimentada con bolo o chino cordobés, tienen portada algunas casas antiguas, de entre las que sobresalen la del número 1, y sobre todo la renacentista perteneciente a la Casa de los Aguayo, hoy Colegio de las Francesas, situada en el frontal. Un alzado alfiz remarca toda la decoración de influencia mudéjar, con líneas zigzagueantes sobre la que se muestra ajimez de dos arcos apuntados, y coronando todo ello los escudos pertenecientes a la familia. Cercano a la dicha portada se levanta un nuevo Triunfo de San Rafael, fechado en 1763. De estilo netamente barroco, destaca de él la verja con columnas en las esquinas, el decorado pedestal y el pilar a manera de estípite invertido.

Plaza de los Aguayos, con el Palacio que le da nombre al fondo y el Triunfo de San Rafael.
Desde el fondo de la plaza hacia el exterior, la vista también es atractiva. Volvamos hacia la Iglesia de San Pedro, dejando atrás la plazuela.

Plaza de los Aguayos, vista desde la puerta del Colegio de las Francesas.
Al llegar a la altura de la iglesia, giraremos a la derecha por la calleja estrecha adonde parecen querer volcarse los muros del histórico templo. Justo aquí podremos ver una de las dos portadas medievales que mantiene el edificio a sus lados, siendo de estilo mudéjar y datada en el siglo XIII. Tiene el nombre de Santa Ana, aunque el pueblo siempre le ha dado a llamar "de la sombra", pues es muy difícil que a ella lleguen los rayos del sol. Justo al otro lado, la otra portada medieval es conocida como la del sol, por mirar hacia el sur, aunque oficialmente es denominada como de Santa Brígida, por el hospital que hubo enfrente, y que hoy ya no existe.

Puerta norte de la Iglesia de San Pedro, del siglo XIII.
Llevamos ya un tiempo hablando de ella, aunque realmente es ahora, al llegar a su portada principal, cuando vamos a profundizar en la descripción de uno de los edificios religiosos más importantes de la ciudad: La Basílica Parroquia de San Pedro Apóstol (*), la que probablemente tenga el máximo de los derechos para ser la Catedral de esta población, si no fuera por otros intereses que se lo impidieron, y que ahora no vienen al caso.

En su solar estuvo el templo mozárabe de los Tres Santos, mártires de época romana que siguieron siendo venerados aquí en la época andalusí. Este barrio, hoy de San Pedro, entonces situado extramuros hasta la construcción de las murallas de la Axerquía en los siglos XI y XII, es la zona en la que permitieron las autoridades andalusíes que viviera la comunidad cristiana, a cambio de impuestos especiales para el mantenimiento de su templo y de la propia comunidad que residió en la barriada.

Tras la conquista castellana en el siglo XIII, se reconstruyó el edificio, y luego se reformó en el XVI, dándole un aspecto más renacentista. Las obras del barroco se centran en la espadaña y en el interior.

Destaca la portada principal, obra de Hernán Ruiz II, y fechada en 1542. Encajada entre los contrafuertes medievales, se compone de un cuerpo bajo con arco central y hornacinas entre columnas jónicas estriadas, asemejando un arco de triunfo, y otro alto a modo de templete palladiano con óculos, sobre el que se asoma un reconstruido rosetón mudéjar. Del interior, aparte las trazas góticas de las naves. la sacristía de Juan de Ochoa (principios del siglo XVII), la Capilla de los Mártires, de Diego de los Reyes (mediados del XVIII), con bóveda semiesférica y el arca de plata con las reliquias, y el retablo mayor, construido por Félix Morales Negrete en 1732, y que está considerado uno de los mejores retablos del barroco cordobés.

Fachada principal de la Iglesia de San Pedro.
Detalle de la portada de la Iglesia de San Pedro.
La dejamos atrás para llegar a la plaza de la Almagra, que se encuentra al finalizar la calle que Córdoba dedica al imaginero Juan de Mesa, antes comentado, y que no es más que un encuentro de calles que proceden de varios lados. Llama la atención la portada de la antigua farmacia de Villegas, que data de 1884.

Farmacia de Villegas.
Hacia el norte nos dirigiremos ahora por la calle Gutiérrez de los Ríos (jurisconsulto fallecido en 1873), conocida como la Calle Almonas por ser el lugar donde se fabricaban los jabones. Siempre fue esta calle muy transitada, ya que une dos barrios y es calle de paso hacia la Corredera, San Pedro y la Ribera. Al llegar a la altura de la Calle Fernán Pérez de Oliva, que se abrirá a nuestra izquierda, vamos a avanzar unos metros hasta llegar a la altura del actual Cine de Verano Coliseo de San Andrés, construido en 1935, para ver al menos su fachada regionalista de portadas simétricas. Al mismo tiempo es urbanización y las ventanas de sus casas dan al interior del propio cine. También tiene un escenario teatral de 1938.

Fachada del Cine de Verano Coliseo San Andrés (1935)
De regreso a la Calle Almonas vamos ahora solo de paso, pues penetramos en la Calle del Duque de la Victoria, donde encontramos la sencilla fachada de piedra de una casa cuyo propietario no he logrado averiguar, y que hoy es un centro de mayores. Pudo tener el palacio su origen en el siglo XVII pero fue muy reformado en el primer tercio del siglo XIX para convertirlo en teatro de aficionados, y a finales del siglo XX para su actual uso.

Fachada del Centro de Mayores de la Calle del Duque de la Victoria (siglo XVII)
Antes de girar a la derecha por la calle de la Encarnación Agustina, vamos a penetrar unos metros por la de Diego Méndez, a la izquierda, hasta llegar a la altura de la casa número 6, que según Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba (1873), nos dice que fue la solariega de los Góngora, sin que haga referencia a la familia del famoso escritor cordobés, sino a otra familia también apellidada así. Destaca la portada manierista de principios del XVII.

Portada manierista de la Casa de los Góngora.
Volvemos para continuar hacia el sur, y a nuestra derecha veremos el actual Colegio Público de Educación Especial Virgen de la Esperanza, que ocupa lo que fuera Beaterio de Santa María Egipcíaca a finales del Siglo XVI, Convento de la Encarnación Agustina a partir de 1636 y Escuela Especial de Veterinaria desde 1848, salvo una parte que se convirtió en Cuartel de la Guardia Civil. De la parte antigua solo quedan unos ventanales que dan al actual patio del colegio.

Ventanas del antiguo edificio de Encarnación Agustina.
Algo más adelante, el renacentista Convento de Regina Coeli está necesitado de una urgente restauración y puesta en valor. Fundado en 1499, del antiguo edificio quedan dos patios y la iglesia, esta última con un hermoso artesonado mudéjar que aún mantiene, y la semiderruída portada de arco campanel y decoración vegetal, muy estropeada, pero aún recuperable.

Portada de la Iglesia de Regina Coeli.
Junto a la iglesia, la Plaza de Regina, con su fuente de corte moderno rodeada de naranjos, se convierte en un vergel entre las calles del barrio de la Magdalena. Al noreste de la plaza, una callejuela estrecha se retuerce para llevarnos a otra recoleta plazuela, la de las Tazas, donde también se palpa el personal ambiente popular de este barrio plagado de patios hermosos e íntimos.

Fuente de la Plaza de Regina.
En el otro rincón de la plaza, en el arranque de la calle Isabel II, es peculiar la casa número 1, tanto por fuera, como el hermoso patio de su interior.

Número 1 de la calle Isabel II.
Tomaremos, sin embargo, la calle de la Palma, dirección sur, donde hacia su mitad, en el número 9, nos toparemos con la portada de piedra de los Díaz de Morales, y que antes fuera de los Aguayo y de los Figueroa. Precisamente fue en esta casa donde estuvo, hasta 1864, una hermosa palmera de tal porte y belleza que dio nombre a la calle.

Casa de los Díaz de Morales.
Siguiendo hacia el sur por la calle de la Palma, a nuestra derecha se presenta una hermosa fachada del barroco tardío: la Casa de los Trillo Figueroa (*), mostrándose a la calle mediante un retranqueo que le permite lucirse al mismo tiempo que ayuda a que los carruajes maniobren correctamente para entrar o salir de la casa. Del año 1782 es la portada de piedra, compuesta por dintel apilastrado sobre el cual asoma un balcón, también con pilastras a los lados, con frontón curvo y escudo familiar y ventanas enmarcadas a los laterales. Destaca el magnífico torreón con balcón-mirador. El color encarnado de la madera de las puertas del cuerpo inferior le da carácter a toda la fachada. Su patio de entrada participa todos los años en el concurso de la ciudad, y es de una calidad excepcional.

Casa de los Trillo Figueroa.
Frente a esta casa se encuentra una puerta lateral del antiguo Hospital de San Andrés, hoy la principal entrada al Círculo Cultural Juan XXIII, fundado aquel en 1551, y en uso hasta 1870. También fue colegio de parvulitos de parte de la chiquillada que por el barrio se crió por los años 1970-1975. Tiene patio de galería con arcos enmarcados con alfiz, y columnas y capiteles de acarreo. También participa algunos años en el concurso de patios. Tiene parte de una portada renacentista que, para verla, tendremos que salir de la calle y penetrar en la de Alfonso XII hacia el noreste. A nuestra izquierda, la portada mutilada en su parte inferior, convertida en ventana, y que como anécdota aún mantiene en su fachada el número de portal. Justo a su lado, el Cine de Verano Andalucía supuso durante muchos años la referencia lúdica más importante del barrio.

Antigua portada renacentista del que fuera Hospital de San Andrés (siglo XVI)
Pero en la plaza donde nos encontramos, lo verdaderamente espectacular que más nos llama la atención, es la fachada (pues es lo único que de él queda) del Palacio del Vizconde de Miranda (*) En los años 1960 se produjo una desgraciada intervención que acabó con el interior del palacio, y que hoy podría haber sido uno de los lugares más visitados una vez puestas en valor sus dependencias. Pero, antes de seguir lamentándonos, quizás sea el momento de disfrutar de esta magnífica fachada barroca que ocupa todo el frontal de la plaza, y que fue construida en 1766. Coronada por frontón curvo con escudo familiar, la portada es un dintel flanqueado por columnas pareadas de capitel dórico sobre las que apoya entablamento con volutas y pináculos. La grandiosa fachada se desarrolla en dos cuerpos en el que el superior tiene ventanas con frontón triangular separadas por pilastras que aguantan cornisa de modillones y en el inferior las ventanas están enmarcadas.

Parte de la fachada del Palacio del Vizconde de Miranda (1766)
La amplia plaza que se forma delante del palacio, en un nivel superior, forma parte del escenario que da protagonismo a la fachada. En ella, la fuente que estuvo en la Plaza de la Corredera ocupa un lugar estratégico en la parte suroeste. Destacan los chapiteles herrerianos que rematan las pilastras, y los ensanches semicirculares del pilón.

Fuente de la Plaza del Vizconde de Miranda.
Vamos a continuar por la calle dedicada al rey borbón Alfonso XII, dirección nordeste, para llegar unos metros más arriba a la Plaza de San Bartolomé, donde unos recoletos jardines ocupan lo que fuera el solar donde estuvo el Hospital de San Bartolomé de las Bubas, fundado en 1557 y derribado en 1861. Es de agradecer el sonido de la fuente, el olor de las plantas y árboles, y la sombra que ofrece.

Plaza de San Bartolomé
Justo en la otra acera se abre la calle y plaza del Conde de Gavia, donde estuvo el palacio de dicho noble, en el número 3, y del que hoy no existe nada tras el incendio ocurrido en el siglo XVIII, aunque nos queda una hermosa plaza donde reposar, escuchar y respirar. Una gozada que hasta no hace mucho tiempo era imposible, pues yo la recuerdo llena de coches, y aunque alguno queda aún, seguro que muy pronto será subsanado el problema.

Plaza del Conde de Gavia.
Dejándola atrás, dirección sur, giraremos ahora a la izquierda por la calle de Frías, y al final de ella se llega a la calle Ravé. Antes de subir por esta a la izquierda de nuevo, dirección norte ahora, lo haremos unos pasos más hacia el sur hasta una pequeña placita denominada desde hace siglos como el Panderete de las Brujas que, según Ramírez de Arellano fue "...sitio en tiempo el más temido de Córdoba desde que la noche la envolvía en sus tinieblas..." pues se supone era el lugar en que aquellas se reunían alrededor de una hoguera ejecutando sus "...misteriosas danzas al son de una pandera... y...salían volando cada cual á lugar destinado de antemano..."

El Panderete de las Brujas, en la Calle Ravé.
Retomamos ahora la dirección norte de la calle Ravé custodiados por casas-patio en ambos márgenes, y continuamos por la de Cruz Verde hasta desembocar en la apertura que las calles forman aquí para convertirse en salida y entrada a la Puerta Nueva, de la que no queda nada, y que debe su nombre a que su apertura en la muralla medieval fue en un tiempo más reciente, en el año 1518.

Por ella entraron las tropas napoleónicas en la ciudad en 1808, y desde el balcón de una de sus casas, que aún podemos observar apoyado sobre el friso con guirnaldas del dintel de la puerta, el juez de paz Pedro Moreno, que vivía en ella, se atrevió a disparar con su escopeta al mismísimo general Dupont, que ya había abierto a cañonazos la Puerta Nueva. El disparo mató a su caballo e hirió a un ayudante, y la primera consecuencia fue que se ordenó pasar a cuchillo a todos los habitantes de la casa "...sin esceptuar mas que á una niña de pecho que sacó uno enganchada en la bayoneta de su fusil y se la dió á una muger..." (Paseos por Córdoba, 1873, T. Ramírez de Arellano) Al bebé salvado se le conoció como la Niña del Milagro, y hoy llevan ese nombre los jardines que hay a la salida de la Puerta Nueva, en conmemoración de este hecho.

Balcón de la casa de Pedro Moreno.
Hacia adentro de la antigua población amurallada, por la Calle de Alfonso XII, hacia el suroeste, podremos encontrar en la acera de la izquierda la fachada que corresponde al Palacio del Marqués de Campo Alegre (hoy centro asistencial), construido en el siglo XVI en el lugar en el que estuvo la Casa de los Cárdenas y Caicedo. Tiene una bonita portada renacentista compuesta por dos cuerpos con pilastras, relieves y escudo familiar. Del interior, las galerías con arcos de medio punto sobre columnas, algunas de ellas renacentistas, y una gran columna de piedra.

Portada del Palacio del Marqués de Campo Alegre (Siglo XVI)
Antes de girar a la derecha por la Calle Ancha de la Magdalena, vamos a continuar unos metros por la de Alfonso XII para encontrarnos en la acera de la derecha con la la portada de la casa que hace esquina, la número 35. Frente a ella, una plazuela formada para facilitar el acceso a los carruajes nos va a permitir tener una mejor perspectiva de la fachada barroca de esta casa que fue del mayorazgo de los Narvaez y Saavedra. Tiene la portada balcón enmarcado por pilastras en forma de concha, sobre frontón partido y escudo central, y la fachada cornisa corrida de modillones, pilastras y escudos. Actualmente está convertido en comunidad de viviendas.

Casa de los Narvaez (Siglo XVIII)
Volvemos para continuar por la Calle Ancha de la Magdalena por suelo empedrado y con casas populares a los lados, hasta llegar a la parte trasera de uno de los templos que mejor mantienen su carácter arcaico, a pesar de los duros avatares por los que la historia le ha hecho pasar. Se trata de la Iglesia de la Magdalena (*), hoy fuera de culto.

Fundada por el rey castellano Fernando III en el siglo XIII después de la conquista de Córdoba (entonces Qurtuba), su aspecto exterior es de un gótico mudéjar muy cercano al románico, estilo este que no se da en la ciudad. Sin embargo, el paso de los siglos ha ido modificando su estética poco a poco. El interior fue devorado por las llamas en el incendio de 1990, y en el proceso de restauración se adaptó para lugar de conciertos y exposiciones.

En el lugar donde ahora nos encontramos podemos admirar la torre del siglo XVIII y la parte posterior de la cabecera, donde se observa el exterior del ábside del altar mayor. Aquí también se adivina la planta del templo, de tres naves con la central superior a las demás, típica de las iglesias que en Córdoba se denominan "fernandinas" por ser de la época de Fernando III y que fueron catorce las erigidas, en la mayoría de los casos sobre antiguas mezquitas. No constan en la de la Magdalena restos de mezquita anterior, aunque un estudio arqueológico más intenso nos podría traer alguna sorpresa.

Parte trasera de la Iglesia de la Magdalena (Siglo XIII)
Avanzamos a nuestra izquierda, por la calle que lleva el nombre de la iglesia, para observar una de las más antiguas puertas de las iglesias cordobesas, la del lado de la epístola, y que está compuesta por un arco ojival con molduras y dientes de sierra, enmarcado por alfiz y ornamentado por puntas de diamante. Es de estilo mudéjar y se puede fechar en la época de la construcción del edificio, en el siglo XIII.

Portada mudéjar del lado de la epístola, Iglesia de la Magdalena (Siglo XIII)
A la vuelta nos encontramos con la tardorrománica portada principal de la iglesia. Es abocinada, con motivos vegetales y animales en los capiteles, sobresaliendo mediante un potente tejado a dos aguas, y sobre ella rosetón mudéjar. La clave de la portada se señala por lo que parece ser un estropeado elemento decorativo vegetal gótico.

Portada principal gótica de la Iglesia de la Magdalena (Siglo XIII)
Damos la vuelta a la iglesia para ver su fachada norte. Desde aquí se aprecian mejor las dimensiones del templo, así como su estética medieval. La portada que presenta a este lado está datada por algunos investigadores en el año 1300. Tiene tejaroz con modillones, y los restos de un ángel de un grupo escultórico de la Anunciación que debió existir.

Fachada norte de la Iglesia de la Magdalena (Siglo XIII-XIV)
Nos encontramos en la Plaza de la Magdalena, hoy un hermoso jardín público, con fuente neobarroca en el centro, que en primavera mantiene un histórico puesto de caracoles, tan típico de la ciudad en esa época del año. En el recuerdo queda el Cine de la Magdalena, de verano en su azotea, y de invierno en la parte baja, recientemente derribado. En tiempos pretéritos, la plaza fue durante siglos un descampado donde se hacían corridas de toros, y cuyos toriles se encontraban en las actuales callejas de Santa Inés y la plazuela que allí se forma.

Plaza de la Magdalena
En el lado norte, haciendo esquina con la Calle del Crucifijo, se levanta la Ermita de San José, fundada en 1385 pero con muchas modificaciones posteriores. Tiene portada de un discreto barroco, compuesta por arco flanqueado por pilastras y sobre él entablamento con cornisa y hornacina con el titular coronado por frontón triangular. Sobre todo ello, espadaña barroca. Del interior, la bóveda de cañón y el retablo del mismo estilo estético.

Ermita de San José.
Dirección oeste, penetraremos ahora por la Calle de los Muñices. Importantes restos arqueológicos, actualmente conservados en las viviendas de la zona, nos han venido a demostrar que esta calle que ahora pisamos fue un tiempo la primera versión de la Via Augusta, antes de que en años posteriores los romanos de la época decidieran trasladarla más al norte por las actuales calles de Santa María de Gracia, María Auxiliadora, Puerta de Plasencia, Rabanales... y a los lados de ella se construyeron las habituales tumbas y mausoleos, con esquelas que recordaban al viajante que un día existieron.

Restos de tumba romana en una vivienda de la Plaza de la Magdalena.
Hacia la mitad de la calle, a la izquierda, encontramos el Palacio de los Muñiz de Godoy, hoy colegio público. El edificio data del siglo XIII, aunque de él no queda absolutamente nada, salvo lo que se pudiera encontrar en el subsuelo. Es reconstruido a finales del siglo XVIII, y de ésta época es su portada principal, fechada en 1795. Un frontón curvo culmina el balcón de rejas voladas del segundo cuerpo, sobre el que apoya una portada adintelada con pilastras a los lados. El primer cuerpo sigue composición similar, con entablamento curvo. Del interior, aparte de un bien organizado jardín interior, cabe señalar la escalera manierista de principios del siglo XVII, con artesonado ochavado.

Portada del Palacio de los Muñices (1795)
Frente a la portada principal se ensancha una plazuela que fue hecha en el primer cuarto del siglo XIX para dar posibilidad de maniobra a los carruajes que entraban y salían del palacio. En esa placita existe un portalón que llevaba al interior de las casas de los Díaz de Morales, con escudo familiar en su clave.

Portada de la casa frente al Palacio de los Muñices.
La Calle de los Muñices desemboca en el Realejo, llamado así por ser el lugar de la Axerquía en el que montó sus reales el rey Fernando III de Castilla en 1236 mientras resistían los andalusíes en la Medina. Hacia la derecha entramos de lleno en la antigua Via Augusta a través de la actual Calle de Santa María de Gracia. Su nombre se debe al convento que allí había y que fue demolido en 1974 para crear la actual Plaza del Poeta Juan Bernier. De él se conservaron los restos de su portada principal, que es la que hoy se puede ver en un lateral de la plaza-jardín.

Restos de la portada del Convento de Santa María de Gracia.
Al otro lado de la plaza, desde la desembocadura de la que fuera Calle de la Portería de Santa María de Gracia, atravesando la Calle del Arroyo de San Rafael, que por aquí pasaba, nos encontramos con una de los más hermosos rincones de la ciudad: la Plaza de San Rafael. Felizmente liberada de vehículos (aunque no del todo) y colmada de aromáticos naranjos, en ella, además de la fuente de principios del siglo XIX en su testero norte, destaca la neoclásica Iglesia del Juramento de San Rafael (*), construida en 1796 en el solar donde hubo otra anterior de finales del siglo XVI, y llamada así por ser donde supuestamente el Arcángel se presentó ante el padre Roelas para jurarle ser el cuidador de la ciudad, en su propia casa.

La fachada presenta tres cuerpos con órdenes superpuestos, flanqueada por dos potentes torres, y rematada por frontón triangular con esculturas. Está considerada la última construcción neoclásica de la ciudad, un lugar donde este estilo no fue muy habitual. En el interior, sin embargo, vence decididamente el estilo barroco, salvo el templete que cobija la policromada imagen del supuesto custodio católico de la ciudad, obrada en 1735 por Alonso Gómez de Sandoval. De las obras pictóricas hay que hacer referencia a las de Antonio Acisclo Palomino, además de los anónimos del siglo XVII y XIX. En cuanto a la estructura interna, destacar la cabecera circular a modo de deambulatorio, cubierta con cúpula, muy típico de las basílicas conmemorativas de la época, las bóvedas de cañón y arista, y la cúpula gallonada del Sagrario.

Fachada de la Iglesia del Juramento de San Rafael (1796)
Bordeando la iglesia, la calle que tiene el nombre del párroco que tuvo aquella visión esotérica anteriormente comentada (el Padre Roelas), nos va a llevar hasta una plaza donde se encuentra una de las más bonitas y especiales iglesias que posee esta ciudad. Se trata de la Iglesia de San Lorenzo (*), una magnífica obra de arte. Construida en la segunda mitad del siglo XIII sobre los restos de la antigua mezquita de al-Mugira, que da nombre a todo el barrio, la iglesia de San Lorenzo tiene varios elementos de su construcción que la hacen muy peculiar.

Iglesia de San Lorenzo (siglo XIII)
Su fachada presenta pórtico de tres arcos, habitual en las iglesias del norte de España por su clima, pero única en Andalucía, en las construcciones de la época. Cobija su portada principal, una ojiva con las arquivoltas decoradas con dientes de sierra, que apoyan en columnas cuyos capiteles, y la línea de imposta, están decorados con elementos vegetales.

Pórtico de la Iglesia de San Lorenzo (Siglo XIII)
Sobre el pórtico, la fachada muestra un hermoso rosetón gótico-mudéjar, compuesto por dos estrellas circunscritas de las que nacen columnillas y arcos entrecruzados con influencia almohade. Sobre él una hornacina con la imagen del titular y en una de sus naves laterales otro discreto rosetón gótico. Sobre la base del antiguo alminar de la que fuera mezquita, se eleva la hermosa torre renacentista, obra de Hernán Ruiz II, cuyo tercer cuerpo gira 45 grados dejando una atractiva composición, que repetirá en muchas de sus obras.

Parte superior de la fachada de San Lorenzo (foto cortesía de David Bonillo Fuerte)
Del interior, los artesonados mudéjares, las bóvedas de crucería de los ábsides, las pinturas medievales del altar mayor, del siglo XIV, que representan escenas de la Pasión, las antiguas capillas laterales y los restos del antiguo alminar de la Mezquita de al-Mugira. Los retablos barrocos están en los laterales. En cuanto a imaginería, destacan el Jesús del Calvario (1724) y el de Ánimas (Siglo XVII).

Restos del alminar de la Mezquita de al-Mugira. Iglesia de San Lorenzo.
El exterior de este templo gótico-mudéjar aún mantiene elementos suficientes que lo hacen identificar con el tiempo en el que fue construido, como sus puertas laterales o los ábsides traseros, hoy afortunadamente visibles.

San Lorenzo, portada norte.

San Lorenzo, ábsides.
Nos encontramos en el lugar donde estuvo en época andalusí, el arrabal de Munyat al-Mugira, o lo que es lo mismo, el barrio de la almunia de al-Mugira, cuya vida estuvo centrada en la mezquita que hubo en el lugar donde hoy está la iglesia católica. Uno de sus vecinos más universales fue el humanista Ibn Hazm (994-1064) Con el paso de los siglos, este barrio se convirtió en uno de los más populares de la ciudad, y se hizo famoso por el Motín del Hambre, una revuelta popular que se originó en este lugar en el año 1652.

Continuamos nuestro camino por el arrabal de al-Mugira, por la Calle de Jesús del Calvario, hacia el noreste, hasta llegar a la esquina de la Calle del Trueque, para penetrar en esta última, buscando la casa número 4, un histórico patio de vecinos, de los más premiados en el concurso anual, convertido hoy en Museo de los Patios.

Museo de los Patios, Calle Trueque, 4
Volvemos a la Calle Jesús del Calvario para dirigirnos hacia el norte por ella, hasta llegar a la Plaza de San Juan de Letrán, donde estuvo la antigua ermita de este nombre, aunque de ella solo queda la portada principal, pues su solar está convertido en viviendas particulares.

Portada de la antigua Iglesia de San Juan de Letrán.
En la Calle Frailes, que ahora tomamos, encontraremos en el número 10 una fachada, sin nada destacable, pero que corresponde al Cine de verano Delicias, fundado en el año 1945, uno de los pocos que aún se mantienen. La puerta por la que se accede fue un tiempo también la de la casa de vecinos que allí hubo.

Cine de Verano Delicias (1945)
La Calle Frailes desemboca en la Plaza del Cristo de Gracia, que también se llamó del Corazón de María y de los Olmos, y es conocida popularmente como del Alpargate. En el lado norte se presenta, a un nivel superior al que se accede mediante rampas, la atractiva fachada tardo-manierista de la Iglesia de los Padres de Gracia (*). Trazada por Sebastián Vidal, se divide en tres tramos, correspondiendo con las naves, siendo el central más sobresaliente de la línea de fachada, más vertical, y es coronado con un potente frontón triangular, además de tener huecos con hornacinas para esculturas. El templo es concluido en 1686, pero el interior es re-decorado en el primer cuarto del siglo XVIII. Destacan las yeserías de la bóveda de cañón y de la cúpula de media naranja, con lunetos y fajones, y recuadros para pinturas. El retablo barroco es de 1702, y en imaginería destacan la Inmaculada, de Pedro Roldán (1668), el Cristo de Gracia, el popular Esparraguero, traído desde México en 1618, y labrado en pasta de caña, y el venerado Jesús Rescatado (*), realizado por Fernando Díaz de Pacheco en 1713.

Iglesia de los Padres de Gracia (1686)
En el centro de la plaza, un recoleto jardín abriga a una de las fuentes más monumentales de la ciudad. De estilo barroco, destacan de ella los tres pilares rematados por pináculos y el pilón curvo. Originariamente estuvo frente a la Puerta Nueva, pero fue trasladada aquí en 1950. Cerca de allí, un pequeño Triunfo de San Rafael, procedente de la puerta del fondo norte del antiguo estadio de fútbol El Arcángel, cierra el testero oriental de la plaza. En esta zona se encontraba la hoy desaparecida Puerta de Plasencia, que se abría en la parte más oriental del recinto amurallado de la ciudad.

Fuente del Alpargate.

Triunfo de San Rafael del Alpargate.
Nos dirigimos de nuevo hacia el interior del viario intramuros, en dirección oeste, por la Calle de María Auxiliadora, que correspondería con la que fuera la romana Vía Augusta, pero pronto daremos un quiebro a la izquierda primero por Ronda de la Manca, e inmediantamente después a la derecha por un pasaje donde podremos observar los restos de la antigua muralla de la Axerquía, del siglo XI.

Muralla de la Axerquía (siglo XI)
Volvemos a salir a la Calle de María Auxiliadora para continuar por ella hacia el oeste. Haciendo esquina se encuentra el Colegio de los Salesianos, fundado en 1901, pero nos va a interesar más el templo adosado a él desde 1918, la Iglesia de María Auxiliadora, decorada con elementos neobarrocos, y de la que destacan las vidrieras y la imagen de la Virgen, de 1908.

Iglesia de María Auxiliadora (1918)
Frente a la fachada sur de la Iglesia de San Lorenzo penetraremos por la Calle Escañuela. En el número 3 se encuentra la Asociación Cordobesa Amigos de los Niños Saharauis, que, además de su función humanitaria y social, participa tanto en las fiestas de Cruces de Mayo como en la del Concurso de Patios de Córdoba, ya que ocupa una peculiar vivienda que se desarrolla en torno a una galería abierta, que desemboca en el patio del fondo, con dos niveles de altura.

Patio Calle Escañuela, 3
A la derecha, por el Pasaje de la Escañuela, se llega a la Ronda de Andújar, por donde continuaba la muralla medieval, de la que nos queda un pequeño resto en una casa particular y que podemos observar al continuar dirección sur, en la acera de la derecha, a la altura del número 4. Es de mampuesto y sillares.

Restos de la muralla en Ronda de Andújar.
Solo unos metros más hacia el sur se encuentra la entrada oriental a la Plaza de la Magdalena, anteriormente comentada, y que aquí se llama Puerta de Andújar, pues en este lugar estuvo la puerta medieval de ese nombre. Solo su nombre queda y el espacio que ocupara junto a la Torre de los Donceles a la que estaba adosada. En el lugar se puede ver hoy una fuente del siglo XIX.

Lugar donde estuvo la Puerta de Andújar y la Torre de los Donceles.
Por casi toda la acera izquierda de la Ronda de Andújar discurre el edificio de la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas y Empresariales, que ocupa el espacio donde estuvo el Convento del Carmen Calzado, fundado en 1580, pero del que solo quedan el refectorio, el claustro de dos plantas, considerado uno de los más hermosos del barroco cordobés, y la Iglesia del Carmen, a la que se accede por la puerta lateral, ya que la principal, con pináculos viñolescos, pilastras y escudo de la orden, se encuentra cegada. En el retablo mayor se encuentra la pintura La Anunciación de Elías (*), obra de Juan de Valdés Leal, una magnífica obra pictórica que se guarda en uno de los templos más sencillos y discretos de la ciudad.

La Anunciación de Elías, de Valdés Leal (foto tomada de interpretando.es)
Portada principal, tapiada, de la Iglesia del Carmen.
Justo enfrente, la Puerta Nueva, de la que ya hablamos con anterioridad, da salida a los Jardines de la Niña del Milagro, cuyo nombre también comentamos. Toda una delicia acercarse a este umbrío jardín público, que en el centro mantiene un Triunfo de San Rafael, como tantos otros en la ciudad hay, en este caso labrado en 1747, y financiado por los vecinos de la zona.

Triunfo de San Rafael en los Jardines de la Niña del Milagro.
En el lado suroeste de los jardines se asoma la bocacalle por la que penetraremos ahora. Se trata de la Calle Barrionuevo, llamada así por ser de las últimas zonas que se colmataron en época bajomedieval. En el número 10 se encuentra uno de los pocos ejemplos de corral de vecinos que han perdurado en Córdoba. Se distingue de las casas de vecinos por su diseño unitario. El exterior nada de particular nos dice, pero su interior, sobre un patio alargado apoyan los puntales de hierro que soportan una plataforma volada que se convierte en galería superior.

Corral de vecinos, Barrionuevo 10 (foto de www.iaph.es Patrimonio Inmueble de Andalucía)
Al salir de la Calle Barrionuevo y girar a la izquierda nos enfrentamos a la salida de la Puerta de Baeza. De todas las puertas medievales que fueron demolidas o dejadas arruinar con el paso de los tiempos, quizás sea esta la más llorada y lamentada. Ramírez de Arellano dice en 1873 textualmente: "la formaban dos lindas torres redondas ó tambores, unidos por un precioso arco semicircular coronado todo de graciosas almenas y formado de una argamasa que en nada pudo aprovecharse cuando se cometió el desatino de privar á Córdoba de una de sus más bellas joyas artísticas y que en vano intentó salvar la Comisión de Monumentos de la provincia."

Hermosa reconstrucción virtual de la Puerta de Baeza (rojunson.es)
Puerta de Baeza actualidad. En el suelo marcas del pavimento donde estuvieron las torres de la puerta medieval.
De todo ello, actualmente queda un tramo de unos 50 metros de la muralla a la que estaba adosada, y que corre en dirección sur, salvo la parte más cercana a la puerta en sí, que solo queda marcada en el suelo con otro tipo de pavimento. Es de tapial, muy habitual en toda la cerca de la Axerquía.

Tramo de muralla junto a la que fuera Puerta de Baeza.
En el pequeño jardín que hay delante, se encuentra otra atractiva fuente barroca. Es de 1728, y ocupa el lugar actual desde 1959; la cambiaron de lugar por estar antesa más afuera, donde hoy pasa la carretera. Construida en piedra de mina cordobesa de color gris, destacan los pilares decorados en sus cuatro lados y, sobre todo, el pedestal central de forma octogonal, con pileta cóncava desde donde se vierte el agua.

Fuente de la Puerta de Baeza (1728)
Fuera del recinto amurallado, justo enfrente de la Puerta de Baeza, se resiste a duras penas en pie la Iglesia del Asilo de Madre de Dios. Construida en 1602 para Convento de la Orden Tercera de San Francisco, el coste estuvo a cargo del Ayuntamiento de la ciudad, y la obra quedó inconclusa. La esbelta fachada remata en hastial, coronado este por un San Rafael que da nombre oficial a la iglesia, y la espadaña es curiosamente angular. El crucero y la cabecera quedaron inacabados. En el siglo XIX fue fábrica de cristales y asilo de mendicidad, y en la actualidad se encuentra en estado de semi ruina.

Asilo Madre de Dios, actuación de emergencia para evitar su desplome (foto agosto 2016)
Desde aquí, merece la pena recorrer aproximadamente 400 metros en dirección Este hasta llegar a la plaza donde se encuentra el Santuario de la Fuensanta. Mientras andamos ese tramo podemos recordar la historia de Gonzalo García, vecino de Santiago, quien con su visión en 1420 hizo que las autoridades eclesiásticas fundaran aquí el santuario en 1450. Lo primero que llama la atención es el humilladero que cubre el pozo donde supuestamente surgen las aguas milagrosas, y que fue construido a finales del siglo XV; tiene bóveda de crucería estrellada. El pozo es obra neogótica de Mateo Inurria. La fachada de la iglesia es barroca, de mediados del XVII, apiramidada, con volutas y pilastras como decoración, hecha en ladrillo visto, y rematada con espadaña. De la época medieval se mantiene parte de la iglesia en sí, como su planta, arcos formeros de estética mudéjar, y la portada norte, con un arco apuntado enmarcado por baquetones. El camarín de la virgen se hizo en el siglo XVIII, y la escalera de acceso se atribuye a Francisco Hurtado Izquierdo. La imagen titular puede tener origen en el siglo XV, pero está tan reformada que es prácticamente imposible asegurarlo. Llaman la atención los exvotos que allí se encuentran colgados de la pared exterior, de entre los cuales sobresale el famoso Caimán de la Fuensanta, quien con su leyenda alimenta la imaginación de grandes y pequeños. Al estar situado a un nivel inferior a lo habitual, la construcción ha sufrido durante siglos las grandes avenidas del Guadalquivir, teniendo azulejos que marcan la altura hasta la que llegaron las aguas.

Iglesia y Humilladero del Santuario de la Fuensanta
Interior gótico del Humilladero (siglo XV)
Exvotos del claustro, donde se ve el famoso Caimán de la Fuensanta.
Fin del quinto capítulo (Santiago, el barrio mozárabe y al-Mugira), de la serie Conociendo Córdoba.

Recorrido propuesto.
Todas las fotos son del autor, salvo las que oportunamente se indican.

Conociendo Córdoba...y 6. Fuera del Casco Histórico y algo del Término Municipal.

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Término Municipal de Córdoba (modificación sobre Google Earth)
INTRODUCCIÓN A LA SERIE:

La serie "Conociendo Córdoba" la componen varios artículos que describen el urbanismo, el caserío y los hitos que uno se puede encontrar paseando por las calles y plazas de esta milenaria ciudad. No se trata de una guía turística propiamente dicha, y de hecho, no está dirigida al turista en sí, a quien emplazo, por otro lado, a contactar con agentes y empresas profesionalizadas del sector, que le darán más cumplida información que esta que aquí se encuentra; sino más bien a aquellos autóctonos y residentes que suelen "pasear y pasar" por estas calles sin detenerse a contemplar con más detenimiento y con más curiosidad el entorno que les rodea. He pretendido dar una información muy sucinta, simplemente interesante, para no caer en la pesadez del exceso de datos, para lo cual procuro colocar algún enlace que lo complete, si el lector considera oportuno. Para un mejor desarrollo de los paseos o rutas, he cuarteado el recinto histórico de la ciudad en tantos cuarteles como paseos he considerado para una mejor comprensión, siendo cada uno de ellos una ruta "circular" con inicio y fin en el mismo punto. Por último, me he permitido la osadía de clasificar con una estrella (*) algunos lugares o sitios concretos donde he creído que merece la pena llamar la atención del lector por su importancia histórica o artística, y siempre bajo mi propio criterio, que no deja de ser un criterio más dentro del mundo de los gustos. No trae esta serie de artículos nada nuevo de lo que ya se conoce, pero pretende ser una herramienta útil y práctica para un mejor conocimiento del entorno histórico-artístico que compone el enorme "casco viejo" de esta ciudad mía, y suya. Espero que les guste.

Capítulo 1: Al-Ándalus, Sefarad y Castilla.
Capítulo 2: La zona comercial medieval.
Capítulo 3: Colonia Patricia; del anfiteatro al circo.
Capítulo 4: El Trascastillo y al norte de la castiza Axerquía
Capítulo 5: Santiago, el barrio mozárabe y al-Mugira.

INTRODUCCIÓN AL CAPÍTULO 6:

Finaliza la serie con un repaso a parte de los lugares que rodean al Casco Histórico de esta bimilenaria ciudad, y que se encuadran dentro de su término municipal. Es este uno de los mayores de España, en cuanto a extensión física, con 1.252 km2, siendo el segundo de Andalucía, tras el de Jerez de la Frontera (Cádiz), y muy posiblemente consecuencia de la extensa tenencia de tierras de los grandes propietarios, tan arraigada esta costumbre en la zona sur peninsular desde época feudal hasta el mismo momento en que estas líneas se bosquejan. En este capítulo es imposible seguir la ruta a pie, ni siquiera en vehículo de ruedas, ya por lo abrupto de los lugares (sierra, valle y campiña), ya por los largos recorridos que ello conllevaría, por lo que habremos de tirar de imaginación mediante un vuelo de pájaro o dosificar la visita en varias jornadas. Debo explicar que he realizado una selección de lugares siguiendo mis propios gustos y criterio, lo cual quiere decir que, ni tienen por qué ser los más atractivos, ni por supuesto los únicos. Debo reconocer que me dejo aparte atractivas construcciones modernas y contemporáneas que merecerían, al menos, una reseña, pero el espacio apremia, así como mis prioridades. A continuación les adjunto dos enlaces donde pueden obtener más y mejor información sobre el tema, con más detalles y mejor explicados; les invito a que se sumerjan en sus artículos perfectamente ordenados y clasificados. En cualquier caso, espero que el capítulo final de esta serie les sea de provecho o, al menos, les agrade, lo cual para mí habrá sido un gran logro y un honor.

http://www.adesalambrar.com/
http://notascordobesas.blogspot.com.es/

... y 6.- FUERA DEL CASCO HISTÓRICO Y ALGO DEL TÉRMINO MUNICIPAL.

Muy probablemente, y con toda la razón del mundo, llame la atención al lector que empiece el capítulo haciendo referencia a un lugar que no pertenece al término municipal qurtubí, como es el Castillo de Almodóvar del Río, una preciosa fortaleza, considerado uno de los castillos mejor conservados del país, y en una hermosa población de blanco caserío que dista de la capital 24 kilómetros. Pero es que aquel, posado sobre un cerro rodeado de planicies, así como el pueblo, la Carbula romana, y que se extiende a su falda, son parte del horizonte de la ciudad cordobesa, pues desde muchos puntos de esta se puede observar su silueta, sin necesidad de que el cielo tenga una especial claridad. Desde allí suelen llegar las nubes de lluvia a la capital, y su perfil se muestra como un magnífico fondo de escenario de los espectaculares atardereces del valle, con despejados cielos rosados y anaranjados.

Valle del Guadalquivir desde Madinat al-Zahra con el Castillo de Almodóvar al fondo.
Iniciando la ruta, ya dentro del término municipal cordobés, hacia levante, habremos de desviarnos un poco hacia el norte para encontrar una explotación agrícola y ganadera que mantiene en su perímetro los restos de una de las muchas almunias (lo equivalente a los actuales cortijos, más o menos) que existían en época andalusí en todo el valle del Wad el-Kebir, el río grande. Se trata de la conocida almunia de Al-Rummaniya, de época califal, y que fue del tesorero del califa, Durri el Chico. Consta de cuatro terrazas, siendo tres para jardines y huertas, y la cuarta, que es la superior, para las construcciones. En ella destaca una gran alberca que estuvo perimetrada por una galería, cuyo lado sur lo ocupaba un pabellón con vistas a ambos lados.

Alberca de la almunia de Al-Rummaniya (Siglo X)
A menos de dos kilómetros desde aquí hacia el este se encuentra la ciudad palatina de Madinat al-Zahra (*), sede principal del califa de Al-ándalus, comenzada a construir por Abd al-Rahman III en el año 940 como demostración de poder y símbolo estatal, siguiendo la tradición omeya de creación de nuevas ciudades con propósitos imperialistas.

Puerta oriental del Alcázar de Madinat al-Zahra (Siglo X)
Del total del yacimiento solo se encuentra excavado y puesto en valor el 10% del total, lo que explica la importancia del mismo, no solamente por su magnitud, sino también por tratarse de la única ciudad medieval de origen islámico en Europa. En ella se desarrolló el denominado arte emiral-califal que se dio a conocer, como sello propagandístico propio, en todo el mundo entonces conocido, destacando la decoración de placas de ataurique en las paredes, los capiteles de nido de avispa, o la decoración verde y manganeso de su cerámica, entre otras cosas.

Capitel de nido de avispa y decoración de placas de ataurique (Salón de Abd al-Rahman, o Salón Rico)
Para hablar de Madinat al-Zahra se necesita mucho más espacio que del que aquí se dispone, por lo que me limitaré a comentar que es muy conveniente hacer una o más visitas al yacimiento, así como a su museo, para llevarse una idea clara de su importancia histórica y artística.

Puerta de entrada a la Casa de Yaffar.
La influencia de esta ciudad en su entorno fue muy importante, pues a ella tuvieron que llevar calzadas, montar puentes, traer agua... Precisamente algo más al norte de ella, ya en plena sierra, se encuentran los atractivos restos de uno de los acueductos que los omeyas rehabilitaron, pues fueron construidos por los romanos, para su uso. El Acueducto de Valdepuentes se muestra en esta zona con varios arcos para evitar una hondonada que allí se forma, y algo más adelante se introduce bajo tierra. Luego, una vez pasado el Alcázar de Madinat al-Zahra, lo transforman en cloaca y continúa dirección sur.
Acueducto de Valdepuentes (foto de wikimapia.org)

Acueducto de Valdepuentes, ya convertido en cloaca (Madinat al-Zahra)
Cuando la nueva ciudad califal quedó abandonada, se convirtió en una cantera "milagrosa", con las piedras ya talladas, y quienes la saquean dejan afortunadamente la decoración in situ, lo que está facilitando su reconstrucción. Fue precisamente con estas "milagrosas" piedras con las que se construyó el cercano Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso (*), el gran desconocido de Córdoba por ser de propiedad privada. Asentado dentro de un hermoso lugar rodeado de árboles, destaca desde la lejanía por su imponente fachada y la torre, con su cuerpo superior girado, obra de Hernán Ruiz el Joven.

Monasterio de San Jerónimo (S. XV) y su entorno.
El edificio fue comenzado en 1440, y tiene reformas hasta el siglo XVIII. Destaca la iglesia, con interior barroco y portada gótico-renacentista, en estado de ruina consolidada, la sala capitular y la celda del prior, con bóveda de crucería gótica, el refectorio y otras dependencias, pero sobre todo el magnífico claustro gótico (*) único en Córdoba. Se trata de un cuadrado regular al que sobresalen los contrafuertes, y arcos apuntados en el primer piso, con galería de bóvedas de crucería adornadas con motivos vegetales, y en el segundo piso arcos de medio punto con antepechos de trifolios apuntados y arquillos conopiales.

Claustro del Monasterio de San Jerónimo (S. XV)
Volamos ahora en dirección sureste hasta el Cortijo del Alcaide, donde nos vamos a encontrar con otras dos consecuencias de la construcción de Madinat al-Zahra. Por un lado el Puente del Camino de las Almunias, llamado así por situarse a ambos lados de él las mejores almunias de los personajes más influyentes de la ciudad, y que conectaba el Alcázar de Córdoba con el de la nueva ciudad califal. El puente en sí es de un solo ojo, construido a soga y tizón y en su tiempo tuvo hasta ocho metros de anchura, la misma que el propio camino. La otra no está lejos de allí, y se trata de la conocida como Alberca de María Ruiz, o lo que es lo mismo, la Almunia de al-Naura. La construcción tiene unos arcos entrecruzados de un cierto estilo estético.

Puente del Camino de las Almunias.
Está cada vez más extendida la idea de que toda esta zona estuviera más macizada de construcciones de lo que en principio se esperaba, sobre todo después del descubrimiento (y posterior canalla destrucción) de los restos de arrabales en toda la fachada oeste de la actual ciudad cordobesa. Barrios completos con sus calles delineadas, sus cementerios y, por supuesto, con sus mezquitas, como esta cuyos restos se encuentran a un par de kilómetros hacia el noreste. La conocida como Mezquita de Fontanar, situada junto a las instalaciones deportivas del mismo nombre, se trata de una mezquita de barrio, con tres naves. Sus restos arqueológicos esperan su puesta en valor.

Restos arqueológicos de la Mezquita de Fontanar (foto de Google Earth)
Unos metros más hacia el norte continuaban los restos del que fue uno de los arrabales más extensos de la zona, excavados en el año 2010, y que ya he comentado que fueron sistemáticamente destruidos. Como muestra, tan solo han dejado una almunia que se asienta sobre la plataforma que hace de túnel sobre la Ronda de Poniente, y que al día de hoy no está puesta en valor, ni es posible su visita pues se halla cubierta de tierra sembrada de jaramagos. Valga esta pequeña referencia para aportar un granito de arena que permita que no acabe en el olvido.

Almunia de poniente (Foto www.diariocordoba.com)
Aspecto actual (08/12/16) de la almunia supuestamente mantenida, cubierta de jaramagos.
Mínima representación de los restos del arrabal de poniente, aún vivos (08/12/16) en lista de espera para su destrucción. Al fondo, el antiguo silo.
Una gran mayoría de las piezas que se obtienen de yacimientos arqueológicos en la ciudad, que no son pocos, van a parar a nuestro próximo destino, a escasos seiscientos metros hacia el norte en línea recta. Se trata del edificio del antiguo Silo, hoy en día almacén arqueológico. Comenzado a construir en 1943, es de estilo neomudéjar y racionalista, y tiene 48 metros de altura, siendo por lo tanto uno de los edificios más altos de la ciudad.

Silo Municipal (1943), actual almacén arqueológico.
A unos dos kilómetros más hacia el norte, a la falda de las montañas, en el Barrio del Brillante, se alza el Parador Nacional de la Arruzafa, construido en los años 50 del siglo XX en el espacio que ocupara el antiguo Convento de San Francisco de la Arruzafa, del que quedan algunos restos, como su portada, alguna cueva y un aljibe andalusí. Se supone que fue aquí donde mandó construir su palacio el emir Abd al-Rahmán I en el siglo VIII, y donde por primera vez en Europa se plantó una palmera, que aquel mandó traer desde Siria.

Restos de la portada del Convento de San Francisco, en la Arruzafa.
Sin embargo, hay una versión, concretamente del historiador Antonio Arjona, que dice que el palacio que Abd al-Rahman se construyó está bajo tierra en lo que hoy conocemos como el yacimiento de Turruñuelos, que está aún sin tocar en espera de un proyecto arqueológico serio y con presupuesto. También se habla de que este yacimiento corresponde al palacio de Almanzor, o al cuartel general del ejército califal. En cualquier caso, nada sabremos hasta que no haya una intervención completa. Sus dimensiones, que se pueden adivinar a vista de pájaro, son lo suficientemente grandes como para pensar que, sea lo que sea, tiene que ser algo de importancia.

Yacimiento de Turruñuelos desde el aire (Google Earth, sacada de puertadeosario.blogspot.com)
De la puerta oeste de este edificio enterrado, se adivina desde las alturas la salida de un camino recto que toma dirección poniente hacia Madinat al-Zahra. Este camino, conocido como Camino de los Nogales, está relacionado con el abastecimiento de la ciudad palatina, tanto de vituallas como de tropas, y siguiéndolo, a unos 1.500 metros, se encuentra el precisamente llamado Puente de los Nogales, por supuesto de época califal, que salva el arroyo del mismo nombre. A pesar de haber sido expoliado hasta épocas muy recientes, aún mantiene parte de los 8 metros de anchura que llegó a tener su estructura, de la que destacan los tres arcos y pilas de apoyo.

Puente de los Nogales (siglo X)
A la falda de la sierra, dirección noreste desde el Puente de los Nogales, se levanta entre restos antiguos y restauraciones modernas, el Castillo de la Albayda, hoy un restaurante. El origen es una fortificación del siglo VIII que dominaba el camino que sube a Trassierra, y su nombre significa "fortaleza blanca". Se convierte en castillo al ser donado por el rey Fernando III, tras la conquista de la ciudad en 1236 a Juan de Funes. Actualmente se conservan en él restos de diferentes épocas en sus paramentos y estructuras, tanto medievales como de época moderna, combinado con restauraciones contemporáneas.

Castillo de la Albayda (foto de www.carmencatering.com)
Castillo de la Albayda
Cerca de aquí, y pegado a la montaña, se encuentra un curioso lugar, tan desconocido como interesante, incluso espectacular. Se trata de las Canteras de la Albayda, usada para la construcción de muchos de los edificios de la ciudad desde la época altomedieval, especialmente para levantar Madinat al-Zahra. Es una cantera compuesta por una piedra calcarenita, formada por los sedimentos costeros de cuando las olas del Mar de Tetis (que aquí se llamó Paratetis) chocaban contra la parte sur de la actual Sierra Morena, y en la que aún se encuentran restos de moluscos de hace más de 30 millones de años. Los diferentes estratos sedimentarios se observan a simple vista en las paredes verticales que nos han llegado. Actualmente la zona está tomada por la vegetación, lo que la hace más enigmática y atractiva.

Una de las Canteras de la Albayda
Ya dentro de la falda de la sierra, la Huerta de los Arcos, situada al norte del conocido barrio de El Brillante, es una construcción del siglo XIX, de estilo neomudéjar, compuesto por un pabellón con porche central con arcos de herradura decorados con atauriques, todo dentro de un estilo estético andalusí. Está rodeada de jardines y grutas, y en 1877 fue lugar de reposo del rey Alfonso XII durante sus vacaciones veraniegas.

Acceso a la Huerta de los Arcos.

Portico principal de la Huerta de los Arcos (foto de notascordobesas.blogspot.com)
Algo más hacia el oeste, posado sobre el Cerro de la Cárcel, se halla el conjunto arquitectónico del Eremitorio o Desierto de Nuestra Señora de Belén, conocido popularmente como Las Ermitas de Córdoba, que procede de la época del Obispo Osio, en el siglo III, pero que lo que actualmente nos ha llegado es obrado principalmente a partir del siglo XVII. Destacan las trece pequeñas ermitas de 1709 compuestas por distribuidor, cocina y dormitorio, cubierta a dos aguas y remate de espadaña, que se reparten por el terreno, y que servían para la retirada de los ermitaños, y la iglesia, de 1733, con una nave de bóveda de cañón con lunetos, crucero con cúpula semiesférica y cabecera rectangular, tras la que está la sala capitular, de 1908. En el extraordinario mirador al borde del cerro se encuentra el Monumento del Sagrado Corazón de Jesús, obra de Lorenzo Coullant Valera (1929) y el conocido como Sillón del Obispo, de piedra, desde donde se observa una hermosa panorámica de toda la ciudad, el valle, la campiña y parte de las provincias al sur de la cordobesa, pudiéndose ver incluso las montañas de Jaén y Sierra Nevada en los días más claros.

Ermita de la Magdalena, una de las trece del recinto del Eremitorio.
Sagrado Corazón de Jesús (Coullant Valera, 1929)
A este lugar solían llegar en peregrinación, en busca de comida mucha gente necesitada, que era alimentada por los propios ermitaños. Las famosas habas de Las Ermitas, hoy convertido en fiesta conmemorativa popular anual, es un ejemplo de lo que pasaba. Por ese motivo, en los alrededores existen lugares como oquedades y cuevas que sirvieron de habitación a los pobres que subían o bajaban de este lugar. Dos ejemplos de ello son la Cueva de los Pobres o la Cueva de la Peña Melaria, que incluso tienen labrados lugares para asiento u hornacinas para santos. Sobre esta última cueva se supone que estuvo el monasterio mozárabe de San Salvador de Peña Melaria del siglo IX.

Cueva de Peña Melaria
Restos de construcciones sobre la Cueva de Peña Melaria.
Casi a tiro de piedra de allí existe una cantera de la denominada piedra de mina cordobesa, o piedra negra cordobesa, que es otro de esos lugares casi exóticos que abundan en la parte qurtubí de nuestra Sierra Morena. En este lugar se sacó durante cientos de años esa piedra de color grisáceo de diversas tonalidades que aún se puede ver en el escalón de entrada al zaguán de las casas antiguas, en especial las del Casco Histórico. Es el conocido como el Rodadero de los Lobos, una denominación que es una incógnita (hay quien señala que es llamado así por ser el lugar donde acorralaban a los lobos para matarlos) Está compuesto por un lugar de forma ovalada, con entrada y salida estrecha en sus lados menores, creado por la mano del hombre al ser usado como cantera. Desde la ciudad es perfectamente localizable por el aspecto erosionado que presenta la loma donde se sitúa, aunque en realidad no es la erosión la que forma esa marca pelada en la montaña, sino el haber sido usada como escombrera de los restos de piedra inutilizados. Desde este hermoso, y a la vez extraño lugar, las vistas de la ciudad, el valle y la campiña son espectaculares.


El Rodadero de los Lobos, desde el valle.

El Rodadero de los Lobos.
Kilómetro y medio hacia el suroeste se encuentra la Torre de las Siete Esquinas, una pequeña construcción que domina los caminos de alrededor, y desde la que también se ve toda la ciudad y muchos más kilómetros hacia el sur. Construida alrededor del año 858, parece ser que para que no se volviese a construir el Monasterio de San Salvador de Peña Melaria, del que antes hablamos, y destruido por aquella fecha, tiene, a pesar de su nombre, ocho lados, y el interior es cuadrado. A unos 350 metros hacia el oeste, subiendo una pendiente, se llega al Mirador de las Niñas, desde donde continúan las vistas espectaculares, esta vez a un nivel más alto.

Torre de las Siete Esquinas (Siglo IX)
Vista parcial del Valle del Guadalquivir desde el Mirador de las Niñas.
A unos cuatro kilómetros desde aquí hacia el noroeste, ya bien introducidos en la Sierra de Córdoba, se encuentra la medieval aldea de Santa María de Trassierra, donde nació en 1467 Beatriz Enríquez de Arana, amante de Cristóbal Colón, y madre del hijo de ambos, Hernando Colón. Además de los hermosos lugares de sierra e hitos que se encuentran cercanos a esta aldea, como los Baños de Popea, el Arroyo del Bejarano o la califal Fuente del Elefante, del siglo X, dentro de la población también se halla su interesante parroquia, del siglo XV. De ella destacan dos portadas góticas, el artesonado mudéjar y los arcos de herradura apuntados y enmarcados por alfiz que separan las naves del templo.

Baños de Popea, en Trassierra (foto de www.cordobaanfitriona.com)
Entorno de Trassierra (foto de Carmen Fuerte Carrillo)

Iglesia de Santa María de Trassierra, siglo XV (foto de www.iaph.es)
Otra construcción religiosa en plena sierra cordobesa se sitúa a unos 9 km hacia el este desde aquí. El Santuario de Santo Domingo de Scalacoeli, lugar de celebración de la romería que lleva su nombre, fue fundado en 1423 por el santo católico Álvaro de Córdoba, que está enterrado en la iglesia. Esta fue acabada de construir en 1442, pero todo fue reconstruido en el siglo XVI y posteriormente en el XVIII, que es lo que nos ha llegado. Destacan las pinturas murales barrocas y el retablo sin policromar.

Santuario de Santo Domingo de Scala Coeli.

A unos siete kilómetros al norte, la Barriada de Cerro Muriano (*) es compartida con el municipio de Obejo. En ella, además de un privilegiado entorno de bosque mediterráneo, se pueden admirar restos de su pasado minero desde la época de la Bética romana hasta el primer tercio del siglo XX, lo que hace del lugar un sitio histórico muy interesante. El Museo del Cobre está en lo que fuera el cuartel de la Guardia Civil y en él se ven restos del yacimiento romano del Cerro de la Coja. También romano, en el propio cerro, se encuentran marcadas unas termas tapadas con tierra por falta de presupuesto, y un aljibe que fue vivienda de Filomena Díaz, "La Coja". Las minas de más de 2000 años se reparten por la localidad, así como los pozos, y de entre todo destacan los restos de la Córdoba Copper Company, la empresa que explotó las minas entre el siglo XIX y el XX, y que graciosamente se le conoce como el Machu Pichu de Córdoba, por sus restos pétreos aterrazados que hacen recordar a aquel extraordinario yacimiento precolombino peruano. La Piedra Horadada, conocida como el Beso de los Leones, no se sabe a ciencia cierta si es un capricho de la naturaleza, o se trata de algún moldeado por parte del hombre. En cualquier caso, se ha convertido en un símbolo de la localidad.

Restos de la Córdoba Copper Company (Cerro Muriano)
La Piedra Horadada (Cerro Muriano)
Hacia el sur de nuevo, otros seis kilómetros y medio aproximadamente, desviando algo hacia levante, otro templo de celebración de romería se asoma entre el bosque. Se trata del Santuario de Linares, fundado por el rey Fernando III de Castilla en el siglo XIII, tras la conquista de Córdoba, entonces Qurtuba. La iglesia se adosa a una torre-atalaya almenada de época andalusí, que sobresale en altura y que hace la función interior de cabecera de altar al encontrarse en ella el camarín para la imagen que allí colocara, supuestamente, el rey en el asedio a la ciudad. El resto del conjunto es de decoración barroca, salvo los arcos de la hospedería anexa, que se pueden fechar en el siglo XV.

Santuario de Linares
A unos dos kilómetros hacia el sur, dirección Córdoba por la carretera que la une a ella desde el santuario, se encuentran otras canteras que fueron utilizadas desde la época de la Bética romana para la construcción de edificios en la ciudad. Hoy en día es parte del Restaurante Cuevas Romanas, y las canteras están integradas en él con un coqueto jardín delantero, y las estancias que se han formado con el paso de los siglos se usan como salones para celebraciones.

Las Cuevas Romanas.
Otros dos kilómetros más hacia el sur, tocando ya los límites de la actual ciudad, detrás de las cocheras de los autobuses de línea, encontramos afortunadamente aún en pie el Puente Romano del Arroyo Pedroches. Su planta traza un peculiar zig-zag para amoldarse al terreno, y consta de tres arcos, siendo original del siglo I el central, con bóveda de medio punto con dovelas engatilladas, y reconstruidos los laterales en época califal, con dovelas árabes peraltadas. Por el occidental pasa el acueducto Aqua Nova Domitiana Augusta, cuyos restos se encuentran esparcidos por la sierra, aguas arriba del arroyo.

Puente Romano Arroyo de Pedroches (Siglo I)
Plataforma del Puente Romano sobre el Arroyo de Pedroches
Seguimos sumando kilómetros, y tres de ellos más hacia levante vamos a encontrarnos con los edificios que conforman lo que fue fundado como Universidad Laboral, un proyecto de 1952, y que hoy usa sus instalaciones parte de la Universidad de Córdoba (UCO), que reparte sus facultades por distintos puntos de la ciudad. Su estética, en plena dictadura franquista, se basa en la grandilocuencia del racionalismo italiano, y cabrían destacar en esta línea los edificios del Paraninfo, con escalinata y altos pilares, el teatro griego, que hace referencia a la cultura antigua europea, y la iglesia, hoy felizmente usada como Salón de Actos Juan XXIII, de planta triangular, con una gran cúpula de hormigón y la esbelta torre de planta cruciforme. El recinto se ha ido ampliando y reformando con construcciones ya alejadas de la pedagógica monumentalidad fascista de sus inicios.

Iglesia de la Universidad Laboral, hoy Salón de Actos Juan XXIII.

Paraninfo de la UCO (edificio de gobierno)
Dirección levante, a unos cinco kilómetros, la Barriada de Alcolea existía ya en tiempos de la Bética romana, incluso hay constancia de la existencia anterior con el Dolmen del Montón de la Tierra, perteneciente a la Edad del Cobre. El conocido como Puente de Alcolea, una monumental pasarela sobre el Guadalquivir construida en 1792, fue escenario de dos importantes batallas en el siglo XIX: la de junio de 1808, en la Guerra de la Independencia contra los franceses, y la de septiembre de 1868, en la Revolución de La Gloriosa para derrocar a la reina Isabel II. Un monolito en el petril así lo recuerda.

Parte del Puente de Alcolea (1792)
Monumento de las batallas del Puente de Alcolea
Dos kilómetros y medio hacia poniente, de vuelta a Córdoba, pero esta vez en la orilla izquierda del Guadalquivir, rodeado de un impresionante sembrado que prácticamente lo aísla, se levanta aún soberbio sobre un otero el Castillo de la Isabela, construido en 1871 por el Conde de Torres Cabrera, en un estilo historicista neoclásico. Actualmente está abandonado y peligra su existencia. Destacan sus torres y semi-torres de las esquinas.

Castillo de la Isabela (1871) aún en pie (29/10/16)
Seguimos regresando a la ciudad, hacia el oeste, y tomando como referencia el mismo Guadalquivir, porque a poco más de seis kilómetros, y sobando las aguas del río, se sitúa el Molino de Lope García, uno más de los tantos que existen en esta ciudad. De procedencia andalusí, de esa época nada queda, y lo que hoy vemos corresponde a la reconstrucción que el arquitecto Amadeo Rodríguez realiza en el año 1877.

Molino de Lope García (notascordobesas.blogspot.com)
Solo 800 metros aguas más abajo, otro de los molinos ha quedado más apartado del agua con el paso de los años. Se trata del Molino de Carbonell, construido en 1834 sobre otro existente desde la época medieval.

Molino de Carbonell
Ni dos kilómetros separan este molino de nuestro siguiente destino, siempre en línea recta. Vamos a ir a parar a un lugar de descanso eterno: el Cementerio de San Rafael. Acabado en 1835, y ampliado posteriormente, sobresale el patio central porticado, que es la parte más antigua, con sus arcos de medio punto. En él destaca el mausoleo de Julio Romero de Torres, de 1931, con estética clásica y paleocristiana, y el denominado Muro de la Memoria, dedicado a las personas que fueron asesinadas por la represión franquista (1936-1975)

Cementerio de San Rafael (foto de cordobapedia)
Muro de la Memoria del Cementerio de San Rafael (foto de cordobapedia)
Al noroeste, a unos dos kilómetros, a escasos 600 metros de la Torre de la Malmuerta, aún se conservan, afortunadamente, parte de los restos de una magnífica edificación de época romana, de principios del siglo IV, conocida como la Villa de Santa Rosa (*), descubierta en el año 2003 en el barrio de ese nombre. Aunque su puesta en valor podría haber sido más acertada, sobre todo más abierta al pueblo, la verdad es que es una intervención que al menos no destruye lo encontrado, como en otros lugares de esta ciudad.

Esta villae romana ha resultado ser de una suntuosidad especial. Destacan varias estancias, salas y espacios como los dos peristilos o patios interiores, el tablinum o sala de estar cercana al peristilo, el espectacular triclinium absidiado o comedor, y otros cubiculum o estancias, decoradas con mosaicos y bien proporcionadas.

Peristilo de la villae romana de Santa Rosa.
Reconstrucción del peristilo de la villae romana de Santa Rosa (dibujo en el propio yacimiento)
Peor suerte tuvo uno de los más importantes hallazgos ocurridos en este país recién estrenada la década de los años 90 del siglo XX. Se trata del Yacimiento Arqueológico de Cercadilla (*), un conjunto de edificios de varias épocas antiguas, desde el siglo II antes de nuestra era hasta la época califal del siglo X, que fue partido en dos en el año 1991 con la construcción de la nueva estación y el soterramiento de las vías del tren de alta velocidad, y cuya suntuosidad y monumentalidad son especialmente llamativas. Su función, como palacio imperial romano, palacio privado o complejo religioso paleocristiano, está aún por aclarar por los investigadores que de él se ocupan y ocuparon. Destacan el criptopórtico semicircular, el patio central, los edificios basilicales que se adosan, el cerramiento a modo de muralla defensiva, una piscina limaria de decantación trasladada piedra a piedra al Paseo de Córdoba, cerca de allí, y los restos de una basílica que algunos relacionan con la de San Acisclo.

Yacimiento de Cercadilla, antes de su destrucción (1991) Foto tomada de Cordobapedia.
Parte del yacimiento de Cercadilla en 2016, pendiente su puesta en valor.
A escasos 600 metros al suroeste, en línea recta, una construcción mucho más moderna resalta a vista de pájaro por su forma circular. Se trata de la Plaza de Toros de Córdoba, Coso de los Califas, una edificación con capacidad para casi 17.000 personas, lo que la hace la primera en capacidad en Andalucía y una de las mayores de España, inaugurada en 1965. Su fachada alterna vanos ciegos de ladrillo visto y celosías, de reminiscencias andalusíes, con aperturas cuyo segundo cuerpo señala arcos rebajados y pilares en estípite. Es obra del arquitecto José Rebollo Dicenta.

Coso de los Califas (foto de arteenpatios.cordobaecuestre.com)
Puerta grande del Coso de los Califas (José Rebollo Dicenta, 1965)
Mil setecientos metros hacia el sureste, al borde del río, encontramos dos antiguos molinos más de los que se posan en el Guadalquivir, en este caso en la orilla izquierda. Se trata de los conocidos como de San Lorenzo o del Hierro, y de San Rafael o de las Siete Piedras. Son de época andalusí, reformados en momentos posteriores; el primero, el más cercano a la orilla, es de planta cuadrada con bóveda esquilfada, de cañon para el paso del agua y tiene un puente con tres ojos; y el segundo tiene tres naves con bóvedas de cañón las laterales y esquilfada la central.

Molinos de San Lorenzo y San Rafael, invadidos por la vegetación.
Justo enfrente, en la otra orilla, el Molino de la Alegría ha sido transformado en Museo Paleobotánico, dentro del recinto del Jardín Botánico de Córdoba, que se ha convertido en uno de los más importantes a nivel nacional. También de procedencia andalusí, fue aumentado en dos plantas más en 1910. Llaman la atención las salas de bóveda esquilfada, las piedras de moler y otros espacios y construcciones con fines industriales. El Jardín Botánico es un hermoso vergel al borde del río donde se exponen y crían muy distintas especies, y se estudian y experimentan con ellas, además de proveer un magnífico lugar donde las calurosas noches veraniegas cordobesas se llevan mejor con actividades culturales de distinto signo.

Molino de la Alegría, Museo de Paleobotánica.
Molino de la Alegría, Museo de Paleobotánica.
Real Jardín Botánico de Córdoba.
En el centro del Guadalquivir, algo más aguas abajo, se sitúa una isla creada artificialmente tras la remodelación de los márgenes del río en el año 2004, manteniendo un eucaliptal que ocupaba incluso parte de la orilla izquierda. Se conoce como la Isla de las Esculturas por la existencia de doce esculturas de piedra que allí se colocaron en ese mismo año tras un Simposio Internacional de Escultura celebrado en la ciudad. Si antes hemos comentado con humor que Cerro Muriano guarda el Machu Pichu cordobés, quizás aquí podríamos asemejar a esta isla al Stonehenge  qurtubí. Hoy en día se hace difícil su visualización desde cualquiera de las orillas debido al exceso de vegetación, aunque se está llevando a cabo (dic-16) su recuperación mediante desbroce.

Isla de las Esculturas (foto de www.rutasdelsur.es)
Isla de las Esculturas en plena recuperación (08/12/16)
En la orilla derecha de nuevo, frente al Jardín Botánico, más al oeste, al otro lado de la calle, el Parque Zoológico de Córdoba, además de guardar en su recinto (independientemente de lo oportuno de su existencia como tal) una selección de diversas especies faunísticas de nuestro mundo, mantiene en su parte más alta y extrema los restos de la muralla turdetana que fue la protección del poblado prerromano cordobés (Cartatuba?), y que ocupaba el actual Parque Cruz Conde, conocido científicamente como la Colina de los Quemados. Resulta curioso ver sus restos, que desde este lado lo estamos haciendo desde el exterior, siendo cobijo de las cabras montesas, oxidándose con los restos orgánicos de sus moradores, y viéndose poco a poco colmatadas por el empuje de la propia colina.

Foto de la Córdoba Tartésica o Turdetana (foto de cordobacrisoldeculturas.wordpress.com/)
Si seguimos aguas abajo del siempre sorprendente Guadalquivir, unas veces seco como el Desierto de Kalahari y otras violento y caudaloso como el Río Amazonas, encontraremos, de nuevo en la orilla derecha, un lugar histórico, al mismo tiempo que ecológico y científico. La Alameda del Obispo es hoy el Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (IFAPA), fundado como residencia veraniega para el obispo de entonces, en 1756, en el lugar donde existía con anterioridad una almunia andalusí, de la que no queda nada. Del siglo XVIII sí sobrevive alguna que otra edificación, así como los jardines, de los que en especial destaca el del laberinto dieciochesco.

Alameda del Obispo, restos del siglo XVIII.
Alameda del Obispo, Jardín del Laberinto (siglo XVIII)
El "Río Grande" nos empuja por sus aguas hacia el Océano Atlántico, y a un kilómetro, el último de los molinos reconocidos de la ciudad, el Molino de Casillas, es posiblemente el que más reformas ha sufrido, ya que fue convertido en central eléctrica en 1895, ampliándose su planta en dos más en altura. Cerca de él conserva la azuda que atraviesa el río, subiendo la lámina del agua y llevándola hasta sus compuertas de triple arcada.

Molino de Casillas
Abandonamos ahora los lugares más cercanos a la capital y su casco histórico, para dirigirnos hacia el sureste por la carretera que nos lleva a Granada, e introducirnos en la zona sur del enorme término municipal cordobés, donde la feroz campiña se aprovecha de la arcillosa tierra para convertirla en abono interminable de los productivos campos que la componen. A unos doce kilómetros por esa carretera, se levanta una olvidada fortaleza que controlaba tanto los caminos como los campos en derredor. El Castillo de Torres Cabrera es una atalaya del siglo XIII convertida en palacio-castillo en el siglo XV. Con posterioridad fue usada como cortijo. Destacan su torre almenada y los restos del palacio y del molino.

Castillo de Torres Cabrera (foto de notascordobesas.blogspot.com)
En línea recta hacia el este, a través de los campos de trigo, alfalfa, algodón y girasol, entre otros, se llega en no más de 10 kilómetros "volando" Pero si utilizamos los medios de comunicación terrestre habrá que sumarles otros dos más por lo menos, pues habrá de llegar a la aldea de Santa Cruz (Santa Crucita para los amigos), para desviarse algo hacia el norte y llegar hasta el Cortijo de Castillejo de Teba, y encontrarnos con el Yacimiento Arqueológico de Ategua (*) un desconocido pendiente de sacar a la luz y que nos sorprenderá con sus misterios ocultos.

Ategua fue una importante ciudad que sobrevivió desde época íbera hasta la medieval, teniendo un importante papel en la Historia al haber sido parte de las luchas entre Julio César y los hijos de Pompeyo, su rival, habiendo sido conquistada por aquel en el año 45 antes de nuestra era. Nos queda mucho por descubrir de esta importante ciudad, que fue lugar de habitación y alimento de las tropas cesarianas, y que continuó siendo centro productivo hasta la época medieval. Esperemos que poco a poco tengamos la posibilidad de poder sacar a la luz lo que la tierra nos esconde, antes de que el expolio, la desidia y el abandono, nos hagan arrepentirnos de no haber actuado antes.

Yacimiento arqueológico de Ategua (foto de www.larazon.es)
Fin del sexto capítulo (...y 6. Fuera del Casco Histórico y algo del Término Municipal), de la serie Conociendo Córdoba.


Recorrido propuesto.
Todas las fotos son del autor, salvo las que oportunamente se indican.

Caminito del Rey, Málaga

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Caminito del Rey (Ardales-Álora, Málaga)
País: España.
Provincia: Málaga.
Población: Ardales y Álora.
Fecha: 20171024

Construido para el mantenimiento de la presa del Chorro, entre 1901 y 1905, fue visitado por el Rey Alfonso XIII en 1921, lo que le dio nombre. El paso, de madera en su mayor parte, restaurado con el cambio del siglo XX y XXI, recorre el Desfiladero de los Gaitanes, entre espectaculares paisajes de cortados y paredes rocosas.













Yacimiento arqueológico romano de Itálica

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País: España.
Provincia: Sevilla.
Población: Santiponce.
Fecha: 20171028

Ciudad romana fundada en el 206 antes de nuestra era, y abandonada en el siglo XII, mantiene el entramado urbano de calles y parte de sus construcciones, como restos de algunos de sus palacios con sus mosaicos, anfiteatro y teatro, formando uno de los más importantes yacimientos arqueológicos de época romana de la Península Ibérica.











Fotografías del autor.

San Isidoro del Campo

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País: España.
Provincia: Sevilla.
Población: Santiponce.
Fecha: 20171028

Fundado en 1301 donde estuvo enterrado San Isidoro, hasta su traslado a León, el monasterio muestra diferentes estilos, desde el mudéjar hasta el barroco, con obras de diferentes artistas en arquitectura, retablos, pinturas al fresco y azulejería.











Fotos del autor.

Basílica Eufrasiana

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País: Croacia.
Provincia: Istria.
Población: Porec.
Fecha: 20170808

La Basílica Eufrasiana de Porec, Patrimonio de la Humanidad, es una construcción bizantina, del siglo IV, famosa por sus hermosos mosaicos, su valor histórico-artístico y su excelente ubicación natural, al borde del mar Adriático.












Fotos del autor.

Sacro Convento y Castillo de Calatrava la Nueva

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Conjunto

País: España.
Provincia: Ciudad Real.
Población: Aldea del Rey.
Fecha: 20171126

Sobre el cerro Alacranejo, a 936 metros de altitud, al que se sube por un camino empedrado para la ocasión por la visita del rey Felipe II, y alrededor del Castillo de las Dueñas, del siglo XII, y que lo culmina, se construye en el siglo XIII, tras la batalla de las Navas de Tolosa, y con parte de la mano de obra de los cautivos de ella, el Sacro Convento de Calatrava la Nueva, llamado así para diferenciarlo del antiguo convento más al norte. Sus 46.000 metros cuadrados guardan entre sus tres filas de murallas el castillo en sí, una hermosa iglesia gótica, el cementerio, dependencias privadas, claustro, molinos, tahonas, hornos, fraguas y dormitorios, unas veces mejor conservados que otras, pero en plena dinámica restauradora. Desde él se disfruta de una impresionante vista de la hermosa meseta castellano-manchega, y desde el cerro de enfrente vigilan atentos los restos del almohade castillo de Salvatierra, dando al entorno un carácter propio de los eventos militares de la época de la conquista de al-Ándalus por parte de los castellanos.

Entrada

Castillo

Entorno

Calles interiores

Fachada principal de la iglesia

Entorno

Castillo de Salvatierra en el cerro de enfrente

Acceso al claustro

Zona conventual

Fotos del autor.

Una Córdoba en Francia.

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Còrdas, Cordes o Cordes-sur-ciel (Francia)
País: Francia
Provincia: Tarn
Población: Cordes-sur-ciel
Fecha: 20180810

Casi siempre que hablamos de las "otras Córdobas" para diferenciarlas de la original, fundada hace casi 2.200 años por Marco Claudio Marcelo (sin contar el poblado anterior turdetano, también llamado así probablemente) al borde del río Baetis, hoy Guadalquivir, al sur de la actual España, en ese abanico multicolor y multicultural que es Andalucía, solemos pensar en esas más de tres decenas de villas, aldeas, ciudades, provincias o regiones que se reparten sobre todo por América, aunque también en Filipinas, y que en su mayoría fueron creadas y fundadas al albor del colonialismo que Castilla y Aragón desarrolló en estas tierras desde el conocido año de 1492.

Desde la más norteña, la Córdoba (o Cordova) que está desde 1790 en la costa de Alaska, donde los 45 grados de temperatura son negativos, y al sol; hasta la más populosa, la hermosa Córdoba argentina, con su millón y medio de almas, fundada en 1573 por un sevillano casado con una cordobesa; pasando por la mexicana Córdoba de Veracruz, una coqueta ciudad fundada en 1618; o la provincia, o departamento colombiano de Córdoba, cuya capital es Montería; y la más al este, la Córdoba filipina, en la isla de Cebú, sita en medio de ese maravilloso laberinto de islas que componen el país asiático.

Pero, ¿y si hubiera otra "réplica" de Córdoba, esta vez en el viejo continente, y además fundada 270 años antes del famoso encuentro con América en aquel 1492...?

Hablo del pueblo francés Cordes-sur-ciel, cuya traducción sería Córdoba en el Cielo, y que pertenece a la región Mediodía-Pirineos y distrito de Albi.

Entorno de Cordes-sur-ciel
Debo, en principio, reconocer que no he encontrado nada oficial que relacione fielmente dicha afirmación, por lo que deja de ser categórica para pasar a relativa, aunque siempre posible. Tan solo una confirmación de un guía turístico dando por hecho la traducción del idioma occitano, pocas referencias en alguna página web de viajes y turismo, y algo escrito en papel que ha podido llegar a mis manos. Nada más.

Cordes-sur-ciel se sitúa sobre la colina "puech" de Mordagne.
Su fundación ocurre en medio de una época de enfrentamiento religioso. El catarismo, una doctrina confesional surgida entre los siglos XI y XII en Europa, especialmente en el sur francés, y que, entre otras cosas, defendía el rechazo absoluto al mundo material, encontró respuesta, como no cabía esperar de otra manera, en la todopoderosa y ultramaterialista Iglesia Católica que, aliándose con la no menos monarquía francesa forman un frente común llamado Cruzada Albigense (por la ciudad de Albi), declarando la guerra a los cátaros en el año 1209.

Lugares donde se desarrolla la Cruzada Albigense (foto Wikipedia; SanchopanzaXXI)
El avance cruzado culmina con la batalla de Muret en 1213, en la que muere el rey Pedro II de Aragón, uno de los vencedores de la batalla de las Navas de Tolosa frente a los almohades en Jaén, ocurrida un año antes, y que en esta cruzada apoyaba a sus vasallos que se defendían de los católicos ortodoxos. Aunque la guerra no acaba aquí. El Papa Inocencio III fallece en 1216, lo que es aprovechado por el Conde Raimundo VI de Toulouse, y su hijo Raimundo, que llevaban en el exilio desde la dicha batalla, para desembarcar en Marsella y comenzar a recuperar los territorios perdidos.

En este punto llegamos al año 1222, en el que el Conde Raimundo VI muere, heredando su hijo Raimundo VII, que se hará cargo de la gestión de los territorios recuperados y de los asuntos de la guerra. Una de sus preocupaciones es el reforzamiento de las infraestructuras defensivas y de protección de sus súbditos, y aquí surge la bastida de la que hablamos, y que el conde llamará Còrdas o Cordes, que en idioma occitano, como hemos comentado, quiere decir Córdoba.

Plano de la bastida de Cordes-sur-ciel
¿Qué hizo al conde Raimundo VII ponerle ese nombre? Aquí llegan las conjeturas y la imaginación, pues nada se sabe de ello a ciencia cierta, o al menos yo no he sido capaz de encontrarlo. Desde luego tuvo que influirle la fama de una ciudad (entonces Qurtuba) con muchos siglos de poder político y cultural que se extendía por todo el mundo conocido, en especial en los últimos años con la dinastía omeya. Hay que tener en cuenta que en aquel 1222 todavía mantenía el prestigio de sus escuelas, a pesar de la intransigencia e intolerancia religiosa de almorávides y, sobre todo, almohades, siendo patria de los afamados Averroes (1126-1198) y Maimónides (1135-1204), y la juventud ansiaba estudiar en ellas. Aún no había sido anexionada por los castellanos, hasta catorce años después. También podemos especular con que el conde, que estuvo junto con su padre exiliado varios años y, aunque parece que los pasó en Inglaterra, podría haber tenido sentido que, al menos unos meses, estuviera en casa de su aliado, la Corona de Aragón, y de hecho la invasión para recuperar sus tierras se realizó en Marsella, lo cual podría indicar que se preparó desde las tierras aragonesas de las costas de Cataluña. Eso pudo también darle la oportunidad de conocer más y mejor el sur peninsular a través de las relaciones políticas y militares de su aliado aragonés. ¿Por qué no?

Campos que rodean Cordes-sur-ciel
Una bastida no es un castillo, sino que se trata de una villa construida en lo alto de una colina, aquí el "puech" de Mordagne, y rodeada de potentes murallas, que en Cordes son cuatro líneas concéntricas de muros defensivos, y que servía para que la población que perdía sus viviendas debido a la guerra se refugiase en ella, manteniendo una composición urbanística parecida, en gran medida, a las ciudadelas romanas, con sus cardos y decumanos, aquí moldeados según el terreno.

Puerta del Reloj (siglo XIV)
Puerta del Abulón (siglo XIII)
Muralla de la Puerta de la Jane (siglo XIII)
Torre de la Barbacana (siglo XIII)
En este caso, además, nace con la intención de mantener en ella constantemente a una población que se dedique al comercio de los productos que se cultivan, crían y elaboran en los campos que la rodean. Para ello se levanta la Plaza del Mercado, aunque el pórtico es posterior, y con un magnífico pozo de abastecimiento de agua potable, con 113 metros de profundidad.

Plaza del Mercado (siglo XIV)
Todo esto hace que la gente que se traslada a vivir en la bastida se sientan seguros y levanten sus casas y tiendas.







La Iglesia Católica, a través de su Papa Honorio III, entra en ira descomunal por nuestro Raimundo VII al verle de nuevo Conde de Toulouse, Marqués de Provenza y Duque de Narvona, así que lo excomulga en 1225, y arenga al Rey francés para que lo persiga a sangre y fuego, cosa que logra tras vencerle en 1229, bajo el papado de Gregorio IX, haciéndole firmar el Tratado de Meaux, y finalizando así la Cruzada contra los cátaros. Estos, sin embargo, siguieron fieles a sus creencias escondiéndose en bosques o reuniéndose clandestinamente pero, perseguidos por la Inquisición, fueron perdiendo adeptos y a mediados del siglo XIV ya se dio por extinguida la doctrina.

Cordes, por aquel tiempo, seguía siendo un pueblo próspero, al encontrarse en un cruce de caminos desde su fundación, y cerca de la importante ciudad de Albi, hoy Patrimonio de la Humanidad, y algunos pudieron levantar en la población casas con un carácter más aristocrático, y del nuevo gusto gótico de la época, con arcos ojivales.

Casa del Grand Veneur (siglo XIV)
Casa Grand Fauconnier (siglo XIV)
Y se mejora la iglesia para recuperar los cultos "como Dios manda".

Iglesia de Saint Michel (siglos XIII al XV)
Durante siglos se ha mantenido en la localidad su carácter rural y mercantil, así como gran parte de su caserío, dejando rincones de gran belleza. Hoy es un pueblo turístico, de unos 500 habitantes, que vive de ello casi de forma exclusiva. Otros 500 aproximadamente ocupan los campos de cultivos que hay en el extrarradio por el municipio.







En la década de los años 80 del siglo XX el pueblo comenzó a llenarse de bohemios y artesanos, que se vinieron buscando la soledad y la inspiración del artista en un lugar recóndito y alejado de los bullicios de la vida del consumismo y las prisas, y abrieron sus casas-tienda por sus calles, emulando a sus antecesores, y hoy en día aún se mantienen, imprimiendo un carácter muy específico y un ambiente distinto al resto de ciudades turísticas.





Fueron ellos los que probablemente notaron cómo aquella antigua bastida cátara y pueblo occitano, de fachadas de arenisca y gris, esa "villa de las cien ojivas" de calles empedradas, parecía flotar entre las nubes cuando poco a poco se levantan las nieblas de los meses frescos de la campiña. Por ese motivo comenzaron a apellidarle "sur-Ciel": "en el Cielo", algo que pasó de ser oficioso a ser oficial, cuando le cambiaron el nombre, quizás para diferenciarla de aquella de la que la separan más de 1.200 kilómetros...

En el año 2014 fue nombrado el pueblo más bonito de Francia, evento organizado en un programa de la televisión France TV.


Tengo entendido que existe un proyecto en la Córdoba andaluza para, una vez restaurada debidamente, convertir la Iglesia de San Rafael, del Asilo Madre de Dios, a las afueras de la Puerta de Baeza, en la Casa de las Córdobas, donde tendrían cabida todos esos lugares que en el mundo llevan ese nombre. No estaría de más plantearse la posibilidad de hacer un huequito para este pequeño y hermoso pueblo francés, cuyo conde fundador, Raimundo VII de Toulouse, decidió emular, de una manera u otra, a la original.

Todas las fotos son del autor, salvo las que oportunamente se indican.

El Alcázar Andalusí de Madinat Qurtuba (Córdoba)

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Plano-croquis de hipótesis del Alcázar de Córdoba
Antes de comenzar con el desarrollo de esta hipótesis sobre cómo pudo ser el Alcázar Andalusí de Madinat Qurtuba, he de dejar bien claro algunos aspectos.

1.- Esto no corresponde a NINGÚN estudio de investigación serio. Yo no soy investigador, ni historiador, ni nada que se le parezca (aunque me pese), por lo tanto, actúo con la libertad de la que no disponen los investigadores e historiadores que sí se dedican a esto, y que se deben a su profesión, no pudiendo desarrollar en sus estudios esa imaginación romántica que con tanta facilidad y gusto se puede llegar uno a dejar llevar, siendo amante de la Historia. O al menos, no deberían. Yo sí; yo me he dejado llevar por ella porque no tengo por qué rendir cuentas a nadie de nada. Cristalino.

2.- No todo es imaginación. Afortunadamente, aunque menos de los que deberían, existen magníficos trabajos de investigación serios sobre el edificio, o más bien conjunto de edificios, que hoy encabeza esta entrada en el blog. Ya sea completamente, o en parte, he procurado seguir, hasta donde fuera posible, la senda marcada por los estudios de los entendidos, aunque ha habido casos en los que, por ser contradictorios los unos de los otros, he tenido que decidirme por la versión que más me ha convencido, sin más base que mi propio instinto. Ya sea leyendo sus propias obras, o sea a través de las referencias a aquellas que se dan en otras, siempre he procurado informarme del máximo de datos.

3.- No deja de tener, por supuesto, un tinte novelesco y legendario, influenciado por los diferentes autores de novela histórica que últimamente se asoman más a menudo desde las estanterías de nuevas obras, o incluso de las no tan nuevas. Ese imprescindible toque que lo hace más de andar por casa, sin mucha más profundidad realista.

4.- Me ha influido mucho el estudio aéreo a través de la aplicación Google Maps y Google Earth, donde también se intuyen una serie de marcas de espacios y construcciones actuales que invitan a la reflexión.

5.- Respecto a la metodología, he preferido realizar los planos y dibujos de una forma muy rústica, a rotulador, regla y lápices de colores, para darle ese punto infantil que tanto me gusta. Me llevo mejor con este estilo que con las nuevas tecnologías. Cuestión de gustos y aptitudes.

Bueno, sin más, no sin antes volver a pedir disculpas por mi atrevimiento y osadía a todos aquellos que viven de esto y que tantas alegrías nos traen tras sus meticulosas investigaciones, e invitándoles a continuar con tesón al esclarecimiento de las múltiples dudas que aún existen sobre el tema en cuestión, voy a pasar a explicar cuáles han sido mis conclusiones, esperando que les sea ameno, después de, en primer lugar, enumerar aquí a esos investigadores y divulgadores de los datos que me han servido de guía.

Ahmed Mohammed Al-Maqqari
Alberto Javier Montejo Córdoba
Alberto León Muñoz
Alejandro Marcos Pous
Ahmad Ibn Umar Ibn Anas Al-Udri
Ana Zamorano Arenas
Antonio Arjona Castro
Basilio Pavón Maldonado
Carmen Panadero Delgado
Emilio García Gómez
Francisco Muñoz Carreras
Halaf Ibn Abdalmalik Ibn-Baskwal
Ibn Hayyan Al-Qurtubí
Ibn Idari Al-Marrakusi
José Antonio Garriguet
José Manuel Escobar Camacho
Leopoldo Torres Balbás
Lisan Al-Din Ibn Al-Jatib
Manuel Harazem
Manuel Nieto Cumplido
Manuel Ocaña Jiménez
Pedro Marfil Ruiz
Rafael Castejón y Martínez de Arizala
Rafael Gracia Boix
Reinhart Dozy
Victor Escribano Ucelay

ALCÁZAR ANDALUSÍ DE MADINAT QURTUBA

Hay que diferenciar muy a conciencia lo que actualmente conocemos en Córdoba como el Alcázar de los Reyes Cristianos, y el Alcázar Andalusí de Córdoba. El primero es el que hoy nos queda en pie, y del que disfrutamos tanto de sus estancias como de sus jardines y espacios abiertos, a pesar de su azarosa vida en sus distintos usos, y que está construido en una pequeña parte del segundo, que es el que nos ocupa, y que habría que apellidar Andalusí, porque no se le puede denominar solo Califal, pues también estuvieron en él los Gobernadores dependientes de Damasco, los Emires independientes de Damasco, los reyezuelos de la taifa cordobesa,...

Es más, ni siquiera el término andalusí, aunque fuera en esta época la que engloba su momento más culminante, es totalmente correcta, ya que, en sus inicios, fue una construcción de época visigoda, que fueron los que, en realidad "abrieron la lata" del lugar, al trasladar aquí el poder político, militar y religioso, desde los distintos foros romanos situados en lo que hoy es, o rodea, la Plaza de las Tendillas, la Iglesia de San Miguel y el Ayuntamiento, y, arrastrado por ellos, el poder económico y de prestigio. Pero es entre la conquista norteafricana de la ciudad, en el 711, y la castellana, en 1236, es decir, en una parte de la época correspondiente a Al-ándalus, el período en el que, con sus vaivenes, es este espacio de la ciudad el que mantiene tras sus paredes los avatares sociales, políticos, religiosos y culturales que influirán en el devenir de las vidas de los habitantes de una mayoría del territorio de la Península Ibérica, compartiendo poder, durante un tiempo, con otro lugar espectacular como Madinat al-Zahra.

Los alcázares de las ciudades andalusíes son un conjunto de construcciones palaciegas que engloban estancias y espacios para la residencia, la gestión, la representación política, el ocio, la seguridad,... y para los servicios que requieren el mantenimiento de todos ellos. Buenos ejemplos tenemos aún en pie en Andalucía, como el magnífico Alcázar mudéjar de Sevilla, o la siempre deslumbrante Alhambra de Granada, ambos muy posteriores en el tiempo al que hoy nos ocupa.

En el caso del de Córdoba, la guerra civil acaecida en el 1009 y que conllevará la desaparición del Califato Omeya en el año 1031 provoca su destrucción abrupta en un principio, y progresiva con el paso de los siglos, al mismo tiempo que las ciudades áulicas de Madinat al-Zahra y Madinat al-Zahíra, al oeste y este de la ciudad. Los almorávides (1091) y los almohades (1162) intentaron reconstruir sus fortalezas, como el conocido como Castillo de la Judería, obsesionados con la seguridad, pero ya nunca más se recuperaría a tanta altura la magnificiencia y brillantez de la que nos hablaron por escrito los historiadores coetáneos en sus textos. En 1236 Qurtuba cae en manos del rey castellano Fernando III, siendo el último monarca que lo habita durante un tiempo; el suficiente hasta terminar los fueros de la ciudad y realizar el repartimiento de sus tierras y haciendas entre sus súbditos y seguidores, antes de continuar su conquista por el Valle del Guadalquivir.

El Alcázar Andalusí es entregado en su mayor parte al Clero: la zona más residencial la tomó el nuevo obispo de la ciudad, Lope de Fitero, y la convirtió en su sede, el Palacio Episcopal, mientras que el resto se lo repartieron particulares, órdenes religiosas y canónigos. En 1328 Alfonso XI de Castilla, después de haber comprado unos terrenos a los monjes agustinos, finaliza en una parte de él  el que actualmente se conoce como Alcázar de los Reyes Cristianos, que posteriormente fue sede de la Santa Inquisición y a partir de 1812, Cárcel Provincial hasta los años 50 del siglo XX. Además, el monarca manda nivelar el terreno existente delante, lo que hoy conocemos como Jardines de los Santos Mártires, tapando los baños califales, y dejando debajo restos de muchas tumbas, reconocidas en principio, según la tradición, como mártires cristianos de la época andalusí.

En el siglo XV, es reconstruido el Palacio Episcopal reciclando parte de la antigua construcción, como veremos más adelante. En la parte sur del recinto del Alcázar, aprovechando una casa existente, se funda el Seminario de San Pelagio en el siglo XVI, que luego será reconstruido en el XVIII. En 1842 se construye la Biblioteca Pública del Estado en otra parte de la zona residencial del recinto. El resto, o queda arrasado, o pervive bajo tierra, en espera de su estudio y puesta en valor, como ocurriera con sus baños reales, que fueron recuperados y son visitables. Actualmente (junio 2020) existen unos restos arqueológicos relacionados con el Alcázar Andalusí en una zona abierta entre el Palacio Episcopal, la Biblioteca y la Plaza de los Mártires, aunque no hay aún estudios claros que nos permitan identificarlos con más concreción.

DELIMITACIÓN DEL ESPACIO

Límites máximos del Alcázar Andalusí de Qurtuba (foto Google Earth, modificada)
Por lo tanto, y como comentado anteriormente, el recinto del Alcázar Andalusí de Qurtuba englobaba los espacios que hoy ocupan el Palacio Episcopal y Museo Diocesano, el Seminario de San Pelagio, el Alcázar de los Reyes Cristianos (en parte) y la Plaza y Jardines del Campo Santo de los Mártires, donde se sitúan los restaurados Baños Califales.

Hagamos ahora una fotografía inventada de cómo estaría todo a las 10 de la mañana del día 1 de octubre del año 976, al día siguiente de la muerte del Califa Al-Hakem II. ¿Por qué no?

Último aviso: A partir de aquí, esto es una mezcla de invención total por parte de mi imaginación, y datos recogidos de los estudios de investigadores y divulgadores. Para saber dónde está la diferencia, les invito a que lean sus obras, cuyos nombres pueden obtener algo más arriba de este post.

CONSEJO: Para poder comparar los planos con los datos explicativos se aconseja descargar primero aquellos por cada apartado para poder combinar su consulta con la lectura.

ALREDEDORES

Edificios y espacios que rodeaban al recinto.
1.- Mezquita-Aljama. Lugar de oración de los viernes; máximo símbolo del poder religioso en Al-Ándalus; templo, foro político y social, y universidad... Hoy en día la Mezquita-Catedral es Patrimonio de la Humanidad y uno de los edificios más impresionantes del mundo.

2.- Plaza Pública. Existente en época romana, es con la llegada de los visigodos cuando toma prestigio al trasladarse aquí, desde el forum nuovo de la actual calle Morería, el poder religioso y político. En su lado oriental hubo un edificio porticado que es muy posible que aún existiera en época andalusí, y cuyos restos hoy se pueden ver en los sótanos del Centro de Visitantes y en su terraza exterior cerrada. El pavimento, de origen romano y visigodo, se mantuvo también en aquella época.

Plaza Pública, hoy del Triunfo de San Rafael.

3.- Cadalso o patíbulo. Lugar donde se ejecutaba públicamente a los reos para escarnio o para demostración del poder. Actualmente hay una plataforma en forma de plaza que acoge a la estatua principal del Triunfo de San Rafael Custodio de Córdoba.

4.- Puerta del Puente. La Bab Al-Qantara estaba compuesta por tres vanos; uno central mayor que los dos laterales, y su estilo era clásico, pues existía desde la época de Julio César. Hoy en día la sustituye una puerta renacentista, a modo de arco de triunfo.

Puerta del Puente renacentista. A ambos lados aún quedan los vanos originales y su muralla romana.

5.- Muralla romana sur. Aún se mantienen restos de ella.

6.- Puente Romano. Aunque muy reformado, permanece en pie.

7.- Arrecife o ronda. Llamado Al-Rasiff, este consistía en un camino enlosado que construyó el Emir Abd al-Rahmán II (siglo IX) sobre otro malecón existente desde los tiempos de Julio César, para acceder a las puertas del Alcázar, al puerto fluvial y para salir al camino que hacia el oeste bordeaba el Guadalquivir. Así mismo, servía de protección de las crecidas del río.

Al-Rasiff hoy, con la muralla del siglo XIV.

8.- Río Guadalquivir. Llamado Wad el-Kebir, o río grande.

9.- Puerto fluvial. Existen evidencias de su existencia desde la época de la fundación romana de la ciudad, pues el río era navegable hasta esta altura con barcazas para no grandes calados.

Lugar actual cercano a donde se encontraría probablemente el puerto fluvial.

10.- Huertas privadas del Alcázar. Donde hoy se extienden los hermosos jardines mudéjares del Alcázar de los Reyes Cristianos, se extendían unos terrenos de labranza para el abastecimiento de parte de las necesidades del Alcázar Andalusí, que no debieron ser pocas. Compuestas por sembrados y por árboles frutales, estarían gobernadas por una almunia.

11.- Gran Zoco y Casa de Correos. Uno de los zocos más importantes de la ciudad se situaba en este lugar, a extramuros, y se componía de una calle principal a cuyos lados se abrían las tiendas, así como alguna posada y taberna. También aquí se encontraban la Casa de Correos o Dar al-Burud, y la Mezquita de Abu-Harún. Cercana estaba también la Musalla, o espacio abierto para el rezo de los viernes, ya que la Mezquita-Aljama no era suficiente para la población de la capital de Al-Ándalus, que rondaría los 500.000 habitantes.

12.- Muralla romana oeste. El punto donde se encontraban la muralla de la ciudad y la del alcázar propiamente dicha. Actualmente correspondería con la plaza donde confluyen la peatonal Calle de Cairuán y la Avenida del Doctor Fleming, donde se abren los portalones de La Luna, antiguo callejón de Villaceballos, y el del acceso a un aparcamiento público. Algunos autores defienden que la antigua Puerta de Perfumeros, o de Sevilla, de la que hablaremos más tarde, se encontraba en este lugar.

Puerta de la Luna, Callejón de Villaceballos

13.- Barrio al norte. En esta parte norte se levantaban palacios suntuosos en los que vivían los personajes más allegados a la corte, que convivían con algunos artesanos y el edificio de la Ceca, o Casa de la Moneda. Esos palacios corresponderían con los actuales edificios como la Casa de las Pavas, el Palacio de los Marqueses de la Vega Armijo, la Casa de las Bulas, el Palacio de los Herruzo, el Convento de San Pedro Alcántara, el Palacio del Marqués de la Motilla, la Casa de los Manríquez, el Hospital de San Sebastián, el Palacio del Conde de Cabra,...

Palacio de los Herruzo, en Plaza de Maimónides.

PERÍMETRO AMURALLADO, PUERTAS DE ACCESO Y VIARIOS INTERIORES

Murallas, puertas y calles interiores.
El recinto del Alcázar Andalusí de Qurtuba estaba completamente cercado por una muralla, con espesores entre los tres y los seis metros de grosos con aparejos de sogas y tizones de varias combinaciones, y alternando los muros con torres cuadrangulares cada pocos metros. Algunos restos han quedado del edificio original. El acceso hacia el interior se hacía por cinco puertas principales. Su perímetro estaba compuesto por los siguientes elementos a destacar:

Torre del Alcázar Andalusí visible desde el Hospital de San Sebastián (Palacio de Congresos) Fuente: Cordobapedia

14. Puerta del Baño o de la Artesanía. La Bab al-Hamman se abría al norte de la muralla, y se llamaba así porque en su parte interior se accedía a los baños reales, y en su exterior estaba el barrio donde habitaban artesanos, como comentamos antes. Actualmente esa puerta, o sus restos, podrían encontrarse en el lugar que hoy ocupa el Restaurante Almudaina, en su parte más oriental, o en el Callejón del Salmorejo, cercano a la Taberna La Fragua, también en su parte más hacia el este. A partir de aquí, aún se mantiene un precioso tramo de muralla, no visitable (junio 2020) por encontrarse detrás de las construcciones, y que aún separa el Palacio Episcopal del Palacio de Congresos, antiguo Hospital de San Sebastián. En este último una apertura en su paramento sur nos permite admirar parte de esa muralla, coincidiendo con una de sus torres en la que un canalón marca el lugar donde se encontraba un bajante de tubería de plomo.

15.- Puerta del Poder o de Hierro. La Bab al-Mulk o Bab al-Hadid era la puerta más protocolaria y oficial, y se abría hacia el este, en el mismo lugar, o en uno muy cercano a donde hoy se encuentra la que fuera principal del Palacio Episcopal. Puede considerarse su puerta más representativa. El tramo de muralla es coincidente con la fachada del actual Palacio Episcopal, en la que se advierte la presencia de un fuerte aparejo de grandes piedras, posible herencia visigoda, y varios salientes, a modo de torres defensivas, aunque algunos de ellos se ha elevado en altura para aprovechar su espacio interior, en una posterior modificación.

Fachada del Palacio Episcopal, antigua del Alcázar Andalusí

Reconstrucción ideal de la Bab al-Mulk y exteriores.
El mismo lugar hoy

16.- Paso de acceso elevado a la Mezquita-Aljama. El Sabat, estaba diseñado para que el Califa pudiera acceder al templo sin necesidad de pasar por el nivel de la calle, con la intención de ganar en seguridad, y también para elevar así la mística de su persona, separándolo del mundo terrenal. Este fue construido por Al-Hakem II en la parte de acceso a la Maqsura, o lugar reservado para él, en la ampliación que él mismo promovió del templo, y eliminando otro anterior que existía más al norte, y que fue mandado a construir por el emir Abd-Allah. El que nos ocupa tenía varios arcos, y la cimentación de algunos de sus pilares está marcada actualmente con chapas de latón en el pavimento de la plaza.

17.- Puerta de la Justicia, de la Azuda, de los Leones o del Río. Bab al-Adl, Bab as-Sudda, Bab as-Siba o Bab al-Wadi. Es muy posible que todos esos nombres los haya tenido la puerta que a continuación tratamos, dependiendo del momento histórico. Se llamó de la Justicia porque a través de ella se accedía a la audiencia del cadí o juez supremo; de la Azuda porque daba cerca del molino que posteriormente se llamó de la Albolafia; de los Leones porque, al parecer, el primer Califa Abd al-Rahmán III tenía cerca de esta puerta, y de la cárcel, un recinto donde guardaba unos leones que usaba para atemorizar a los reos que no querían confesar; sin embargo, otros autores se decantan porque las aldabas de bronce de la puerta tuvieran la forma de un león; y del Río porque era una salida directa al río desde el Alcázar. Hoy abriría al sur de la fachada del Seminario de San Pelagio, a la altura del segundo de los cuatro patios que se cuentan de este a oeste en el edificio.

18.- Balcón-templete para revista. Justo al lado de esta puerta se alzaba, al igual que en en la explanada oriental de Madinat al-Zahra, un balcón, a modo de templete presidencial, desde donde el Califa pasaba revista a las tropas que realizaban el desfile (alarde) en el arrecife (al-Rasiff) que pasaba por delante, antes de salir a realizar las campañas militares (aceifas) contra los rebeldes internos, los fatimíes del Magreb o los reinos cristianos del norte. Hoy estaría siguiendo la misma fachada sur de San Pelagio.

Fachada sur de San Pelagio hoy, que fuera la del Alcázar Andalusí.

19.- Acueducto-puente y molino-torre. De origen romano, y reconstruido por Abd al-Rahmán II, se llamó de la Albolafia por un tal Abul al-Fiyah que fue su dueño, y hoy aún se mantiene en parte en pie, siendo su noria un símbolo de la ciudad. Su función era la de llevar el agua del río al interior del Alcázar Andalusí hasta un aljibe que la repartía por los jardines del palacio. Su estructura era un acueducto que lo separaba del malecón mediante uno o varios arcos de piedra. Algunos autores admiten que, aprovechando este, sirviera también para acceder, junto al molino, a una torre albarrana para el control de esa zona del río, puente y puerta.

Molino de la Albolafia. Al fondo el Puente Romano.

20.- Puerta de los Jardines o del Cementerio Real. La Bab al-Yinan o Bab al-Rawda estaba formando rincón, y lleva esos nombres por ser estos dos lugares, como veremos más adelante, a donde se llega entrando por ella. Es el acceso más directo al puerto fluvial y al arrecife del río. Actualmente se aprecian restos de la puerta, o de su muralla, adosada al Alcázar de los Reyes Cristianos, en la bajada de la Calle de Santa Teresa Jornet.

Reconstrucción ideal de la Bab al-Yinan y alrededores.
El mismo lugar hoy.
Restos de la muralla y puerta en su parte adosada al actual Alcázar.
Vista desde "dentro", a la derecha los restos.
Paño de muralla en el interior del actual Seminario de San Pelagio.

21.- Puerta de los Perfumeros o de Sevilla. Bab al-Attarin o Bab Ishbiliya. No es la actual Puerta de Sevilla. Esta puerta llevaba estos nombres porque saliendo de ella, en el Zoco Grande, del que se ha hablado con anterioridad, las tiendas de aquellos eran las que estaban más cerca del recinto, y porque era el camino que, por la margen derecha del río, llevaba hasta esta ciudad. Con el paso del tiempo, y la consecuente destrucción del interior de parte de las construcciones del Alcázar Andalusí, este quedó abierto a la población en toda su parte más occidental, convirtiéndose esta en una puerta urbana, en vez de solo de acceso al recinto real. Tras la construcción del Castillo de la Judería, por parte de los almohades en el siglo XII, y el levantamiento de la muralla de la zona entre los siglos XIV y XV, cerrando el barrio de los ballesteros del rey (hoy Alcázar Viejo-San Basilio) esta puerta pierde sentido en este lugar, y se abre con el mismo nombre la que hoy podemos ver, o más bien la reconstrucción de su reconstrucción, en las conocidas como Eras de la Salud. Los restos de la puerta original la podemos identificar actualmente en un torreón que es parte de una casa particular en la Calle Caballerizas Reales, haciendo esquina con la Plaza y Jardines del Campo Santo de los Mártires. La ubicación de esta puerta es muy controvertida, pero yo me he declinado por esta versión.

Torreón relacionado con la antigua Puerta de los Perfumeros.

22, 23 y 24.- Marcan, respectivamente, el viario principal de norte a sur, entre las puertas del Baño y del Cementerio; y de oeste a este, entre las puertas de los Perfumeros y de Hierro; y las plazas que quedarían marcadas por el cruce de ambas calles, delante de los Baños Reales y pasando las puertas del Baño, del Hierro y de la Justicia.

ESPACIOS DE GOBIERNO Y DE SEGURIDAD


Edificios de gobierno y de seguridad.

25.- Casa de la Justicia o del Cadí. Atravesando la Puerta de la Justicia, se abría una explanada en forma de plaza o patio. A la izquierda parte de los edificios de los funcionarios; a la derecha la cárcel; y en el frontal el edificio con planta basilical donde el cadí, o juez supremo, impartía justicia pública. El segundo patio de San Pelagio, contado de este a oeste, amortizaría hoy este espacio emblemático para la corte, donde en ocasiones era el propio monarca el que decidía los pleitos.

26.- Cárcel. Como se ha comentado anteriormente, en el lado oriental de esta plaza interior se alzaba una cárcel compuesta por un torreón almenado en sus cuatro lados. Un pequeño patio daba paso a las dos crujías a oriente y mediodía formando la esquina sureste del recinto del Alcázar, con mazmorras subterráneas, a nivel de calle, y segundo nivel. En la azotea se mostraban tanto los "trofeos" de las batallas ganadas, como los reos que eran condenados a muerte, de forma que siempre había picas con cabezas cortadas clavadas en la punta, o crucificados en forma de equis, con los brazos y piernas abiertos, picoteados por cuervos y otras alimañas, bajo el pendón verde suní y blanco omeya ondeando en la misma esquina. Una pequeña entrada de fuertes rejas de hierro fundido y puerta de bronce, separaba esta construcción de la plaza donde se encontraba el cadalso comentado con anterioridad, para ganar en eficacia de movimientos. Esta zona corresponde hoy a las crujías orientales del primer patio de San Pelagio, y la fachada que da a la Plaza del Triunfo.

27.- Edificios de Administración y Gestión. El Estado necesitaba de lugares donde los funcionarios se reunieran, despacharan y gobernaran, rodeados de la correspondiente burocracia, ya que las demandas, propuestas, solicitudes, quejas, etc... de todo Al-Ándalus requerían de mucho tiempo, recursos humanos y espacios. También estaba aquí la Casa de la Limosna, a la que se llegaba a través de la anteriormente comentada Puerta de la Justicia, cuando esta se abría para audiencias públicas con el cadí. Hoy esas estancias estarían alrededor, o cerca del tercer patio de San Pelagio, incluso en parte de la Calle Amador de los Ríos.

28.- Casa de la Guardia Real. El Califa disponía de su propia guardia personal que cuidaba en todo momento de él y de su familia, así que el recinto que ocupaba debía estar cerca del lugar donde comenzaban las estancias más cercanas al monarca, y no lejos de la puerta principal de acceso, que como hemos comentado antes se llamaba del Poder, o de Hierro. También corresponderían hoy en día con los pabellones norte del primer patio de San Pelagio.

29.- Cuerpo de Guardia. Independientemente de la guardia personal, estaban repartidos por todo el complejo una serie puestos de control de los accesos a los lugares más comprometidos, llamados cuerpos de guardia, y estarían ubicados en la entrada de la Puerta de Hierro, actual principal del Palacio Episcopal; a la de la Puerta del Baño, al norte; y a la entrada de la Puerta de los Perfumeros, en la actual fachada de casas del Campo Santo de los Mártires, detrás, y no muy lejos de la estatua de Al-Hakem II.

30.- Puertas de seguridad. Repartidos por las distintas dependencias, y con especial énfasis en los lugares de estancia de la familia real, los diferentes espacios quedan separados por puertas de seguridad, con acceso controlado, al igual que en Madinat al-Zahra, para mejor defensa en caso de necesidad.

ESPACIOS DE REPRESENTACIÓN

Espacios de representación.
Cualquier Corte importante que se preciara de serlo debía disponer de estancias para atender y agasajar a las embajadas y visitantes del palacio, y esta no iba a ser menos, pues no en vano era en aquellos momentos la que pertenecía a uno de los cinco estados más influyentes del Mediterráneo y Europa.

31.- Pórtico y Patio de Recepciones. Entrando por la Puerta del Poder o de Hierro, se accedía a una plaza. A la izquierda los edificios de la Guardia Real y de Gobierno, antes comentados, y a la derecha los correspondientes a la zona de representación y protocolos. En primer lugar estaría un patio de varias fuentes decorativas rodeado por dos pequeños edificios a este y oeste, y dos pórticos al norte y al sur, que daban acceso a un patio cuadrangular. Habrá que imaginar la decoración suntuosa de paredes y techumbres, los arcos de herradura sobre columnas de colores y el brillante pavimento de mármol. Hoy correspondería a la parte más al sur del actual Palacio Episcopal.

32.- Salón de Recepciones o Salón Dorado. Si rica era la decoración de bienvenida en el pórtico y el patio, habrá que echar el resto para imaginar cómo sería la del salón donde el Califa recibía a multitud de personajes, muchos de ellos hoy reflejados en nuestros libros de Historia. Con el trono real en el centro, bajo una cúpula forrada de oro y decorada con piedras preciosas de colores, similar al mirhab de la Mezquita-Aljama, el resto de cortesanos y familiares del monarca se repartirían por la estancia siguiendo los patrones protocolarios, dependiendo de la importancia del huésped a recibir.

33.- Casa de los Visires. Adosado a este edificio, otro de dos plantas acogía en su planta baja el lugar donde el Califa se reunía con sus ministros para la toma de decisiones de gobierno. Para contextualizarlo, podríamos compararlo con el actual Consejo de Ministros del Palacio de la Moncloa, en el caso de España, o la Sala del Consejo de Administración de cualquier empresa importante. También servía para atender en privado, si fuera necesario, a cualquiera que era atendido en el Salón de Recepciones, cuando el Califa lo creyera conveniente; de ahí que estuviera junto a este.

34.- Salón de Banquetes y Patio. Detrás del Salón de Recepciones, un hermoso edificio para banquetes y patio con fuentes y jardín para representaciones y lecturas poéticas, estaba diseñado para agasajar a los huéspedes que venían a visitar al Califa. Decorado con atauriques y figuras geométricas, para embriagar a los invitados, con la ayuda del vino y de la música, correspondería con el actual patio barroco del Palacio Episcopal.

35.- Despachos del Califa. En la planta alta de la Casa de los Visires, al oeste del Salón de Recepciones y del de Banquetes y su patio, se extendían las dependencias de los despachos privados del Califa, es decir, su zona personal para trabajar revisando documentos y recibiendo personajes de su Corte. Allí tendría bajo su control, a la vista, todos los edificios comentados.

36.- Casa de los Huéspedes. Aunque el Califa disponía de palacios en los alrededores del Alcázar, y por toda la ciudad, incluso extramuros, donde poder alojar a sus huéspedes, también disponía de esta pequeña estancia privada para casos de necesidad.

37.- Torre del Palomar. Al oeste del Patio de Recepciones, y al sur de la Casa de los Visires, se alzaba una de las dos torres más altas de todo el complejo. Con una altura 20 metros, era el lugar donde se guardaban las tan apreciadas palomas mensajeras que servían para comunicarse rápidamente con lugares relativamente lejanos. Vamos, la actual zona Wifi. También servía para que su guardia personal, controlara desde la altura toda la parte comentada en este espacio de representación.

ESPACIOS PARA EL SERVICIO

Espacios para el servicio.
Un recinto de semejante tamaño y diversidad, y con tanto personal viviendo y trabajando en él, requiere de un potente equipo de servicios para su mantenimiento y funcionamiento. Albañiles, jardineros, carpinteros, cocineros, sirvientes, limpiadores, asistentes, escribientes, organizadores... mano de obra en general. Y todos ellos necesitarían talleres, almacenes, herramentales, cocinas,... y habitación para muchos de ellos que vivían allí mismo.

38.- Cocinas. He pintado en el plano tres zonas para cocinas. Una, en el extremo noreste, que daría servicio al Salón de Banquetes; otra en un punto cercano a la Puerta del Baño, pegado a la muralla norte, que dotaría a los edificios privados, de los que se hablará luego; y la tercera, más cercana a la zona de ocio y baños, de la que comentaré más adelante. En ellas se preparaban los alimentos halal, y disponían de hornos, calderos para aceites y brasas para asados, así como alacenas para el almacenamiento y tablas de piedra para la preparación.

39.- Almacenes, talleres y estancias privadas para el servicio. Estos estarían repartidos entre las zonas de representación, privadas y de ocio, de manera más o menos discreta, pero al mismo tiempo útiles para su uso.

ESPACIOS PRIVADOS

Espacios privados

Eran los edificios y lugares donde el Emir o Califa, y su familia, realizaban su vida privada, reservada al descanso y el entretenimiento. Esta zona estaba compuesta tanto de espacios abiertos; patios y jardines interiores, como de edificios de una o dos plantas, además de un mirador.

40. Torre del Mirador y del Tesoro. Con treinta metros de altura, era el punto más alto del Alcázar, y desde él se divisaba casi toda la ciudad y sus alrededores. Aquí, el Califa era donde sentía todo su poder. Esta torre estaba muy vigilada, ya que, entre sus sótanos y el mirador superior existían habitaciones, a distintos niveles, donde se guardaban los tesoros reales. Estaba coronada con un hermoso mirador a cuatro lados con arcos de herradura con dovelas alternadas rojas y blancas, como la Mezquita-Aljama, y como casi toda la decoración de palacio. Hoy, esta torre la podríamos situar en la parte más occidental del Patio de Armas del Palacio Episcopal.

41.- Biblioteca y Taller de Escribanía. Era el lugar preferido del Califa Al-Hakem II, y en ella llegó a acumular, según la tradición, más 400.000 volúmenes. No satisfecho con ello, en el taller se realizaban copias de muchos de los mejores y más deseados libros del mundo entonces conocido y cercano. Se situaba en la planta alta, al norte de la Torre-Mirador, a la que estaba conectada.

42.- Harén y estancias de los eunucos. El lugar donde vivían las esposas del Califa se situaba en el extremo occidental de la zona privada, lejos del bullicio, y era un edificio de dos plantas, vigilado y con puertas de seguridad, con un adosado al sur, donde vivían los eunucos, que era el servicio más habitual en el harén por sus características físicas. Hacia la parte más occidental, dos terrazas o azoteas, en la parte superior, y unidas por un arco con puerta, daban vistas a los jardines y al viario principal norte-sur. La planta alta conectaba, mediante pasos elevados cubiertos, enfoscados en lapizlázuli, tanto con las alcobas del Califa, al este, como con la zona de los baños, al oeste, salvando un jardín interior y el vial norte-sur, respectivamente. Para situarlo en la actualidad podríamos tomar como referencia la zona abierta de la fachada oeste de la Biblioteca Pública del Estado, y que no es visitable.

Paso elevado que conectaba el harén con las estancias privadas del Califa. Vista desde uno de los cenadores.

43.- Salones de Banquetes y Cenadores. El Alcázar disponía de tres salones privados para disfrutar de la gastronomía y de la música y la poesía. Uno de ellos, a poniente, adosado a los baños, compuesto de dos pabellones juntos; un segundo estaría entre el harén y la biblioteca, siendo de una sola planta, con planta basilical, y cabecera de un hermoso jardín con alberca sobre el cual cuatro arcos sostenían el pasaje elevado antes comentado (ver dibujo más arriba); y el tercero, más pequeño, con otro patio-jardín con fuentes delante, y situado entre la zona privada y la zona de representación. La decoración era suntuosa y armoniosa con su entorno, y junto con el sonido de las fuentes resultaba un lugar encantador.

44.- Baños Reales (Hamman). Restaurados y recuperados en el año 2006, los Baños Califales fueron construidos por Al-Hakem II en el siglo X, y ampliados y reformados en el XI, XII y XIII. Con el remonte de tierra que el Rey Alfonso XI realiza en el Campo Santo de los Mártires para la construcción de su Alcázar, quedan sepultados hasta su hallazgo accidental en 1903. Mantiene sus salas frías, templadas y calientes y los lucernarios estrellados en sus bóvedas. Relacionados con los pabellones adosados para banquetes, era todo un conjunto especial para el ocio.

Fotografía reconstructiva ideal de la entrada a los baños califales, dentro del museo.
Interior de los Baños Califales hoy.

45.- Otras estancias privadas. En ellas se situaban las alcobas del Califa, así como otros salones y habitaciones para el uso privado. Su decoración era continuista con el resto del recinto, aunque aquí sobresalía ante todo la funcionalidad, siendo, por lo tanto, más austera. Se situaban adosadas a la Biblioteca y, por el norte, a la propia muralla del Alcázar, teniendo acceso a jardines y pabellones interiores. Hoy lo podemos situar en el extremo occidental del Palacio Episcopal y un espacio abierto que allí se encuentra.

JARDINES, CEMENTERIOS Y MEZQUITA PRIVADA

Jardines, cementerios y mezquita privada.
Los jardines eran un elemento esencial dentro de los palacios andalusíes, y en algunos casos se utilizaban como cementerios, siendo el único caso en el que se permitía el enterramiento dentro de las murallas. En este había dos, y además una pequeña mezquita privada, que daba a ellos.

46.- Cementerio Real (Rawda) y jardín. Este espacio daba nombre a la puerta de acceso al Alcázar desde el sur, y se trataba de unos jardines específicamente diseñados para albergar las tumbas y mausoleos de los diferentes Emires y Califas de Al-Ándalus. Nada más pasar la dicha puerta, a la derecha, un umbrío jardín compuesto por almezos, moreras, naranjos y arrayanes dejaba asomar el estuco de almagra y blanco que cubría la piedra, o el forrado de azulejo, las cúpulas de media naranja, o las tejas de las cubiertas de los mausoleos familiares de los príncipes y califas de la estirpe Omeya, y donde acabará en huesos el recién cadáver de Al-Hakem, que en este momento están perfumando en algún lugar no muy lejano. Dicho cementerio lo podemos situar hoy bajo la crujía más occidental y gran parte del cuarto patio del Seminario de San Pelagio.

47.- Aljibe de distribución de aguas. Una vez salvados, mediante la noria y el acueducto, el paso del arrecife y la muralla, y dentro del recinto, las aguas recogidas del Guadalquivir acababan en un aljibe cuya función era su distribución para el riego de todos los jardines del Alcázar, ya sea por canalillos, o por vía subterránea. Como todos estos tipos de construcciones hidráulicas, tenía una cubierta interior de estuco de almagra, que era el color que permitía que las aguas no degeneraran con la clásica verdina. En cualquier caso, no era para consumo humano, ya que para este cometido el recinto se alimentaba del acueducto que bajaba directamente desde la sierra hasta la Mezquita, y se introducía, de manera subterránea por la parte más al noreste del complejo residencial.

48.- Mezquita del Palacio. Una pequeña mezquita, con su mirhab perfectamente orientado hacia La Meca se levantaba cerca de la Rawda. Era de tres naves perpendiculares a la quibla y tenía su pequeño patio de las abluciones, con fuente, y con un pequeño alminar de unos quince metros de altura. Estaba cubierta de estuco blanco, y su decoración interior era muy austera. Habría que localizar hoy esta construcción en la parte más occidental de la fachada norte del Seminario y parte de la Calle Amador de los Ríos.

49. Fuentes y albercas decorativas no privadas. Repartidas por las zonas comunes del Alcázar existían, según las crónicas, monumentos y fuentes decorativas para solaz de sus habitantes y visitantes. Yo he pintado seis (en paréntesis donde estarían ubicadas hoy): una alberca frente a la entrada a los baños (Jardines del Campo Santo, junto a los Baños Califales y Monumento conocido como Las Manos); dos, una fuente redonda con forma de flor y coronada por un enorme azor de cetrería, cercana a estos y pegada a la muralla oeste (junto a las casas más occidentales de los jardines de los Mártires, cerca de la escalinata de acceso al barrio del Alcázar Viejo); la tercera, una fuente redonda con un elefante rampante como surtidor, estaría en la plaza que se forma a la entrada de la Puerta del Baño, pasando el sabat que une el Harén y las zonas de ocio alrededor de los baños (junto a los restos arqueológicos detrás de la valla, no visitables); más al sur, en la confluencia de los viales principales norte-sur y este-oeste, una gran fuente con planta de estrella de ocho puntas, y en el centro una flor de acanto que soporta una enorme piña de la que emana el agua por todos sus lados y hacia arriba, hacían las delicias de las esposas del Califa que se asomaban a sus terrazas y azoteas (en el mismo espacio no visitable, más al sur); la quinta, una alberca alargada, con chorros de agua en sus laterales, se extendía al suroeste de la antes comentada fuente monumental (actuales jardines frente a la fachada norte del Alcázar de los Reyes Cristianos); y la última estaría en el espacio que separaba las zonas privadas al norte, de las de servicio y edificio de los huéspedes al sur (en la zona que separa el Palacio Episcopal de la Biblioteca Pública)

50.- Cementerio de Palacio (maqbara) y jardín. Muchos de los familiares y fieles sirvientes que habitaron el Alcázar tenían o se ganaban el derecho a ser enterrados también dentro del recinto, pero lo hacían en un espacio distinto al de los Califas y Emires. Combinado con un jardín, las tumbas de estos privilegiados se repartían ordenadamente entre la vegetación de unos extensos y espesos jardines con caminos interiores para pasear. Fueron estos enterramientos los que encontró en 1328 el Rey Alfonso XI cuando decidió la construcción de su alcázar, y los identificó como mártires cristianos. El lugar, que desde entonces fue conocido como Campillo del Rey, se cambió después para llamarse Campo Santo de los Mártires.

La Bab al-Attarin desde el interior, y jardines de la maqbara de palacio.
El mismo lugar hoy

51.- Jardín de la explanada. Es la extensión natural de los jardines anteriores, aunque están separados por el vial principal que desde la Puerta de los Perfumeros parte desde el oeste, dirección este. Rodean a la alberca antes comentada y se extienden hasta la fuente monumental central y las cercanías de la mezquita privada y la Rawda, de los que los separa la parte sur del vial norte-sur.

EDIFICIOS MILITARES

Edificios militares.
En el extremo suroeste, donde ya existiera un castellum romano que defendía la zona y el puerto fluvial, se levantaban los edificios para la estancia de las tropas más leales: unas veces los árabes, otras los bereberes, ocuparon estas dependencias militares con la intención de ponerse al servicio del Estado Andalusí en el momento que este lo precisara para la defensa del Alcázar y de sus alrededores, ya que el grueso del ejército se acantonaba en lo que hoy es conocido como Turruñuelos, y cuyos restos arqueológicos están pendientes de sacar algún día a la luz.

52.- Cuadras y Caballerizas. Era el lugar donde se criaban y mantenían los caballos y camellos del Ejército Real. Se situaba donde hoy se encuentra un jardín del interior del Alcázar de los Reyes Cristianos, y que linda con el que existe en el exterior, y da a la actual Torre de los Leones. En el siglo XVI, el Rey Felipe II ordenó levantar unas caballerizas en esta ciudad, donde nacería el denominado Caballo Español, o Caballo Andaluz. Esta construcción la hicieron a las afueras de la Puerta de Sevilla (de los Perfumeros), ya entonces desaparecida y desde hacía un siglo levantada más al oeste, y muy cerca de la que fueran las cuadras del Alcázar andalusí, pero separadas de ellas precisamente por la muralla del mismo. Es decir, las cuadras califales estaban dentro del Alcázar, y las nuevas del siglo XVI, hoy aún en pie, se construyeron extramuros, aunque la muralla, para entonces, ya no existía, pues se reconstruyó más al sur y al oeste.

53.- Explanada militar o Plaza de Armas. Entre los jardines y las cuadras, se abría un amplio espacio donde se agrupaba el ejército para las salidas y las paradas militares (alardes) que realizaban delante del templete presidencial junto a la Puerta de la Justicia. Si las tropas se dirigían hacia las campañas del sur, estas se agrupaban aquí, salían por la Puerta del Jardín, giraban hacia el este, pasando por el dicho templete presidencial y seguían por el Puente Romano hacia el sur. Si aquellas eran para las aceifas a realizar en el norte, los soldados se dirigían por el vial interior hacia la Puerta del Poder o de Hierro, a la plaza principal, saliendo después por la Puerta del Puente, pasaban delante del Califa y continuaban por el arrecife hacia el oeste, para girar después a la derecha, hacia el norte, bordeando la muralla. Esa explanada hoy la podemos marcar en los actuales jardines delante de la muralla norte del Alcázar de los Reyes Cristianos.

Explanada delante del actual Alcázar de los Reyes Cristianos.

54.- Alcazaba. Era el cuartel de las tropas más fieles al régimen, en unos casos árabes, y en otros bereberes, dependiendo del momento histórico. Esta guarnición, no muy populosa, estaba presta a la defensa del Alcázar, del Califa y su familia, y realizaba las paradas militares antes comentadas, a veces ellos solos y otras junto con el resto del ejército que realmente se acantonaba en un enorme edificio que se sitúa al oeste de la ciudad, hoy conocido como yacimiento arqueológico de Turruñuelos (sin excavar), que atraviesa la actual Carretera de Trassierra pasando la Barriada de San Rafael de la Albaida. La Alcazaba era rectangular, y estaba donde hoy está el Alcázar de los Reyes Cristianos, aunque sin ser exactamente tal cual hoy vemos este edificio. Era más corto, en dirección sur, y más largo en dirección oeste,ya que llegaba hasta juntarse con la prolongación de la muralla romana que venía desde el norte. Tenía potentes torres en sus cuatro esquinas, alguna de ellas probablemente reciclada hoy, que servían de prolongación de la ronda de la muralla perimetral del recinto, y estaba separado por dos patios mediante una crujía central. Su decoración era muy austera y funcional.

DESTRUCCIÓN DEL ALCÁZAR ANDALUSÍ DE QURTUBA

Localización de los lugares comentados sobre el mapa actual (Google Earth modificado)
El proceso de destrucción del complejo palaciego va directamente ligado, como es lógico, con los avatares políticos y sociales de los años y siglos posteriores, lo que determinará su evolución, o mejor involución, acabando por desaparecer prácticamente casi por completo.

He realizado esta descripción tomando como referencia la icónica fecha del día después al fallecimiento del gran Califa Al-Hakem II, en el año 976. Su sucesor, Hisham II, el califa-niño, tan querido por el pueblo, acabó siendo anulado por su primer ministro, Almanzor, que actuó como regente aplicando una dictadura militar. Al fallecimiento de este, en el 1002, las intrigas y las luchas políticas por el poder acabarían con una guerra civil (fitna) entre el 1009 y el 1031, momento en el cual se da por terminado el Califato Omeya de Córdoba bajo el cetro del último Califa, Hisham III, que huyó a Balaguer, donde murió en 1036, y proclamada ya la Taifa de Córdoba, con la forma de gobierno de República.

Durante esas luchas intestinas son destruidos y saqueados los palacios de Madinat al-Zahra y el Alcázar Califal, siendo especialmente duros los primeros años de la fitna.

Es en ese momento en el que la Alcazaba queda arrasada, manteniéndose solo parte de sus murallas exteriores para defensa de la ciudad. Y digo "de la ciudad" porque el recinto palatino queda ya abierto a la misma con el derribo de la Puerta del Baño, al norte y el uso como puerta urbana de la de Perfumeros, al oeste. Las puertas del Jardín y de la Justicia, al sur, son tapiadas, y la de Hierro, al este, es la única que queda en uso dando acceso a los restos de un palacio lleno de ruinas, que está ahora compuesto por los pabellones más al este de todo el recinto.

Los baños califales fueron mantenidos bajo auspicio privado; la pequeña mezquita, que fue arrasada durante la guerra por haber sido lugar de refugio, no fue reconstruida; los jardines y cementerios fueron destruidos y sus lápidas y mausoleos convertidos en cal, para borrar todo resto omeya. La maleza y la tierra lo fue cubriendo todo. Bajo el mandato de Ibn Yahwar al-Rasid (1043-1065), quien no hizo posesión del Alcázar, se autorizó a un tal Ibn Bassa a hacer negocio de lo poco que fue quedando. El historiador Ibn Hayyan nos cuenta que "...Malbarató los materiales; mármoles preciosos, columnas de gran valor, maderas riquísimas, cobre purísimo, hierro y plomo de la mejor calidad, para enriquecerse..."

En el año 1070 la Taifa de Córdoba es conquistada por la Taifa de Sevilla. Su rey, Al-Mutamid, se reserva entonces una parte del Alcázar como palacio propio, para cuando habría de desplazarse desde su capital a la ciudad de los Califas, con lo que durante ese período el complejo fue un poco adecentado y recuperado. La parte que tomó para sí fue la que ocupara la zona más cercana a la Puerta de los Perfumeros, y se le conoció como el Alcázar del Bustan.

Los almorávides, llamados a la Península para recuperar el terreno perdido ante los cristianos del norte, conquistan Córdoba el año 1091. Obsesionados por la seguridad, reconstruyen las murallas perdidas en la ciudad y crean una nueva cerca rodeando el barrio del este (Al Sharquiya) En el Alcázar, mejoran sus interiores y se amplían y mejoran los baños.

En 1162 los almohades toman Qurtuba, y también mejoran los baños y otras partes del Alcázar, como la zona de la antigua Alcazaba, hoy Alcázar de los Reyes Cristianos, pero, lo más sobresaliente es la creación del posteriormente llamado Castillo Viejo de la Judería. Se trata de un pequeño castillo o alcazaba, que sobresale de la muralla del Alcázar por el oeste, quedando la Puerta de Perfumeros, o de Sevilla, otra vez como puerta no urbana, y sí de acceso a dicha construcción hecha en tapial. Hoy aún se mantiene el perímetro norte y oeste, y la puerta de ese lado, de acceso en recodo, en la torre conocida hoy como Torre de Belén.

Torre de Belén, del Castillo almohade conocido posteriormente de la Judería.
El Rey Fernando III de Castilla se anexiona la ciudad en 1236, y según la Crónica Latina, tras oír misa en la Mezquita, el monarca "...pasó a un nobilísimo palacio que construyeron para sí los reyes moros del que se cuentan tantas cosas por los que lo han visto que resultan increíbles para los que no lo conocen", aunque también dicen que se encontraba en estado ruinoso. Durante un tiempo, mientras preparaba los fueros de la ciudad y realizaba el repartimiento de sus tierras y haciendas, fue residencia del rey, hasta que, después de hacerlo, se volvió a tierras cristianas para casarse y preparar las siguientes campañas en Al-Ándalus.

Respecto al Alcázar, el rey castellano cedió los terrenos y ruinas de la Alcazaba a la Orden de Calatrava, que unos años después esta entregó o vendió a la novedosa orden agustina. Los baños califales fueron vendidos a un particular. La zona sudeste, correspondiente a la Casa del Cadí, Cárcel y Edificios de Administración, repartidos entre algunos canónigos. Los espacios privados y de representación, es decir, la más noble, al noreste del recinto, es regalada al nuevo Obispo Lope de Fitero, que lo convierte en su sede. Al sur de la Puerta del Poder o de Hierro, se abre un arco en la muralla, con los siglos conocido como Arco de Guía, dando acceso al que separa ambas zonas comentadas, y habilita el paso al resto del complejo. Y la alcazaba construida en el siglo XII por los almohades es convertida en gueto para los judíos, pasándose a conocer como Castillo de la Judería.

A la salida, al oeste de este nuevo bastión comienza a levantarse un nuevo barrio cedido por el rey a sus soldados ballesteros, que construyen sus casas siguiendo un viario en formato lineal que aún se mantiene en la actualidad, llamándose hoy Barrio del Alcázar Viejo, o de San Basilio.

1009-1328 (Imagen Google Earth modificado)

En 1328, Alfonso XI compra a los agustinos los terrenos y los restos de edificación de la antigua Alcazaba, y construye el hoy conocido como Alcázar de los Reyes Cristianos. Para realzar la nueva construcción manda hacer un remonte de tierras en toda la zona interior correspondiente al antiguo cementerio (maqbara) y jardín del palacio, y a los baños califales, quedando todo sepultado bajo tierra, y convirtiendo el lugar en una explanada sin vegetación. El monarca vuelve a dar vida al Molino de la Albolafia para regar sus nuevas estancias ajardinadas.

A finales del siglo XIV y principios del XV, tras la Batalla del Campo de la Verdad, entre Pedro I y Enrique II, en 1368, comienza en la ciudad una campaña de nuevo reforzamiento de lugares defensivos, como la Torre de la Calahorra, o las murallas. En este contexto, entre esta fecha y los primeros años del siglo XV, además de la Torre de la Malmuerta, entre otras, se levantan las murallas que defienden el Alcázar de los Reyes Cristianos en su parte sur y oeste, dejando en su interior el barrio del Alcázar Viejo. En la parte más occidental de esta muralla se abre la nueva Puerta de Sevilla, que hoy aún se mantiene, sustituyendo a la del mismo nombre y más interior, que fuera del Alcázar Andalusí. Lo que hoy vemos, como ya hemos comentado, es la reconstrucción que en los años 50 del siglo XX se hace de una reconstrucción que se hizo en el siglo XIX tras su desplome, aunque la torre albarrana que supera el arroyo, hoy canalizado, mediante dos arcos, sí es original.

Puerta de Sevilla
En ese mismo siglo XV, reaprovechando parte de las construcciones existentes, se construye el Palacio Episcopal en el lugar cedido por Fernando III al Obispo, con el estilo gótico de la época. En la otra punta, la Reina Isabel I de Castilla, que se encuentra habitando el Alcázar de los Reyes Cristianos, preparando la campaña de conquista del Reino de Granada, y donde dará a luz a su hija María, posterior reina de Portugal, y se recibirá a Cristóbal Colón en 1486, ordena el desmonte de la Noria de la Albolafia, por perturbar su descanso con el ruido. Cuando se marcha, cede el nuevo Alcázar a la Santa Inquisición, que monta allí su tribunal y habilita sus estancias como mazmorras. Y es que la reina lo mismo montaba que desmontaba.

1328-1492 (Imagen de Google Earth modificada)

En el siglo XVI se reconstruye el Palacio Episcopal, dándole el aspecto que hoy en día se puede ver. En 1570, el Rey Felipe II, con la intención de crear un caballo de pura raza, edifica las Caballerizas Reales. Para ello utiliza el espacio más al sur del almohade Castillo de la Judería, eliminando la muralla del Alcázar que lo separaba de los restos de lo que fueran las cuadras, y abre un hueco en la muralla del Castillo de la Judería, conocido hoy como Arco de Caballerizas. En las antiguas casas del canónigo Velasco, se funda el Seminario de San Pelagio.

El siglo XVII es testigo de reformas en el Palacio Episcopal, que incluye el derribo de su zona más occidental y del sabat, o pasadizo que existía entre aquel y la Mezquita, ya con la Catedral dentro de su recinto.

1492-1682 (Imagen de Google Earth modificada)
En el XVIII, un incendio en la sede episcopal trae importantes reformas interiores, con la reconstrucción de patios y crujías de estilo barroco, y la ampliación y remodelación del seminario. Poco a poco, los restos del antiguo Alcázar Andalusí van desapareciendo para siempre.

En el siglo XIX, en parte de la antigua zona residencial palatina, se construye la Biblioteca del Estado, hoy aún en funcionamiento, y es cedida por el Ayuntamiento al Seminario de San Pelagio la parte más occidental que linda con él, y que correspondía con la Rawda, o Cementerio Real de los Omeyas, dando así carpetazo a la posibilidad de una recuperación histórica. En 1812 el Alcázar de los Reyes Cristianos, que pertenecía al Santo Oficio, se transforma en cárcel, y en 1931 es declarado Monumento Histórico y cedido al Ejército. En este siglo se abre la Calle Santa Teresa Jornet, que conecta la Plaza de los Mártires con el Guadalquivir, donde estaba la Bab al-Yinan o Bab al-Rawda.

El siglo XX trae la apertura organizada de la actual Calle del Dr. Fleming, para conectar con el río a través de lo que fueran los jardines andalusíes del antiguo Alcázar, y el Alcázar de los Reyes Cristianos es restaurado mediante un proyecto de musealización que recupera los espacios interiores y exteriores del edificio del siglo XIV.

1682-1960 (Imagen de Google Earth modificada)
A principios de los años 1970 Félix Hernández y Ana María Vincent excavan los restos arqueológicos de la zona norte del Alcázar Andalusí de Qurtuba, quedando pendiente un estudio con más profundidad y dilatado en el tiempo.

Todas las fotos son del autor, salvo las que se indican oportunamente.


Fuente romana monumental en Córdoba

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Croquis de la fuente romana monumental (recorte conservado del periódico Córdoba)

Cuando era jovencito (vamos, hace cuatro días), solía recuperar artículos y escritos sobre Córdoba, pues siempre me gustó investigar sobre la historia, el urbanismo, la arquitectura y la sociedad de esta milenaria ciudad en la que vivo. Ahora es mucho más fácil informarse a través de las nuevas tecnologías, pero en aquellos años a los que aludo, no estaba generalizado el uso de ordenadores personales, y mucho menos, de internet, así que me entretenía de esta manera.

Últimamente, entre confinamientos y días de vacaciones, y haciendo limpieza en aquellos lugares donde poco se asoma uno a lo largo del año, y donde suele guardar objetos y documentos que, en muchos casos, no se sabe por qué están allí aún, me ha aparecido un interesante escrito sobre el tema que titula este post. Por no recordarlo, ahora mismo no sabría asegurar si este escrito, que voy a poner más abajo, se trata de un artículo completo, o solo un resumen, a modo de notas académicas, como sí recuerdo que solía hacer.

Desgraciadamente, y es un error que en su día tuve, y que hoy no puedo sino lamentar, no dispongo ni del autor, ni de la fecha de creación. Sí tengo, sin embargo, la fecha de cuando tomé aquellas notas, y que se sitúan en el mes de julio de 1989, y también que fue copiado (o resumido) de un artículo publicado en el Diario Córdoba, y del que, además, me quedé con un recorte del croquis que se ve más arriba.

Dicho artículo trata sobre los restos romanos que salpican la hermosa Plaza de Jerónimo Páez, frente al magnífico Museo Arqueológico de Córdoba, entonces zona degradada y sin disponer aún de la tan necesaria ampliación, y lugar donde estuvo situado el Teatro Romano de Corduba. En él se describen dichos restos como los de una monumental fuente romana, y el proyecto de reconstrucción "in loco" en este lugar, que nunca se llevó a cabo.

Plaza de Jerónimo Páez, años 80, tomada de internet (se requiere autor para reflejarlo aquí)

A continuación el artículo comentado:

"Esparcida por la Plaza de Jerónimo Páez existe una monumental Fuente Romana en espera de su recomposición. Los restos de esta fuente se descubrieron en los trabajos arqueológicos realizados en 1977 por Ana María Vicent y Alejandro Marcos Pous, con la ayuda de los funcionarios del Museo Arqueológico J. Costa y R. Secilla, en la calle Saravia, nº 3, en el fondo del solar, ya lindando con la calle Leiva Aguilar."

"Bajo la tierra se encontró una poderosa plataforma cuadrada, con varias hiladas de sillares. Sobre esta fuente base había pavimento también cuadrado formado por grandes losas de piedra dura gris oscura de la Sierra. En este pavimento encaja el petril circular del pilón de la fuente (que por su interior tiene un suelo de ladrillitos dispuestos en "espina de pez") flanqueado por cuatro robustas columnas de granito que soportaban un entablamento y su techo. Las bases y capiteles de las columnas y el entablamento no se conservaban, pues eran de mármol y se reaprovecharon en otras construcciones o pasaron a los hornos de cal. En el centro del pilón de agua hay un hueco para insertar una especie de pilastra o basamento de mármol, también desaparecido, que llevaba el surtidor."

"Esta fuente con petril circular y bajo baldaquino es francamente original y rara. Circular, pero sin columnas hay una en la antigua Cuicul (hoy Djemila, en el interior de Argelia). Otra de Ostia, junto a Roma, tiene en cambio cuatro columnas, pero muy pequeñas y asentadas en un petril cuadrangular bastante reducido. Modestas y de otros tipos, a veces graciosas, son las cuarenta y pico fuentecillas de las calles de Pompeya. Según la documentación revisada, esta fuente pública cordobesa resulta única y muy monumental por su disposición y dimensiones. El paso siguiente en monumentalidad y complejidad es el ninfeo público. Los elementos de la fuente se recuperaron y trasladaron a esta plaza, frente al Museo Arqueológico. Por su tamaño no debía instalarse en su interior como las otras doce existentes en el museo, restituidas a su función. Por ello se ofreció al Ayuntamiento su recomposición en la plaza, el lugar más idóneo, quien lo asumió dentro del plan de reforma de plazas; el museo proporcionó planos a escala con el proyecto de ordenación general de la plaza y dibujos de la fuente. El alcalde mostró un interés personal grande, algún concejal visitó varias veces el lugar, se llegaron a designar los técnicos correspondientes e incluso el constructor. Pero desde esas fechas las piedras dormitan plácidamente, a sol y sombra, entre lagartijas y hormigas. No perdamos la esperanza de ver algún día en pie este antiguo documento histórico de Córdoba en la plaza de una ciudad con no sobrados monumentos. Para terminar hay que añadir que si bien la ciudad de Roma se adorna con famosas y bellas fuentes, carece de una auténtica fuente romana antigua: Córdoba, en cambio, la tendría."

El Museo Arqueológico se amplió (aunque dejó vacío el antiguo Palacio de los Páez de Castillejo, que aún espera su recuperación), y la plaza se remodeló con una reforma integral, pero el proyecto de la fuente monumental jamás se llevó a efecto.

Plaza de Jerónimo Páez en 2015 (foto del autor)

La verdad es que me gustaría saber qué fue de aquel proyecto, por qué no se realizó, y quién fue el autor de este escrito que hoy he encontrado entre mis momias polvorientas, así que, si alguien tiene información y quiere aportar algo, esta es su casa para lo que crea conveniente.

La Mezquita Catedral de Córdoba

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Puerta de San José
Habiendo llegado a la esquina noroeste del edificio de la Mezquita Catedral de Córdoba, Patrimonio de la Humanidad desde el año 1984, atravesando parte del barrio de la Judería, situada en el Casco Histórico de esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad desde el año 1994, en el que hemos podido admirar alguno de los famosos Patios de Córdoba, Patrimonio de la Humanidad desde el año 2012, y antes de salir hacia el oeste de la ciudad hasta el yacimiento arqueológico de Madinat al-Zahra, Patrimonio de la Humanidad desde el año 2018, vamos a intentar trazar un itinerario de visita al emblemático edificio que delante nuestra se encuentra ahora, que sea lo suficientemente útil como para poder admirar su diseño y ejecución como corresponde, e intentando no caer en la saturación de datos, pero sin dejar atrás lo más trascendente y atractivo.

Encuentro con la Mezquita Catedral desde la Calle Judería

En este punto estratégico, donde se cruzan las calles de Torrijos y Cardenal Herrero, y el acceso desde aquí hacia la Judería, convendría adentrarse en las generalidades sobre la construcción de este impresionante edificio que conjuga arte, diseño, arquitectura, funcionalidad, fusión, espectacularidad, atracción y ejemplaridad.

En el año 785, tras 74 años compartiendo espacio con los visigodos, o al menos eso es lo que la tradición escrita cuenta, en un lugar donde existen discrepancias dentro del gremio de la arqueología por defender unos la existencia de una basílica visigoda dedicada a San Vicente, y otros la de un episcopium, o sea, lugar de administración religiosa y administrativa, aunque sin demostrar que hubiera ninguna basílica, catedral o iglesia dedicada al culto (eso no significa que no la hubiera, sino que aún no parece estar historiográficamente demostrado, según este segundo grupo), el primer Emir omeya Abd al-Rahmán I el Inmigrado, compra a la comunidad visigoda por 100.000 dinares el edificio y terreno para derribarlo y construir en su lugar la gran Mezquita Aljama de la ciudad, capital del Emirato de Córdoba, independiente ya del califato abasí de Damasco, donde la familia omeya fue aniquilada, siendo Abd al-Rahmán el único miembro de ella que escapó. Con su construcción, el nuevo emir busca establecer su propia identidad y marca en el teatro político internacional.

Vista aérea (Google Earth)
Se ubica el nuevo edificio en el centro de una manzana de casas, incluyendo el episcopium ya nombrado, y atraviesa el cardo máximo, calle principal de la ampliación hacia el sur del caserío urbanístico romano, siendo su nave principal, más ancha que el resto, la amortización de la misma. Esto hace pensar que sea este el motivo principal de su orientación hacia el sur, y no hacia el sureste, como debería ser en el lugar en que nos encontramos, teológicamente hablando. Es decir, la Mezquita Aljama de Córdoba no orienta su muro de la quibla (el muro sagrado donde se sitúa el Mihrab) hacia la ciudad de La Meca, como el resto de mezquitas del mundo, por una sublime decisión donde prevalece el acoplamiento en el entramado urbano a los preceptos religiosos en vigor. Existen otras teorías, como la rebeldía al poder establecido en Damasco, o la nostalgia de su ciudad (allí, por su situación, todas las mezquitas se orientan hacia el sur).

Más de doscientos años pasan desde la fundación original hasta su definitiva terminación tal cual la vemos ahora, tras las sucesivas ampliaciones como Mezquita Aljama, lo que supone, lógicamente, la destrucción de parte de la construcción anterior. En el año 848 Abd al-Rahmán II amplía la nave hacia el sur; Abd al-Rahmán III ensancha hacia el norte el muro de este lado que da al patio y construye un alminar nuevo, que finaliza su hijo Hixem I; Alhakem II lo amplía otra vez hacia el sur en el año 962, y finalmente, en el 987, Almanzor hace lo mismo, pero hacia el este, cerrando asimismo el patio por el norte.

Plano de ampliaciones (foto de verdadyverdades.blogspot.com)
El exterior da el aspecto de una fortaleza cerrada, con sus potentes contrafuertes alternados, los merlones de la cornisa, con flor de lis en el patio y piramidales en la sala de oración, una ornamentación esta procedente de Siria, y que por primera vez se ve en Europa en este edificio, y sus aljibes, el del patio, en la zona de Almanzor, del que luego hablaremos, y este que ahora vemos, el Arca del Agua, construcción que se acondiciona en el siglo XVIII, como bien se puede adivinar por su apariencia exterior, de estilo barroco.

Torrecilla-Aljibe del Arca del Agua.
Hacia el sur encaminaremos nuestros pasos para circunvalar por completo el edificio.

Casi en la esquina, la primera apertura hacia el patio es la del Postigo de la Leche, llamada así por ser el lugar donde se exponían a los niños necesitados que se entregaban al Cabildo por no poder ser alimentados por sus padres o tutores. Es obra del arquitecto Hernán Ruiz el Viejo, el primero de la famosa saga de arquitectos de esta ciudad, que tantas veces nombraremos, y de estilo gótico-renacentista, de 1510.

Postigo de la Leche
Unos metros más hacia el sur, la Puerta de los Deanes, llamada así por ser donde entraban los nuevos deanes para tomar posesión de su nuevo cargo, está reformada en el siglo XIV en su parte exterior, pero en la cara interior aún se mantiene tal y como se creó en el siglo VIII, lo que la hace muy valiosa.

Vista exterior de la Puerta de los Deanes.
Vista interior de la Puerta de los Deanes.
Tanto o más valiosa es también la erróneamente llamada Puerta de San Esteban, pues su nombre correcto sería de San Sebastián, por estar frente al hospital del mismo nombre, y aún antes Puerta de los Visires. Es también la original del siglo VIII, aunque reformada en 855, según la inscripción que se puede ver en el arco de entrada, y que es la inscripción más antigua del edificio. La estructura que sigue la composición de esta puerta, es la que van a seguir el resto de puertas exteriores, con pequeñas variantes. Vano adintelado embutido en un arco de herradura ciego con dovelas alternadas, acoplado a un dintel, y sobre este arquillos con decoración vegetal hoy aquí casi perdidos, ventanas laterales con celosías, y coronado por tejaroz con modillones y las almenas apiramidadas, que comentáramos antes.

Puerta de San Esteban o de San Sebastián.
Inscripción de la Puerta de San Esteban.
Siguen cuatro puertas muy restauradas en el siglo XVI y en el XIX. Son las de San Miguel, Espíritu Santo, de Palacio o de la Paloma, y San Ildefonso. En ellas se observa la misma composición que la de San Esteban, aunque con diferentes destinos: la primera de ellas con la decoración arrasada y el arco ciego ocupado por escudo episcopal, la tercera con decoración gótica del XVI y las otras dos con restauraciones historicistas similares, basadas en la de San Esteban, antes comentada.

Puertas de San Miguel y del Espiritu Santo.

Puertas de Palacio y de San Ildefonso.
Convendría aquí detenernos un momento a analizar un período histórico que va a influir tanto en este edificio como en la mayoría de edificios del mundo. Durante el siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, con el auge de los nacionalismos y la exaltación del pasado nacional, aparece como tendencia artística el romanticismo y el historicismo, incluyendo la restauración, siguiendo unos patrones hoy en día desterrados por su falta de fiabilidad. Esto ocurre en prácticamente todos los más importantes monumentos del mundo: castillos, palacios, templos... Así, y como ejemplo, podríamos citar la fachada de la Catedral de Santa María de la Flor, en Florencia; la terminación de la fachada y otros puntos de la Catedral de Milán; las ventanas, el rosetón, las gárgolas o la ya desaparecida aguja del tejado de la Catedral de Notre Dame, en París; la fachada de la Catedral de Barcelona; las Puerta del Príncipe, de la Asunción o de la Concepción, en la Catedral de Sevilla, o la reconstrucción del hermoso Castillo de Almodóvar del Río, todo ello realizado en esta época entre finales del XIX y principios del XX.

Tanto las portadas que estamos viendo, como las del lado oriental, que veremos luego, fueron restauradas, en su mayoría, por el arquitecto burgalés Ricardo Velázquez Bosco, con la colaboración del escultor cordobés Mateo Inurria Lainosa, en 1905. Tanta libertad se tomó el famoso arquitecto que, incluso, decidió que las inscripciones de su restauración, en letra cúfica hicieran alusión al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, así como al rey Alfonso XIII, y a sí mismo. En los años 1950 el arabista Manuel Ocaña descubrió el contenido, publicándolo en 1976, lo que resultó un escándalo.

Puerta del Espiritu Santo, con la inscripción aludida, sobre el alfiz.
Casi al final del paño occidental se observa la más discreta de todas: la conocida como Puerta del Sabat, llamada así por ser la que utilizaba el Califa para entrar en el templo sin mezclarse con el pueblo a través de un pasadizo o puente (sabat) de dos pisos sobre tres arcos que lo unía con su palacio, hoy Palacio Episcopal, construido en 972, en sustitución de otro sabat anterior que lo unía por la Puerta de San Miguel, más al norte. Está exenta de decoración, la puerta superior fue tapiada, y el pasadizo ya no existe, salvo en los cimientos, lo que se señala en el pavimento de la calle mediante perfiles de latón.

Puerta del Sabat y marcas en el pavimento.
La gran mayoría de la piedra que se utiliza en la ciudad para la construcción de los edificios desde los tiempos de los romanos es la conocida como piedra calcarenita, que procede de las canteras formadas al borde de la sierra cordobesa por los sedimentos de arenas de playa a lo largo de los millones de años, cuando toda esta zona la cubría el mar de Tetis, y la olas rompían en Sierra Morena. En muchos casos guardan aún los restos fósiles de esa fauna marina, como en el caso que aquí se ve, una estrella de mar que se encuentra en uno de los sillares bajo la Puerta del Sabat, y que el pueblo le ha venido a llamar como la Estrella de la Suerte, la que supuestamente a uno le llega cuando la toca con suavidad durante unos segundos.

La estrella de mar de la suerte.
En el muro sur, como hemos comentado, se encuentra el muro de la quibla, que en esta mezquita es doble, formando en su interior estancias que dan servicio al edificio religioso. A principios del siglo XVII, con la intención de dar luz interior a estas estancias y carácter representativo a la Plaza del Triunfo, lugar de salida y entrada a la ciudad, se construyen unos arcos y balcones manieristas hacia dentro del muro.

Balcones manieristas del muro sur.
A lo largo de todo este paño se suceden, quizás con más asiduidad, los diferentes contrafuertes, con la intención de contrarrestar el empuje que aquí se produce por el desnivel del terreno, dando sensación de potencia y resistencia.

Contrafuertes del muro de la quibla.
En su parte final llaman la atención dos puntos: por un lado, un balcón de estilo plateresco, atribuido al tercero de los Hernán Ruiz, de finales del siglo XVI, y por otro el cerramiento exterior de la capilla del Sagrario, que es donde se encuentra, y que es un frontón con las imágenes de las virtudes teologales.

Balcón de Hernán Ruiz

Frontón del Sagrario.
Afrontando desde el sur el muro oriental, y que corresponde a la ampliación de Almanzor, las dos primeras puertas están sin restaurar, y les queda poca decoración. Son la Puerta de Jerusalén y la Puerta del Sagrario. Velázquez Bosco dijo no encontrar datos suficientes para llevar a cabo su restauración.

Puertas de Jerusalén y del Sagrario.
Las demás puertas de esta fachada oriental de la nave de oración de la Mezquita Catedral de Córdoba (de San José, de la Concepción, de San Nicolás, del Baptisterio y de San Juan) fueron restauradas por el mismo arquitecto siguiendo los mismos patrones. Los nombres hacen referencia a las capillas que se sitúan en la parte interior del templo.

Puertas de San José, de la Concepción y de San Nicolás.
A la altura del patio, de nuevo, se reconstruyó en 1565 la Puerta de Santa Catalina, en un hermoso estilo renacentista. Es obra de Hernán Ruiz el Joven, y en ella destaca, además de su composición, el relieve del antiguo alminar de Abd al-Rahmán III, que nos da una idea de cómo era, pues aún no había sido reconstruido el que actualmente vemos. Las pinturas del entablamento sobre el dintel son obra de Antonio del Castillo. La fuente que se encuentra a la salida es de la misma época, y toma el nombre de la puerta, y ésta por estar cerca de una calle que llevaba a ese convento.

Puerta de Santa Catalina.
Casi al final del muro oriental destacan las molduras barrocas de la Puerta de la Grada Redonda, de 1738.

Puerta de la Grada Redonda.
Girando a la izquierda empezamos a rondar el muro norte, y lo primero que nos encontramos es el Altar de la Virgen de los Faroles, fábrica barroca del siglo XVIII, y que hoy acoge la copia de la Virgen de la Asunción, obra de Julio Romero de Torres, y realizada por su hijo Rafael.

Altar de la Virgen de los Faroles.
Al poco, la Puerta del Caño Gordo, llamada así por la fuente que tiene a su lado, es del siglo XVIII, neoclásica, y en ella se puede ver, en el frontón triangular que la remata, otro relieve de la torre-alminar, esta vez ya reconstruido.

Puerta y Fuente del Caño Gordo.
Unos metros más adelante, en una discreta ventana enrejada, quedan los restos de la antigua Puerta del Pilar, que era la que utilizaban las mujeres, en época andalusí, para entrar en el pórtico norte del patio.

La discreta Puerta del Pilar.
Es el momento de levantar la vista para hacerse con la captura de la torre-alminar. Los dos primeros cuerpos mantienen en su interior los valiosos restos del alminar de Abd al-Rahmán III, que sería el patrón para todos los alminares que se harían a partir de entonces en Al Ándalus y el norte de África (Sevilla o Marrakech, por ejemplo). En 1593 Hernán Ruiz III lo cubre con nuevos paramentos exteriores, y compone la serliana del cuerpo principal de campanas en estilo manierista, completándose con los dos últimos cuerpos, el del reloj, en 1616 y el de San Rafael en 1636, y colocándose la figura del Custodio en 1664.

Torre-alminar.
Reconstrucción del alminar de Abd al-Rahmán III. Museo Arqueológico de Córdoba.
Restos conservados del alminar.
En la base del primer cuerpo se abre la Puerta del Perdón, construcción mudéjar de 1377. Las pinturas de los arcos polilobulados son de Antonio del Castillo, y las hojas de las puertas del arco de herradura apuntado son de inspiración almohade. El vestíbulo de acceso tiene cúpula barroca de 1735.

Puerta del Perdón.
Detalle de las puertas.
El conocido como Patio de los Naranjos corresponde al sahn, o patio de las abluciones, donde se obligaba al aseo de pies, cara y brazos antes de entrar en la sala de oración de la mezquita en época andalusí, por lo que en él había fuentes y agua corriente. A solo unos pasos al frente, entrando desde la Puerta del Perdón, se observa, marcado en el pavimento, el lugar donde estuvo el primer alminar, el de Hixem I, y que luego fuera desmontado en época de Abd al-Rahmán III. Al lado de él, en su parte sur-occidental, defendió el humanista Félix Hernández la existencia de la antigua Basílica de San Vicente, algo que no se podrá comprobar a menos que se realicen los trabajos arqueológicos oportunos (en este momento, mayo de 2021,se está llevando a cabo un nuevo estudio arqueológico de la zona, por parte de Alberto León y Raimundo Ortiz)

Marcas en el pavimento señalando el alminar de Hixem I.
Hernán Ruiz el Viejo reutiliza las columnas para reconstruir los pórticos de los lados este, norte y oeste del patio, dejando su impronta gótica. Durante un tiempo estas galerías estuvieron cerradas.

Parte de las galerías góticas de Hernán Ruiz.
A principios del siglo XVI el patio, que tenía solo algunos naranjos y limoneros, se convierte en jardín al plantarse en él varios tipos de árboles, sobre todo naranjos, que emulan la prolongación de las naves del interior, procurando un diálogo entre ambos espacios. Desde entonces, se le conocería como Patio de los Naranjos. A finales del XVIII se restauran las hileras y replantan nuevas especies, como olivos, palmeras y cipreses.

Jardín del Patio de los Naranjos.
Cercana al pórtico norte se halla la Fuente de Santa María, conocida como la del Olivo, por uno centenario que allí se encuentra. Este ejemplar está tan viejo que recientemente se ha plantado junto a él un esqueje propio, que se supone será su sustituto cuando muera. La fuente es barroca, y hay un dicho popular que invita a todo aquel que quiera encontrar pareja a beber del caño que está precisamente cercano al propio olivo.

Fuente del Olivo.
En estas galerías se puede observar una buena muestra de las vigas de los artesonados de la antigua Mezquita, datados en la época de Alhakem II.

Vigas de los antiguos artesonados.
Desde el rincón noreste del patio, la perspectiva es hermosa, con la torre-alminar de fondo.

Perspectiva de parte del Patio de los Naranjos.
Cercanos a la zona central se encuentran tres registros de piedra pizarra, que corresponden a la entrada al aljibe que Almanzor construyó aquí cuando amplió el patio. Se trata de un recinto con planta cuadrada de unos 15 metros y otros 8 de altura, con tres naves cada lado, cada una con bóveda de arista. Recogía el agua de la lluvia que caía al patio, además de la de las cubiertas que a él vertían, y aún lo hacen.

Uno de los registros de entrada al aljibe de Almanzor.
En la parte sur del patio encontramos la Fuente del Cinamomo, llamada así por un árbol de esta especie que hubo en su día. Es barroca, del año 1752.

Fuente del Cinamomo.
Desde aquí podemos observar el muro norte de la sala de oración, que da al patio. Era originalmente la entrada al templo de la Mezquita-Aljama, y todos los arcos que hoy vemos cegados al estar ocupados en su interior por capillas cristianas, y que merecen una restauración, aunque solo fuera de pintura, entonces estaban abiertos, y solo cubiertos por esteras móviles que se levantaban para dar luz al interior, o se echaban para mantener el frescor interior en verano.

Arcos tapiados del muro norte, al sur del patio.
La entrada a la nave principal es la Puerta de las Palmas, llamada así porque por aquí salía la procesión del Domingo de Ramos, o también Arco de las Bendiciones, porque aquí se bendecían los pendones de los ejércitos que partían hacia la Guerra de Granada. Tiene doble arco, el interior de la antigua mezquita de Abd al-Rahmán I, con columnas visigodas, y el exterior el refuerzo que Abd al-Rahmán III realizó en el mismo, según se puede leer en la inscripción que se sitúa en el arco polilobulado derecho, a la salida de la puerta. A ambos lados se ven dos miliarias romanas que aparecieron en 1533, en plenas obras de la catedral, lo que confirma que la nave principal y el camino del patio que se une a la Puerta del Perdón, bajo el alminar, era el cardo máximo del entramado de calles de la Corduba romana. La decoración es emiral y califal, salvo el pabellón renacentista de la Anunciación, obra de Hernán Ruiz el Viejo (1553) que la corona.

Puerta de las Palmas.
Detalle interior de la Puerta de las Palmas.
Avanzando por el muro, las últimas arcadas están cerradas por unas celosías, obra de Rafael de la Hoz en los años 70 del siglo XX, (salvo una que ha sido desmontada recientemente para el paso de las cofradías de Semana Santa) que fueron diseñadas para dar al interior una luz lo más parecida posible a lo que sería antes de que se construyeran las capillas que tapiaron el testero norte. Una vez hemos pasado dentro de la nave, que se accede por la última puerta, podemos comprobar el magnífico resultado de su estudio.

Celosías desde el exterior.
Vista de una de las celosías desde el interior.
Nos colocamos en la nave central, dejando detrás nuestra la parte interior de la Puerta de las Palmas para hacernos una idea del conjunto, ya que estamos en la primitiva mezquita de Abd al-Rahmán I, comenzada en el año 785. Se trata de doce tramos de profundidad y once naves perpendiculares al muro de la quibla, cuando lo habitual era que las naves fueran paralelas, como la Mezquita de los Omeyas en Damasco, de donde él procedía. Se mantiene la mayor anchura de la nave central, el cardo máximo antes comentado, que, como curiosidad, influirá más adelante en otras construcciones, como las de Madinat al-Zahra.

Mequita de Abd al-Rahmán I, vista hacia el sur.
Sorprende la sensación de multi-direccionalidad del conjunto, que así compensa en cierto modo la propuesta de desorientación del muro de la quibla hacia La Meca. Desde un solo punto se pueden observar "naves" de norte a sur, de oeste a este y en diagonal, dejando un espacio casi exento, aunque las construcciones cristianas hayan terminado por taponar esta solución visual.

Mezquita de Abd al-Rahmán I, vista hacia el este.
Multidireccionalidad de las naves (ampliación de Almanzor)
Otra magistral originalidad es la composición de los arcos de estas naves, que se convierten en acueductos, inspirados en el romano de los Milagros, en Mérida, pero aplicados en una arriesgada fórmula donde el mayor peso es soportado en la parte posterior, para dar fluidez y espacio al tránsito de fieles en la zona baja. La doble secuencia de arcos eleva los techos dando más luz, adelantándose así varios siglos al fin principal del gótico en las construcciones europeas. A pesar de lo arriesgado del diseño, mil doscientos años de estabilidad avalan los cálculos de los alarifes andalusíes.

Mezquita de Abd al-Rahmán I, vista hacia el este.
Un canalón abierto en un muro de la cubierta sirve para evacuar las aguas pluviales hacia el patio. Lo soporta un arco de medio punto apoyado sobre pilastras que descansan en modillones de rollo que direccionan el peso hacia el capitel, que sienta sobre la columna. La magnífica solución del arco de herradura central como tirantas o sostenes, completa la apuesta de desafío arquitectónico. Para reducir el peso, los arcos se forman combinando piedra y ladrillo y, como no hay nada improvisado, esta combinación de colores se transforma en la seña de identidad de la dinastía omeya en Qurtuba, y en todo Al Ándalus. Además, a modo figurativo, si miramos centrándonos por columna, más que por arcos, nos da la sensación de estar dentro de un bosque de palmeras. Las columnas son todas de acarreo, procedentes de edificios romanos y visigodos, y el pavimento era de tierra compactada y por encima esteras, siendo el actual de mármol obra del año 1900. En cuanto a los techos, los que hoy se ven son los restaurados por el equipo de Velázquez Bosco y Mateo Inurria en 1919.

Mezquita de Abd al-Rahmán I, vista hacia el oeste.
Si nos acercamos hacia el muro de poniente, hacia el séptimo tramo, encontramos los restos de un edificio visigodo, probablemente de un enterramiento correspondiente al episcopium que estuvo en el solar que hoy ocupa el edificio. En ellos se pueden ver los mosaicos del pavimento.

Restos visigodos.
En el año 833, bajo el reinado de Abd al-Rahmán II, comienzan las obras de ampliación hacia el sur, abriendo ocho nuevos tramos. Debido a la posterior construcción de la catedral, es esta la parte más afectada y destruida. Aquí las columnas no tienen basa, y se combinan las de acarreo con las de nueva factura, siendo la primera vez que se observa el capitel de trépano, o de nido de avispa, y que se hará tan habitual a partir de entonces, sobre todo en época califal.

Ampliación de Abd al-Rahmán II, vista hacia el oeste.
Al día siguiente de la muerte de Abd al-Rahmán III, su hijo, Alhakem II, anunció la nueva ampliación de la Mezquita Aljama, prevista por su padre. Tras desoír las peticiones de los alfaquíes para construir una nueva, orientada, esta ya sí, hacia La Meca, el nuevo califa decidió continuar la ampliación con trece nuevos tramos hacia el sur, manteniendo lo ya construido. La obra comenzó en el año 962, y supuso la parte más rica y suntuosa de todo el recinto.

Ampliación de Alhakem II, vista hacia el sur.
Debido a la lejanía de las naves de ingreso, con la consiguiente pérdida de luz, los primeros tramos de la ampliación se dedican a tres lucernarios, de los cuales solo uno nos ha quedado, conocido como capilla de Villaviciosa. En él se entrelazan hermosamente los arcos polilobulados que sostienen cúpula de arcos entrecruzados. Las columnas alternan el color esmeralda con capitel corintio y el rosa con capitel compuesto.

Lucernario de Alhakem II

Lucernario de Alhakem II.
Cúpula del lucernario de Alhakem II.
Artesonado de las naves.

Conforme se avanza, la riqueza ornamental se acrecienta, llegando al lugar donde se conjugan todos los esfuerzos estéticos y representativos de todo el edificio. En primer lugar, nos encontramos con los tres lucernarios que dan servicio a la maqsura, espacio donde el propio califa, su séquito y su familia asistían a los cultos de los viernes, a través de la puerta del Sabat, que vimos con anterioridad. Era el único lugar pavimentado. A modo de portada, los arcos polilobulados y entrecruzados, junto con las columnas pareadas o de a cuatro, disimulan estéticamente su función de sostén de las cúpulas nervadas, destacando especialmente la central, con forma octogonal y una hermosa decoración bizantina.

Portada de la maqsura.


Portada de la maqsura


Cúpula de la maqsura.
De las tres aperturas finales, el que corresponde al mihrab, en el centro, es el que presenta la decoración más hermosa y rica. Su cúpula la forma una concha que apoya en una planta en forma de octógono, que ya de por sí rompe con la tradición, y en la que se abren arquillos ciegos trilobulares que alternan dovelas de ataurique y lisas, y se levantan desde un zócalo y piso marmolados. El arco de herradura a través del cual se accede es una espectacular creación de mosaicos bizantinos en oro y azul, con cristales de colores y atauriques de piedra, en el que trabajaron con minuciosidad los artesanos que el emperador de Bizancio, Nicéforo II, enviara al califa como regalo por su amistad y buenas relaciones políticas. Fue acertadamente restaurado por el organista Patricio Furriel en 1815. Cercano a este lugar hubo un mimbar, o púlpito móvil, que el imán utilizaba para, desde él, declamar el sermón del ritual, posiblemente, como parece que así era, echando en cara al califa su falta de religiosidad, y su inclinación hacia los placeres mundanos, el amor, el vino, la lectura, la música, la guerra, la economía y la política.

Mihrab

Mihrab
El nicho de la derecha corresponde a la puerta desde donde accedía el califa y su séquito hasta la maqsura, procedentes del pasadizo exterior, o sabat, que antes comentamos, atravesando cinco habitaciones que allí se hallan. Su decoración es similar a la del mihrab, pero en este caso está realizada por los alumnos del artesano enviado por Bizancio. Al otro lado, en la parte izquierda, el arco del vano de acceso fue restaurado por Velázquez Bosco, a semejanza con el de la derecha, y en su día sirvió para guardar el corán, y para acceder a otras cinco habitaciones que allí había, hoy ya desaparecidas.

Arco del Sabat.
Cúpula del Arco del Tesoro, o del Corán.
Arco del Tesoro o del Corán.
En el año 987 el hayib, o primer ministro, conocido como Almanzor, que gobernaba de facto frente al débil califa niño Hixem II, se propuso granjearse la amistad de los alfaquíes cordobeses y dar solución a la creciente población de la ciudad, volviendo a realizar una ampliación de la aljama, esta vez, por falta de espacio, hacia el este. Rompió la fachada, de la que aún queda algún resto, como la conocida como Puerta del Chocolate, que era la más cercana al tesoro, y cuya nomenclatura vendría a partir del siglo XVI, después del descubrimiento de América (haciendo referencia a lo suculento del tesoro que guardaba), y amplió por este lado el templo con otras ocho nuevas naves longitudinales, respetando lo construido hasta entonces por los califas precedentes. El Patio de los Naranjos también se tuvo que ampliar, lógicamente, para completar el cerramiento norte. Es entonces cuando se construye el aljibe antes comentado.

Puerta del Chocolate, de la antigua fachada de Alhakem II.
Si bien se consigue una uniformidad general con el resto del edificio, la verdad es que las técnicas empleadas se consideran menos conseguidas y elaboradas. El muro de la quibla es sencillo, sin habitaciones traseras. Las dovelas ya no alternan aquí el ladrillo y la piedra, sino que el primero es sustituido por piedra pintada del mismo color. Las columnas carecen de basas, y apoyan sobre muros longitudinales a modo de zunchos. Los capiteles son tallados nuevos y muchos muestran la firma del cantero. El miedo a un incendio hizo en el siglo XVIII cambiar los techos de madera por unas bóvedas encamonadas que aún se conservan aquí. En una de ellas se mantiene como exvoto un diente de elefante que cuelga allá arriba.

Ampliación de Almanzor, vista hacia el noreste.

Bóvedas barrocas de la ampliación de Almanzor.
Arcos con las dovelas pintadas.
Casi 250 años más se mantuvo bajo control andalusí este impresionante edificio que tuvo que vivir una importante cantidad de obras de mantenimiento durante todos esos años, y que se mantuvo relativamente bien, a pesar de los revueltos tiempos de almorávides y almohades, de intransigencia religiosa y persecución cultural.

En el año 1236 el rey Fernando III de Castilla conquista la ciudad, expulsando a los andalusíes que la habitaban, y nominó a la Iglesia Católica como su guarda y custodia en su nombre. El primer paso que se dio fue el de su cristianización, mediante un ritual sagrado. Posteriormente el proceso se fue abriendo al propio continente en sí, más que en su "contenido", y empezaron a realizarse obras a este efecto. El rey autorizó abrir la capilla de San Pedro, en lo que hoy es el mihrab, siempre que se respetase la "admirable obra de moros" que allí había, lo que nos libró de su desaparición y contribuyó a su conservación hasta el día de hoy. También se autorizaron, durante los primeros 250 años varios puntos del edificio para los rituales cristianos.

Uno de ellos es la actual Capilla de la Conversión de San Pablo, en la zona de ampliación de Alhakem II, hacia donde nos dirigiremos. Aunque fue fundada en el siglo XIV, de aquella época no queda nada. De ella, de estética manierista, de la primera mitad del siglo XVII, destacan la bella decoración de relieves y yeserías, la bóveda de estilo italiano y el retablo. En esta capilla está enterrado el pintor cordobés Pablo de Céspedes.

Bóveda de la Capilla de la Conversión de San Pablo.
Detrás de ella vemos la Capilla Real, magnífico ejemplo mudéjar, fundada en 1258 y acabada en 1371. Fue uno de los tres lucernarios de ingreso a la ampliación de Alhakem II. Tiene bóveda de mocárabes y zócalos, decoración de yeserías y pavimento de influencia granadina. La ordenó construir Alfonso X el Sabio como futuro panteón familiar, pero los únicos restos que tuvo, los de Fernando IV el Emplazado y su hijo Alfonso XI, fueron sacados de ella para llevarlos a la Colegiata de San Hipólito en 1736.

Capilla Real

Capilla Real

El lucernario central de Alhakem II se usó desde 1257 como altar cristiano, hasta 1489 que, tras una ardua negociación con la Reina Isabel la Católica, que se negaba a modificar la mezquita, finalmente autorizó al Obispo Íñigo Manrique a desmontar los cuatro tramos y cinco naves, desde la posteriormente conocida como Capilla de Villaviciosa, que actuó como presbiterio y altar mayor, hasta el muro oeste. El muro norte, con arcos de herradura, corresponde a la quibla de la mezquita de Abd al-Rahmán II, mientras que los del muro sur, de medio punto, son de nueva creación, en estilo gótico. Se alza la iglesia atravesando la cubierta, y abriendo en sus muros superiores arcos ojivales como ventanas para la captación de luz. A los pies, se cierra la iglesia con una doble arcada de lo desmontado, y un rosetón que no da al exterior.

Capilla de Villaviciosa (lucernario de Alhakem II)
Catedral Vieja (capilla de Villaviciosa)
Entre 1523 y 1607 se construye el crucero de la catedral en el centro de la mezquita. En esta zona en la que nos encontramos podemos acercarnos a lo que podría ser una supuesta fachada de ingreso a la misma, si no fuera porque detrás se encuentra el coro, de época posterior, que lo tapona. Convertido en un enorme retablo manierista, es obra de Hernán Ruiz III de alrededor de 1580, y da paso al trascoro, de Juan de Ochoa (1597), del mismo estilo.

Serliana de acceso

Parte interior del acceso (Hernán Ruiz III)


Trascoro.
Caminando hacia el este de nuevo, bordeando por el exterior la nave principal de la catedral, se encuentran dos capillas: primero la de San Pelagio, de arquitectura manierista, en la que se ven las pinturas de Antonio del Castillo, y la del Dulce Nombre, en la que destaca el retablo renacentista.

Capilla de San Pelagio, pintura de Antonio del Castillo

Capilla del Dulce Nombre.
La excelente visión humanista del más viejo de los Hernán Ruiz, se aprecia en los brazos del transepto, donde el arquitecto desmonta las columnas y los arcos para luego volver a montarlos, creando así una visión de ensamblaje entre lo nuevo y lo antiguo de manera sorprendente y eficaz.

Brazo sur del crucero de la Catedral, de Hernán Ruiz el Viejo.
Lo mismo ocurre en el trasaltar, donde la fusión se hace a través de escenas de la Pasión en relieve, y el acceso a las capilla con arcos campaneles a un nivel inferior a los califales. La decoración gótica de los muros es de una gran pureza. También es obra del mismo arquitecto.

Detalle del Trasaltar
Sacristía del Trasaltar.
Se abren aquí tres capillas, destacando la bóveda de arista y el retablo de mármol de Jacques Luquin, de 1539, en la de San Bernabé, y el relieve del Descendimiento de madera policromada, de Fernando Diañez, de 1547, y los azulejos del frontal de altar, en la capilla de Ángel Custodio de la Guarda.

Capilla de San Bernabé
Capilla del Ángel Custodio
Damos ahora la vuelta, por el lado norte, para penetrar en el crucero. Las bóvedas son obra del maestro cordobés Juan de Ochoa, del año 1599, siendo las de la Capilla Mayor y brazos del crucero de crucería tardogótica y las del coro de cañón rebajado con lunetos. La bóveda central es elíptica, ya que se amolda a las naves existentes. La lámpara de plata del altar es de Martín Sánchez de la Cruz, de 1629.

Bóvedas de la Capilla Mayor, del brazo del crucero y la central.
Bóveda del coro.
El retablo mayor, de piedra, de estilo manierista, es obra de Alonso Matías, de 1618, con la aportación de varios escultores y pinturas de Antonio Acisclo Palomino, de 1713. Los púlpitos, que representan a los Evangelistas, son obra de Michel de Verdiguier, de 1776. Uno de ellos presenta al toro de San Lucas y el águila de San Juan sobre una nube. Esta representación dio a que se creara alrededor de esta imagen una leyenda que cuenta que el toro fue el que trajo todas las columnas de la Mezquita, y que tras acarrear la última reventó, siendo la nube las tripas del animal, que el águila estaba a punto de comerse.

Retablo Mayor.
Púlpitos.
La última gran obra del crucero es la del magnífico coro, en madera de caoba, que Pedro Duque Cornejo realiza en 1747, siendo considerado uno de los más bellos ejemplos de sillería de España. Reflejan escenas de la vida de Jesús y la de Virgen, del Antiguo Testamento y la Biblia, los Evangelistas y los Mártires de Córdoba. Los relojes, que reproducen la torre, son de 1805 y los órganos son, uno de 1671 y otro de 1700.

Parte del coro.
Órgano del lado norte.
Salimos de la catedral por el brazo norte, para comenzar a recorrer las capillas y espacios perimetrales, dirigiéndonos al muro que da al Patio de los Naranjos, donde destacan sus portadas manieristas. En la Capilla de las Ánimas está enterrado el escritor Garcilaso de la Vega, el Inca, de ahí que se observe la bandera de Perú.

Capilla de las Ánimas
Rodeada de una reja se encuentra una columna en la que tiene grabada la cruz que, según cuenta la leyenda la hizo con su propia uña un cautivo cristiano que estuvo amarrado a ella. Nada se sabe de la procedencia de esta marca, y no hay evidencias de que en este templo hubiera cautivos, por lo que solo podemos quedarnos con la leyenda en sí.

Columna de la Cruz de la Uña.
Otro dicho popular es el del San Cristobalón, un cuadro atribuido a Antonio Ponz situado en el muro que separa la primitiva mezquita de Abd al-Rahmán I y la de Almanzor. Según se dice, existe en él, entre el bastón y su pierna una imagen difuminada de la Virgen María, que solo podrá verse nítidamente si quien la observa es una embarazada que le haya rezado un Padrenuestro. Otra versión es la que defiende que dicho borrón es un hombre con un saco, y que si no eres capaz de verlo es que nunca te casarás.

San Cristobalón
Cercana a este lugar, una columna estriada procedente de algún edificio pre-andalusí, nos llamará la atención por estar cubierta por un cristal o metacrilato. La leyenda dice que esta columna procede directamente del infierno, ya que, al frotarla con algún metal, se levanta un repelente olor a azufre. Por ese motivo hubo que protegerla, pues era habitual que se frotaran en ella monedas para hacer la comprobación, y aquello ha ido deteriorándola poco a poco. La verdad referente al olor, es que probablemente sea la procedencia de algún tipo de cantera volcánica o de un mármol que contenga óxidos o ácidos orgánicos que suelen tener ese olor tras la frotación.

Columna del infierno, protegida con metacrilato.
Del resto de capillas cercanas a la Puerta de las Palmas, destacan los azulejos del frontal de altar de la Capilla de la Virgen de la Antigua y los de la de San Miguel y Eulogio, y el altar de esta última, del siglo XVII.

Azulejos del frontal de la Virgen de la Antigua.
Una de las más atractivas de las abiertas en el muro occidental es la Capilla de la Concepción de Salizanes. Construida por Melchor de Aguirre en 1679, está hecha en mármol de Cabra, y destacan de ella las cúpulas de la antecapilla y la capilla, el retablo, con imágenes de Pedro de Mena, y el cuadro de San Acisclo y Santa Victoria, de Antonio del Castillo.

Capilla de la Concepción de Salizanes.
En la Capilla de San Acacio llama la atención un tapiz bruselés de la Victoria de Alejandro en Gránico, de 1675; el lienzo de San Miguel venciendo al Demonio, de Juan Pompeyo (1710) y el retablo barroco de Teodosio Sánchez de Rueda, de 1714.

Retablo de la Capilla de San Acacio.
Otro tapiz bruselés podemos admirar en la Capilla de San Pedro, San Lorenzo y Espíritu Santo, donde además está un cuadro, copia de uno de Ludovico Cigali. También es de observar la portada y celosía mudéjar.

Tapiz bruselés de la Capilla de San Pedro

Portada mudéjar de la Capilla de San Pedro, San Lorenzo y Espíritu Santo.
Junto a esta capilla comienza el conocido como Museo de San Vicente. Este espacio expositivo, que ocupa lo que fuera la librería y la antigua capilla de San Ildefonso, presenta una serie de piezas de origen visigodo, supuestamente de la basílica de San Vicente, encontradas en el subsuelo de la Mezquita Catedral. Es un lugar atractivo donde poder contemplar el arte visigodo de la Península Ibérica, sin que ello tenga por qué tener una relación directa con el edificio que estamos contemplando, como así lo aseguran muchos profesionales de arqueología.

Museo de San Vicente.
En la Capilla de San Esteban y San Bartolomé, en el muro sur, aparte de la urna que guarda los restos de Luis de Góngora, destaca el lienzo del Martirio de San Bartolomé, copia de 1626 de un cuadro de José de Ribera, y los azulejos del frontal de la mesa de altar, del siglo XV.

Capilla de San Esteba y San Bartolomé.
Le sigue la Capilla de San Felipe y Santiago, de la que destacan los cuatro arcosolios mudéjares, las dos bóvedas estrelladas góticas y el arco apuntado a la entrada, todo de finales del XIV ó principios del XV, y que se hizo para enterramiento de los Fernández de Córdoba, aunque no consta que se llegase a producir.

Capilla de San Felipe y Santiago.

Cúpula gótica de la Capilla de San Felipe y Santiago.
Pasados el mihrab y la maqsura, en el mismo muro de la quibla, abre sus puertas la grandiosa Capilla de Santa Teresa, o del Cardenal Salazar. La hizo en 1703 el afamado arquitecto Francisco Hurtado Izquierdo. De planta octogonal, está presidida desde su centro por la Custodia del Santísimo Sacramento, espectacular obra de arte orfebre de Enrique de Arfe, de 1510. De la construcción, la cúpula semiesférica adornada con yeserías, el sepulcro del Cardenal Salazar, de 1710, el altar de Santa Teresa, con una imagen de José de Mora, o los lienzos de Acisclo Antonio Palomino, que tratan temas locales.

Custodia de Arfe y Sepulcro del Cardenal Salazar.

Cúpula de la capilla.

Altar de Santa Teresa.
Desde allí mismo se accede a la Sala del Tesoro, donde se exponen una serie de piezas de ajuar litúrgico, de entre las que cabría destacar la urna eucarística y el San Rafael, ambos de Damián de Castro, del siglo XVIII; un acetre para el agua bendita de Rodrigo de León, de 1562; un portabrasero de plata, del siglo XV; y la Cruz de cristal de Roca y el báculo de cobre del Obispo Fitero, del siglo XIII.

San Rafael, de Damián de Castro.

Acetre, de Rodrigo de León.

Cruz del Obispo Fitero, del siglo XIII
Saliendo de la Sala del Tesoro, dando la vuelta a la izquierda, no hay que perderse el precioso Altar de la Encarnación, una pintura de Pedro de Córdoba, del año 1475, que representa a la Anunciación, y los azulejos de su frontal de altar, de la misma época.

Altar de la Encarnación
Algo más allá, en el mismo muro, la neoclásica capilla de Santa Inés, es de Baltasar Drevetón, del año 1761, y el retablo es de finales del mismo siglo, de Michel Verdiguier.

Capilla de Santa Inés.
Volvemos ya para observar el Museo de San Clemente, que ocupa el espacio que tuvieron las capillas de los Sousas y de San Clemente, y mantiene en él las portadas de esta última, y en el techo la bóveda de crucería, y la de San Felipe y Santiago. Interesantes son las marcas de cantero cuya copia se exponen, y además se pueden disfrutar de otras piezas tan variadas como la maquinaria del reloj de la torre, el relieve renacentista de la capilla de San Ildefonso, una pila de abluciones de la zona de Alhakem II o un antiguo sarcófago.

Museo de San Clemente.
Espectacular es, sin duda, la Capilla del Sagrario y su sacristía, que un principio fue modificada por Hernán Ruiz el Viejo para librería, mantiene aún sus bóvedas góticas. En 1583, el pintor Cesar Arbasia cubre toda la estancia con pinturas renacentistas al fresco, por cuyo motivo se le conoce como la Capilla Sixtina de Andalucía. Excelente es la reja que la separa del resto del templo, obra de Fernando de Valencia, de la misma época. La sacristía ocupa el lugar donde estuvieran tres capillas, hoy desaparecidas.

Capilla del Sagrario.
Capilla del Sagrario.
También de este herrero es la reja de la Capilla de la Asunción y la Magdalena, que conserva retablo de Hernán Ruiz el Joven y frontal de azulejos de 1558, obrada por Roque Hernández.

Capilla de la Asunción y la Magdalena.
De igual manera, el mismo artista realiza los azulejos de la Capilla de la Natividad, de gran calidad, y también de Hernán Ruiz el Joven son la capilla y el retablo.

Capilla de la Natividad.
Sigue Roque Hernández desplegando sus trabajos de azulejería, ahora en la Capilla de la Antigua Concepción. Esta vez es el tercero de los Hernán Ruiz el que se encarga del magnífico retablo renacentista, con imágenes de cierta calidad.

Retablo de la Capilla de la Antigua Concepción, de Hernán Ruiz III.
Posiblemente de todas las capillas perimetrales, sea esta del Espíritu Santo, también conocida como de los Obispos o de los Simancas, la que mayor calidad artística atesore. Es obra de Hernán Ruiz el Joven, que la comienza en 1568, y es de un hermoso estilo renacentista, que se observa tanto en la bóveda de terceletes como en la portada de ingreso, con reja diseñada por él mismo. Pero la parte más interesante es, sin duda, el retablo de piedra, con columnas pareadas.

Capilla del Espíritu Santo, o de los Simancas
De la capilla de Santa Marina, o del Baptisterio conviene destacar el artesonado, diseñada por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, del siglo XIX, y la pila bautismal del XVII.

Pila bautismal de la Capilla del Baptisterio.
Artesonado de la Capilla del Baptisterio.

La última capilla a destacar es la de San Juan Bautista, donde otro retablo renacentista de Hernán Ruiz el Joven se esconde detrás de una hermosa reja de autor anónimo, y de la misma época.


Capilla de San Juan Bautista

Todas las fotos son del autor, salvo las que oportunamente se indican.


EL PEROL CORDOBÉS NO ES NINGUNA RECETA

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Arroz con pollo

Estoy seguro de que después de este post que está usted a punto de empezar a leer, voy a ganarme muchos "enemigos", pero aún así estoy dispuesto a seguir adelante para explicar en este, mi espacio de expresión, lo que creo que es un error de interpretación y una tergiversación de la tradición local al respecto.

No; para mí, el perol cordobés no es ninguna receta culinaria, ni de arroz, ni de nada. Se trata de una equivocación de la evolución que la propia palabra ha adquirido a lo largo de los años (no pocos años), y que, por los motivos que sean, han llegado a confundir, no ya solo al foráneo que nos visita o que por nosotros se interesa, sino incluso al propio cordobés o cordobesa "de pura cepa".

Y lo cuento hoy, día 24 de octubre, uno de los dos días festivos locales que en esta ciudad se celebran, y que en este caso está dedicado al que católicamente se ha considerado Custodio de la ciudad (es decir, cuidador de la misma); el Arcángel San Rafael, día en el que tradicionalmente se abre la veda de los Peroles a lo largo y ancho del término municipal, en especial de nuestra cercana sierra.

En muchas publicaciones, en programas de televisión, o en páginas web de gastronomía tradicional, cuando se habla del Perol Cordobés se relaciona con un guiso de arroz que se come en el campo, con todos sus aditivos de sofrito y aliños, y en el que debe estar presente algo relacionado con el entorno en el que se elabora (conejo, pajaritos, caracoles,...) Sin duda, cierto en lo que a la parte gastronómica se refiere, pero sin dejar de ser esto una parte del todo. Es decir, el arroz que se come tal cual los cánones ortodoxos exigen no son un Perol "per se", sino parte de él.

¿QUÉ ES EL PEROL CORDOBÉS?

El Perol Cordobés es la propia reunión de personas (familia, amigos, vecinos,...) que se realiza alrededor de un amplio abanico de propuestas culinarias preestablecidas y en una no menor variedad de lugares donde realizarlo.

Es esa reunión en sí la que realmente tiene el nombre de Perol, y que lleva tantos años entre nosotros que incluso en su día tuvo otra denominación: Giras (o jiras) campestres, según nos cuenta Ricardo de Montis Romero en sus famosos artículos de Notas Cordobesas (Recuerdos del Pasado) de principios del siglo XX.

Se puede hacer un Perol de arroz, de migas, de potaje, de patatas fritas y huevos, o incluso de bocadillos, ¿por qué no?

Y se disponen de lugares como la plena sierra, la falda de la sierra, la finca de un familiar o amigo en el valle (la famosa parcela), el descampado junto al barrio en la que participan los vecinos, o la azotea de una casa, ya sea de día o incluso como perol nocturno. Ricardo de Montis nos cuenta que "No hace muchos veranos se pusieron de moda las excursiones nocturnas a la Palomera (...) con el pretexto de beber las ricas aguas de la fuente que hay en dicho lugar, aunque muchos las sustituyeran por el Montilla o el amilico (aguardiente)".

Fuente de la Palomera (www.conocetusfuentes.com)

¿DE DÓNDE PROCEDE ESTA TRADICIÓN?

No parece haber consenso en este asunto, pues como casi todo lo que emana del pueblo lo suele hacer desde abajo, desde lo más recóndito, y por lo tanto, desde lo menos controlado. Sin embargo, yo apuesto por que en este caso sea al revés, y realmente proceda de la imitación, por parte de la capa social más baja, de las costumbres de los más pudientes económica y socialmente hablando, es decir, de la burguesía acomodada de la ciudad que solía ser amante de la caza y de las reuniones que conllevaban.

Estas monterías a escala mayor y menor solían acabar con un gran festín gastronómico basado en muchos casos en la propia recompensa capturada, como la liebre o el conejo, que pasaba así, directamente, a formar parte del arroz a guisar. Las reuniones de caza estaban siempre compuestas por personal masculino, así que el perol, sea de lo que fuere, tenía que ser guisado por un hombre. Quizás por ese motivo aún hoy, por tradición, el que elabora el guiso, aunque no sea de arroz, ha de ser llevado a cabo por personal de este género, y quizás también por ello era habitual, y bien visto en general, que hubiera giras o "peroles" en los que la presencia de la mujer no estaba permitida; en cierto modo como las sociedades gastronómicas vascas, pero en este caso al aire libre.

Perol de solo hombres, años 40 (mi abuelo en primer plano)

Todo esto no dejan de ser conclusiones personales. Lo digo porque soy consciente de que mucho de lo que aquí escribo habrá quien lo reciba con cierto escándalo o enfado. Más abajo puede el lector exponer lo que crea oportuno, siempre guardando el respeto y decoro.

¿POR QUÉ SE LE LLAMA "IR DE PEROL"?

Bueno, la razón es bien obvia, pero habría que matizar que cuando se dice que se "va" de "perol" es porque literalmente era así, es decir, que se iba con el perol a cuestas. Uno cogía de un lado, y otro cogía del otro lado, y así se recorría a pie el camino entre el punto de partida y la afortunadamente no muy lejana sierra cordobesa a los lugares habituales como el Cañito Bazán, La Palomera, Rabanales, Pedroches, Santuario de Linares, El Brillante,  La Albaida... El perol era el protagonista, y por lo tanto es el que da el nombre. Y no solo se transportaba el perol, sino todo lo que a su alrededor conllevaba.

Volviendo a Ricardo de Montis, nos cuenta a principios del siglo XX y como una retrospectiva, que "Antes de que amaneciera ya estaban levantados todos los expedicionarios, reflejándose una alegría indescriptible en sus rostros, y apenas se divisaba la primera claridad del alba emprendían el camino de la sierra, las mujeres cargadas con los cestos, los mozos llevando la guitarra, la bota y el frasco del aguardiente, y los hombres de más peso la escopeta o las redes y los palotes para cazar unos pajarillos que dieran buen gusto al arroz".

También nos cuenta que aunque el tiempo propio para las "jiras" fuera el invierno, también se celebraban "...durante la primavera y el estío, ya por la tarde o por la noche, para ir a los melonares y a comer lechugas e higochumbos".

Mi familia de Perol, años 50.

¿CÓMO SE ENTIENDE HOY UNA TÍPICA JORNADA DE PEROL?

Actualmente, parte de los lugares arriba mencionados y que fueron típicos para peroles, han quedado absorbidos por la propia población, aunque alguno que otro queda, bien porque las casas aún no han llegado a él, o porque ha sido "dominado" por la propia urbanización manteniendo su carácter periurbano. De cualquier manera, a estos antiguos lugares se han agregado con los años nuevos espacios como el magnífico Parque de los Villares, casi 500 Ha de bosque especialmente preparado para estos menesteres, que lleva con nosotros desde los años 80 con sus mesas de madera y sus cocinas de piedra en el suelo, refugios, aseos, almacén de leña, contenedores para basura, entretenimientos,... que son una delicia para disfrutar, y otros lugares que, aunque ya se están utilizando, se espera que pronto se vayan adecentando de la misma manera, como el del Patriarca (aprovecho para decir como propuesta que no estaría mal que se le llamara Parque Julio Anguita, como existe el Parque Cruz Conde o el Parque Juan Carlos I)

Futuro Parque del Patriarca

Una típica jornada de Perol comienza muy temprano, y con el alba la expedición se dirige, con todo lo necesario, hacia al punto concertado, pongamos en este caso el Parque Periurbano de los Villares, eso sí, con el coche. Ya nadie que yo conozca se traslada andando con el perol en la mano.

Aunque con los años los hábitos están afortunadamente cambiando por el uso del vehículo a motor y los riesgos que trae esa combinación, estas celebraciones llevan consigo el consumo abundante de diferentes tipos de bebidas alcohólicas. Y a estas horas de la mañana, es muy probable que, en pleno invierno, ya esté el Anís La Cordobesa en las manos de alguno o alguna para "matar el gusanillo".


Anis La Cordobesa (https://cestashop.com/)

El siguiente paso es la organización del espacio alrededor de una de las mesas y cocina, y el abastecimiento de leña para toda la jornada en el almacén preparado en el recinto.

Los entretenimientos suelen ser variados: la pelota, el pañolito, las partidas de julepe o la brisca, el dominó, o incluso el bingo. Pero, sobre todo, muuuucha charla, mucho parlamento y mucho arreglar el mundo. Siempre se ha dicho que la mayoría de los problemas habituales entre familiares o amistades se acaban solucionando organizando un perol. Aunque también es cierto que alguno que otro ha acabado como el Rosario de la Aurora.

Parque Periurbano de los Villares (https://www.cordoba24.info/)

A eso de las 10 de la mañana un desayuno a base de sardinas asadas, que a los cordobeses les importa más bien poco eso de que las sardinas dicen que están más buenas los meses que no llevan "r". Esas sardinas ya se comerán en las playas malagueñas en su momento.

A partir de aquí es ya un "no parar". A eso de las 12 o las 13, entre platos de embutidos, quesos y aceitunas, aparecen la panceta, chorizo y morcilla fritos, que se acompañan ya con el Montilla-Moriles o con la cervecita. Y ya se continúa de ese modo hasta las cinco de la tarde, que es cuando se presenta terminado el perol principal, habitualmente arroz en sus variantes más diversas, pero entre las que son mayoría está el de pollo y/o magro de cerdo.

Ya se sabe: el cocinero pincha la cuchara en el centro del perol, y es el único que tiene potestad para quitarla y de esa forma autorizar a comerlo. Si alguien osa quitarla antes de tiempo será el que luego pague los cubatas, pero eso ya es mucho alargar. El perol queda entonces en el centro de la reunión, y alrededor de él, mediante el "cuchará y paso atrás", es devorado mientras se habla, por supuesto, de lo bueno que está el arroz.

Arroz con la cuchara clavada.

El final de fiesta acaba con el postre: un buen pastel cordobés, con o sin jamón, y el café que se hace en el mismo fuego que se hizo la comida principal. El regreso, con la caída del sol, se hace con la vista puesta en abrir en casa la puerta del botiquín, y buscar un aliviador de estómago para poder pasar la noche.

Pastel cordobés (https://cordobaspain.home.blog/)

Independientemente de teorías y de bromas, lo importante de este tipo de relaciones es la interacción entre las personas, las ganas de compartir buenos ratos, de olvidar un poco las obligaciones diarias que se llevan parte de nuestra libertad, y de hacer uso de los recursos que afortunadamente tenemos tan cerca en esta ciudad. Eso sí, que nadie olvide de dejar el lugar más limpio que cuando lo encontró.

El año pasado la pandemia prohibió los típicos Peroles de este día, y en este año la sequía, y por lo tanto el alto riesgo de incendio, ha puesto veto, con el mejor criterio del mundo, a realizar fuego en el campo. Estoy seguro de que los cordobeses buscarán la mejor fórmula para poder llevar a cabo un año más, respetando las normas, su Perol.

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